lunes, 13 de agosto de 2012

Capítulo 9

Cuando se despertó ya era día uno, uno de febrero y su nueva vida estaba a punto de comenzar. Se levantó con el pie derecho, literalmente, no tenía sentido estropear aquel día por un detalle tan pequeño ¿no? Estaba casi eufórica por experimentar aquel cambio y había decidido no darle vueltas al tema de Dani y decidirlo en el momento, lo que tuviera que pasar, pasaría.                                                                                                                                                                Salió prácticamente bailando de la habitación, ¿por qué el hecho de cambiar de mes le afectaba tanto?
La vio entrar por la cocina, estaba feliz. ¡Menos mal! Porque, a pesar de haberse hecho la sueca estos últimos días, se había dado cuenta de que su hija no era la de siempre. Estaba más apagada. Pero hoy volvía a brillar con fuerza.
-¿Y esa felicidad? – preguntó.
-¿Qué pasa, no te gusta verme sonreír? –  contestó su hija sin ningún tipo de malicia ni nada que pudiera enfadarla.
-Claro que me gusta verte feliz, me encanta tu sonrisa. – y le dio un beso en la frente.
Se tomó el desayuno todo lo rápido que pudo, quería tener tiempo para arreglarse, aquel día le apetecía ir realmente especial. Decidió ponerse una falda de flores en tonos morados y  un jersey gris muy amplio metido en la falda. Para rematarlo eligió un collar tipo babero de pedrería. El frío que hacía fuera le pedía unas medias, se las puso en color gris y se calzó unas francesitas del mismo color. Cogió un abrigo y tras peinarse , hacerse la raya y mirarse en el espejo salió de casa dando tumbos. ¡Qué felicidad más tonta!                                                                                  A medida que se aproximaba al lugar donde lo había conocido estaba más y más segura de que aquella alegría y optimismo se acabarían en un visto y no visto, pero para su sorpresa llegar a allí sólo la hizo parar por un segundo. Aquellos escasos diez minutos en los que estuvo con él aparecieron en mi mente de forma rápida, apenas milésimas, y se esfumaron dejando paso otra vez a la felicidad. No podía entenderlo, nadie podía dejar de querer a alguien de la noche a la mañana, ¿explicación? Ninguna.  Tal vez su concepto acerca del amor estuviera demasiado sobrevalorado o tal vez, no muy claro.
Se había tomado el camino con tanta calma que cuando llegó ya era la última. Nadie excepto Erica sabía el porqué de aquel bajón emocional que había vivido hacía unos días, había decido no contárselo para no preocuparlas, aunque no eran tontas y se habían dado cuenta de que algo pasaba. Pero no hicieron preguntas, si no quería contárselo por algo sería.
-¡Mira una chica sonriente! – gritó Laura.
-¡Muy sonriente! – apuntó Vero. - ¿Piensas contárnoslo? – y como no le gustaba que hubiera secretos entre ellas se lo contó todo, el plan de Erica incluido.
-Va a ser que Erica es más lista que tú, Laura. –dijo Vero.
-La verdad es que la idea no es tan mala… - reconoció Laura.
-¿Lo ves? – dijo Erica mirando hacia Ariana.
-¿Y qué vas a hacer? – preguntó Vero antes de que pudiera decir nada en contra de la “brillante idea” de Erica.-Con Dani, ya sabes.
-Pues he decido no pensarlo, no darle vueltas, que me salga en ese momento lo que tenga que salir, ¿entiendes?
-Supongo que sí, es algo raro, pero está bien.- y sonó el timbre que indicaba que la primera hora estaba a punto de empezar y que el momento en el que debía  tomar una decisión estaba más cerca que nunca.
Las dos primeras horas fueron tranquilas, en ninguna coincidía con él así que no tenía que preocuparse hasta la hora del recreo. Por otro lado quería verlo y sacarse ya ese peso de encima, y así, indecisa entre si quería o no verle y entre que iba a hacer llegó la hora del recreo, y ahí sí que coincidían.
Se encontró con las chicas en su rincón habitual. Parecían incluso más nerviosas que ella.
-¡Está allí! – dijo Erica muy fuerte, lo suficiente para llamar la atención de varias personas y prácticamente la de Dani.
-¡Shhhh! No grites. – le espetó Ariana.
-Demasiado tarde, te ha visto. – le informó Laura y ya no sabía dónde meterse.
-Ni se te ocurra esconderte otra vez. – le dijo Vero, suspiró, estaba muy nerviosa.

La acababa de ver, sus amigas no eran muy silenciosas y habían captado su atención al igual que la del resto del recreo. Pero él solo tenía ojos para ella. Estaba tan guapa como siempre, aquella falda de flores le sentaba genial. Sólo esperaba que Erica no le hubiera tomado el pelo, porque si no lo que estaba a punto de hacer ahora sería un auténtico desastre. Aquella chica le gustaba de verdad. Desde la primera vez que la vio en las clases de secundaria algo lo había cautivado. Y esa única tarde que pasó con ella fue increíble, hasta que se complicaron las cosas… Obligó al recuerdo a desaparecer, aquel capítulo estaba cerrado y con llave. Respiró con fuerza. Estaba decidido.
-Vuelvo ahora.- le dijo a sus amigos.
Sí, era el momento. Ahora o nunca. Todo o nada.

-¿Viene hacía aquí? – preguntó Ariana.
-No.- y cuando estaba a punto de suspirar de alivio. - ¡Sí, sí que viene!
-¿Preparada? – preguntó Vero.
-No, para nada.
-¿Tienes algo pensado? – quiso saber Laura.
-No, nada de nada. ¡Estoy empezando a híper ventilar! – notaba que sus nervios iban en aumento.
-Relájate y déjate llevar, ¡improvisa!
-Hola chicas. – dijo una voz que conocía muy bien.
“Respira” se dijo.
-¡Hola! – dijeron las tres sonrientes.
-¿Me puedo llevar un momento a Ariana?- estaba a punto de decirle “No, no puedes” pero su timidez se lo impidió por completo. Entonces tuvo la esperanza de que alguna de sus amigas quisiera socorrerla y que le dijera algo parecido a “Lo siento, estábamos hablando” en cambio lo que escuchó fue un:
-Claro, no hay problema. – al unísono, cuando querían se ponían muy bien de acuerdo.
-¿Vamos? – le preguntó y se fue con él.
Fueron en silencio hasta la otra esquina del patio y sintió como los ojos de la mayoría de sus compañeros, incluidos los de sus amigas, se clavaban en ellos. Estaban sumamente intrigados. Si a lo nerviosa que estaba le sumaba lo observada que se sentía obtenía un resultado demasiado desagradable. De repente decidió romper aquel silencio y Ariana se preparó para lo peor, sin embargo lo que dijo fue:
-Lo siento. – y sus palabras sonaron realmente sinceras y arrepentidas, pero ella no entendía porque le pedía perdón.
-¿Qué? – dijo un tanto avergonzada por no poder seguirle la conversación.
-Que lo siento, siento lo del otro día, lo de tu cumpleaños. Siento haberte ofendido, y espero que no tengas una opinión equivocada de mí, yo… yo no quiero hacerte nada malo Ariana, es solo que había bebido demasiado y…
-Tranquilo ¿sí? Por mi parte está todo olvidado.
-Pero es que me siento tan avergonzado que…
-Déjalo estar, borrón y cuenta nueva ¿vale?
-Está bien, - y vio cómo se le iluminaba la cara con una gran y preciosa sonrisa. – pero de verdad lo siento, nunca he querido hacerte daño Ariana, tú… - notó como la duda aparecía en sus palabras por primera vez desde que lo conocía. Dani no sabía como decirlo, como soltarle la noticia. Así que fue directo. Todo o nada, ¿no? – tú me importas mucho Ariana.
Ariana se quedó callada, no sabía que decir. La idea de dejarlo para el último momento n había sido tan buena. Entonces él continuó.
 –Y ya sé de sobra que somos como estrellas diferentes, como universos paralelos, como el hielo y el fuego, como agua y aceite, y que cuando yo diga sí tú probablemente digas no, que cuando tu vienes, yo voy. Pero finalmente esas dos estrellas brillan por igual y aunque tú vengas y yo vaya siempre lograremos encontrarnos. Y sí, somos diferentes, muy diferentes, pero juntos podríamos lograr crear esa combinación prácticamente perfecta, porque Ariana te quiero, estoy enamorado de ti desde el primer día en  que te vi.
Bueno, ya estaba, ya lo había soltado. No tenía ni idea de donde había sacado todas esas palabras y toda aquella seguridad pero le había quedado muy bien.                                             Aquello la dejó boquiabierta, la facilidad y la seguridad con la que había dicho todo aquello y la belleza de aquellas palabras hicieron que su respuesta saliera por sí sola. Pero no fue una respuesta en forma de palabras. Lo besó. Notó como empezaba a relajarse, como todos sus nervios comenzaban a cesar y se limitó a besarle, a darle a entender que a pesar de todo lo que anteriormente había pensado de él podrían intentarlo, que podría funcionar. Se limitó simplemente a hacerle feliz.                                                                                                              Cuando se separaron la abrazó con fuerza, como si no quisiera separarse nunca más de ella. Vio que todos los ojos del patio estaban clavados en ellos dos y los de sus amigas estaban enormemente impactados, aquello sí que no se lo esperaban, ni ella misma se lo esperaba.
-Podría funcionar. – le susurró al oído y supo que en aquel momento estaba sonriendo.
-No podría, va a funcionar. –y volvió a besarla, más dulce, más suave, más lentamente y no podía imaginar nada mejor. – Este uno de febrero será para siempre.
Estuvieron juntos todo lo que quedaba de recreo, abrazados y hablando. Le contó un montón de cosas que nunca habría esperado de él como que le encantaba dibujar
-¿En serio?
-Sí, de pequeño dibujaba escenas de películas de superhéroes, Spiderman o Superman. Ahora dibujo cosas más serias y mejores, espero.
-¿Me los enseñarás?
-Prometido.
Descubrió que le gustaba escucharle, que sabía un montón de cosas y su voz hacía que se quedara embobada cada palabra que decía. Cuando sonó el timbre deseo poder seguir con él, escuchándolo, aprendiendo y conociéndolo.
-Adiós… - le dijo.
-Adiós. – y cuando estaba a punto de irse la agarró por la muñeca y tiró de ella hacía él para darle un último beso que, probablemente pudo superar cualquiera de los otros que se habían dado.
Despues del recreo tenía Lengua, la profesora los tenía sentados por orden de lista por lo que tenía la suerte de poder sentarse al lado de Laura. Erica y Vero estaban bastante más adelante.
-Para no saber qué hacer respondiste muy bien, ¿no crees? – bromeó.
-¡Cállate!- le dijo en voz baja y ligeramente ruborizada.
-Al final Erica sí tenía razón, ¿no?
-Las dos del fondo, ¡a callar! – les reprendió la profesora colocándose bien las gafas, ese era un gesto muy habitual en ella.
-Se podría decir que sí.- respondió en cuanto la profesora se giró para seguir escribiendo en la pizarra.
-Ya nos contarás todo lo que paso después, ¡con todos los detalles! ¿Está bien?
-Prometido.
-¡O se callan o las echo!- después de aquello guardaron silencio y atendieron a la explicación sobre el verbo, sus funciones y todo lo demás. Aunque Ariana tenía la cabeza en otro sitio. Estaba puesta en alguien que estaba en una clase separada por un par de metros de la suya.

Parecía que el profesor de Química se iba a quedar sin respiración de tanto que hablaba. Estaba empezando a ponerse rojo. No se cansaba nunca. ¿Es qué no se daba cuenta de que nadie le hacía caso? Él, por ejemplo no había escuchado ni una sola palabra de lo que estaba diciendo. Todos sus sentidos estaban todavía tratando de asimilar lo que había ocurrido unos minutos antes. ¡Lo había besado! No se lo esperaba para nada. Ariana, la chica tímida que le había robado la razón, se había lanzado y lo había besado. ¿Podía estar más feliz?

 -¡Odio los lunes! – soltó Vero a la salida.
-Creo que todas menos Ariana, odiamos los lunes. – repuso Laura.
-¿Perdón?
-Después de lo de hoy creo que empezarás a cogerle cariño a los lunes ¿no? – explicó Laura y todas rieron.
-Puede ser. – contestó sonriendo.
-Pero haber ¡cuéntanoslo todo! Porque no pienso interrogarte para sacarte la información.- y les contó todos los detalles. Les dijo exactamente todas y cada una de aquellas palabras que la hicieron verlo todo claro.
-¡Guau! – dijeron a la vez seguido de un largo suspiro.
-¿Quién tenía razón? – preguntó Erica con tono de satisfacción.
-Chicas me voy, Jorge me está esperando. – y Laura echó a correr hacia su novio, que en cuanto la tuvo cerca no dudo en darle un buen beso.
-Vale, tú tenías razón Erica. – admitió Ariana.
-¿Y a partir de ahora te irás con él a casa? – preguntó Vero.
-Pues la verdad es que no tengo ni idea. No se ni donde vive.
-Ojalá que sí, así no tendrás que irte sola.- dijo Erica, que siempre se preocupaba porque se fuera sola.
-Sí, porque nosotras dos tendríamos que irnos.
-No os preocupéis, tampoco es para tanto.
-¡Nos vemos mañana!
-Adiós, Ari. – se despidió Erica sintiéndose culpable por dejarla sola.
-Adiós chicas. – y ellas echaron a andar en una dirección y  Ariana en la contraria.
Su mente bailaba con cada una de las palabras de Dani. Sí, Erica podía tener razón y esta podía ser una buena idea. Al menos por ahora no había pensado nada en él. Además era consciente de que se había equivocado con Dani, lo había juzgado por todo lo que había pasado una tarde y ella había sido igual que él.
-¡Ariana, espera! – gritó un chico. Se giró y vio a Dani que corría hacía ella.- Voy contigo, si no te importa.
-Claro que no. – la agarró de la mano y ambos sonrieron. Podía imaginarse fácilmente siendo feliz con él, y aunque todo lo que sentía no era tan fuerte como lo de Cristián podría llegar a quererle de verdad. Al menos, estaría a gusto sin duda. Era guapo, realmente guapo; moreno, de ojos castaños y alto. En el pelo llevaba una cresta y aunque su chaqueta no dejaba verlo mucho se notaba que era fuerte.
-¿Qué tal la mañana?- preguntó ella.
-Para ser lunes no ha estado nada mal, la verdad. – y se rió dejando ver el motivo de porqué una mañana de lunes pudo estar bien.
-No, nada mal.
Y continuaron andando cogidos de la mano. Ella escuchándole y él hablando que era lo que realmente le gustaba.
-Bueno, es aquí. – dijo cuando llegaron a su casa.
-Hasta mañana entonces. – y la besó. – Gracias, por todo esto. –se quedó callado sin saber muy bien que decir y le dio otro beso por toda respuesta.
-Adiós.- y entró en su portal más feliz de lo que podría haber imaginado estar. Sí, sin duda podría aprender a querer a aquel chico tan maravilloso que le había devuelto la sonrisa a su cara.

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