-Despierta,
- dijo alguien a la vez que la zarandeaba, ¿por qué la molestaban?-
ya es muy tarde.
Poco
a poco comenzó a abrir los ojos, le costaba, estaba muy cansada y
además se encontraba fatal. Hacía mucho frío en la habitación, ah
no, ahora hacía calor.
-Me
siento fatal, - dijo tratando de despegar la lengua a la vez que
abría totalmente los ojos para ver con quién hablaba.- mamá.
-Claro,
llegando tan tarde.-lo dejo caer con cierta ironía ya que la noche
anterior había llegado a las dos, aunque la hora marcada había sido
la una.
-No,
te lo digo de verdad, - empezó a toser- no me siento nada bien.- más
tos.
Ante
semejante insistencia Lucía, como todas las madres, le puso la mano
en la frente y se concentró en ver si tenía fiebre.
“¿Y
si me traes un termómetro?”
pensó Ariana, pero no se lo dijo ¿para qué discutir?
-Mmm…
- ¿Es que tenía algún tipo de poder mágico en aquella mano?- iré
a por el termómetro.- ¡Menos mal!
Al
final resultó que sí que tenía fiebre, treinta y ocho, y supuso
que se debía a la “ducha” que se había dado por la noche.
-Cariño
voy llevar a Nerea al cole y después a trabajar, ¿estás segura de
que estarás bien?
-Sin
problema.- respondió a la vez que sentía como si algo le desgarrara
la garganta y tosió sin parar.
-Cualquier
cosa llámame.- le dio un beso.- Adiós.
Escuchó
cerrarse la puerta y supo que estaba oficialmente sola, pero no pudo
disfrutar demasiado de esa soledad ya que sus párpados comenzaron a
cerrarse hasta que se perdió en su propio sueño…
En
el sueño era una espectadora, la espectadora de su propia vida en
los últimos meses. Mientras engullía a montones las palomitas,
podía ver que eso días habían sido una montaña rusa de
sentimientos. A veces tan arriba, a veces tan abajo. Aparecía Dani
que conseguía estabilizar su viaje por aquella atracción que era su
vida, pero ni de lejos podía hacerme subir tan alto como Cristián.
Cristián, que desde el primer momento que le vio disparó su
corazón. Cristián, que desde que se fue había dejado un vacío que
no se podía llenar con nada ni con nadie. Y ahí estaba ella y su
estúpida costumbre de sentir que pierde lo que ni siquiera había
sido suyo.
Se
despertó empapada en sudor, con un montón de calor, la fiebre había
vuelto a subir. Fue a la cocina a por algo para bajársela y volvió
a la cama. Seguía recordando el sueño como si lo estuviera viviendo
ahora mismo. Lo odiaba: al sueño, a Cristián y a ella misma. Al
sueño por recordarle día tras día lo imperfecta que era su vida,
lo imperfecta que era ella. A Cristián por hacerle creer algo que no
era, por darle ilusiones. A ella por creer todo aquello, por pensar
que tal vez podría funcionar algo que nunca llegó a empezar.
Pasó
el resto de la mañana tumbada en la cama sin hacer nada. Miraba el
Tuenti de vez en cuando pero sacada la primera vez ya no había
novedades. Desesperada se levantó y se plantó en frente a la
estantería de los libros, ¿cuál no habría leído?
Empezó
a pasar los dedos por cada uno, intentando decidirme. ¡Todos
leídos! Entonces se dio cuenta que en el estante de abajo había uno
de sus libros. Tenía un marcador que indicaba que había empezado a
leerlo, pero aún faltaba mucho para acabarlo, ¿por qué lo habría
dejado? Lo cogió y observó la portada, The
Host, de
Stephanie Meyer. Lo abrió por la primera página y empezó a leer.
“El
sanador se llamaba Fords Deep Waters…”
Poco
a poco se fue metiendo de lleno en la lectura, en aquella peculiar
historia que hablaba de alienígenas que llegan a la Tierra y se
hospedan los cuerpos de los humanos, al principio de forma más
lenta pero a medida que avanzaba los minutos se le pasaron volando y
su cabeza dejó de pensar en algo que no fuera en lo que estaba
leyendo. Devoraba las páginas como si de aquello dependiera su
existencia, pasaba página tras página sin cansarse. Tan concentrada
estaba que ni se enteró de que su madre había llegado con Nerea.
-¿Cómo
estás enfermita? - preguntó Nerea abalanzándose sobre su hermana.
-Bueno,
ahí estamos.- contestó sin despegar la vista del libro.
-¿Qué
lees?- inquirió curiosa.
-Un
libro.
-¡Eso
ya lo sabía! – Echó a reír.- ¿Has leído todo eso hoy?
-Ajá.
-¡Jo,
pues sí que lees!
-¿Qué
tal estás? – preguntó su madre que acababa de entrar en la
habitación.
-Algo
mejor.- dijo otra vez sin apartar los ojos del libro.
-Mira
mami, ha leído todo eso.- interrumpió Nerea realmente fascinada.
-¡Ya
está!- había acabado el capítulo y ahora sí que podía mantener
una conversación normal.
-¿Y
ese colgante? – inquirió Lucía que hasta ahora no se había dado
cuenta de él.
-Un
regalo.- contestó tocándolo y al sentir la pequeña torre en sus
dedos recordó lo increíble que, a pesar de todo, había sido la
noche anterior.
-Es
precioso.- supo por el tono de su voz que intuía quien podía haber
sido la persona que se lo había regalado.
A
penas comió nada y antes de volver a la cama volvió a tomar algo
para bajar la fiebre. Estaba deseosa por volver a coger el libro y
no podía creer lo mucho que la había enganchado.
“Transcurrieron
una, o tal vez dos semanas, no lo sé con exactitud…”
Siguió
leyendo toda la tarde, interesándose por cada palabra deseando poder
acabarlo para ver qué pasaba y a la vez no queriendo acabar nunca.
-Tienes
visita.- dijo de repente Nerea, que acaba de llegar corriendo.
-¡Hola!
– dijeron Vero y Erica.
-Hola
chicas.- entraron mientras Ariana esperaba que también lo hiciera
una tercera, pero no apareció por ninguna parte.- ¿Y Laura?
Suspiraron
a la vez, algo malo había pasado.
-Verás,-
comenzó a decir Erica.- ya sabes que ha estado rara estos días y
tal…
-Sí.-
interrumpió para que se dejara de rodeos.
-Pues
hoy nos han dado el examen de Matemáticas, el que estudiamos solas,
por cierto has sacado un seis,- sonrió y Ariana con ella, no se
esperaba el seis.- yo un cinco y medio…
-Yo
un cuatro y medio.- Vero parecía feliz con su nota.
-…Laura
un tres, creo que no le ha sentado muy bien.
-¿¡Y
no viene por haber suspendido un puto examen!? ¡
-No,
no creo que sea por eso, solo digo que el suspenso es tan raro o más
que todo lo que ha pasado esta semana.
-Es
raro pero… ¿habéis intentado hablar con ella?- preguntó y voi
que Erica dudó.
-Le
hemos dicho que veníamos, - se decidió a decir Vero.- ha pasado de
nosotras y por aquí no la veo.
-¿Y
tú cómo estás? – cambió Erica de tema.
-Bueno,
sin mucho que hacer. Me he entregado por completo a la lectura.-
enseñó el libro.
-¡Qué
tochazo! – comentó Vero.
-No
está mal.
-Ya
veo que no, te has fundido casi medio libro en una mañana.- echaron
a reír.
Siguieron
hablando de cosas sin importancia y el tema Laura no se volvió a
tocar, aunque todas seguían dándole vueltas en sus cabezas.
Después Erica sacó de su mochila la Canon y se sacaron un par de
fotos, Ariana con su pijama.
-Hola.-
entró Nerea sonriendo en la habitación.
-Hola
princesa.- dijo Erica que adoraba a Nerea, y la niña se tiró encima
de ella. El cariño era mutuo.
-Hola
enana.- a Vero le encantaba hacerla rabiar.
-No
soy enana.- echó la lengua.
-¿Qué
querías?- preguntó Ariana.
-Tienes
más visita.- sonrió.
-¿Quién?
– se fue corriendo y cuando volvió a entrar lo hizo de la mano de
Dani.
-Él.-
contestó señalándolo.
-Hola.-
dijo tímidamente, ¿desde cuándo era tímido?
-Hola.-
dijeron todas las chicas a la vez y eso hizo que se rieran y la
tensión disminuyera.
-¿Foto
grupal? – preguntó Erica, Dani se hizo un poco de rogar pero al
final cedió.- Y ahora que ya tengo la foto me voy tranquila.
-¡Espera
que me voy contigo!- Vero cogió su mochila.- Pónteme buena pronto,
¿vale?
-Se
intentará.
-Te
dejo todos los deberes que non han puesto.- le dedicó a Erica una
mirada asesina.- ¿Qué? No venimos sólo a darte buenas noticias.
Se
despidieron de todos y se fueron.
-Lo
prometido es deuda,- dijo Dani sacando de su mochila un bloc de
dibujo.- toma.
Cogió
el cuaderno y cuidadosamente lo abrió por la primera página.
Observó cada perfecta línea de cada perfecto dibujo, cada color,
cada figura, cada forma. Allí donde mirara podía ver belleza, en
esa farola dibujada en aquella calle, en las diminutas flores de un
campo, en los brillantes ojos de un rostro, en una copa de vino
medio llena, en ese cielo estrellado, en un mar infinito, en la
puesta de sol. Todos aquellos trazos eran pura armonía.
-Guau.-
suspiró a la vez que se detenía en el último de sus dibujos. En el
dibujo había un inmenso mar que lo ocupaba prácticamente todo.
Jugando con los colores y las olas conseguía crear una perfecta
ilusión de profundidad. En el mar había un joven de espaldas y en
sus brazos llevaba a una chica preciosa, una chica feliz en brazos de
la persona a la que quiere. El cielo estaba plagado de estrellas, tan
pequeñas y brillantes como las de anoche.
-¿Te
gusta?
-Me
encanta.
-Lo
hice ayer a la noche, después de dejarte. Si quieres es tuyo.
-¿Me
lo regalarías?
-
Me encantaría poder hacerlo.- se acercó poco a poco a él y cuando
sus labios estaban a escasos milímetros de rozarse…
-Ari…-
entró Lucía y automáticamente se separaron.-… ana. Lo siento,
pensé que estabas sola.
-No
pasa nada.- sus mejillas estaban rojas sí o sí.- Mamá este es
Dani. Dani esta es Lucía, mi madre.
-Hola.-
dijo ella muy sonriente.
-Hola.-
contestó él algo cohibido.
-¿Qué
tienes ahí? – preguntó Lucía apuntando a sus dibujos.
-Son
mis bocetos.
-¿Puedo?
-Claro.-
y se los dio.
Lucía
tardó incluso más que su hija en verlos todos. Ariana intuía, por
la forma en que los miraba, que le gustaban y estaba en lo cierto.
-Son
muy buenos.
-Gracias.-
contestó pasándose la mano por él pelo.
Tras
esto se embarcaron en una profunda conversación de la cual ella
perdió el hilo antes de la mitad. Su madre le decía que siguiera
dibujando, que tenía talento. Él le contaba sus proyectos de
futuro. Descubrieron que aparte del dibujo tenían más cosas en
común. Llegó un momento en el que se olvidaron de que una tercera
persona también estaba allí. Finalmente Dani se fue.
-Ariana,
me gusta este chico para ti.
Y
ya se sabe que un chico gana puntos cuando le gusta a tus padres.