sábado, 5 de enero de 2013

Capítulo 18

La luz de la Blackberry comenzó a parpadear. Abrió el Whatsapp donde le había escrito de nuevo.
-¿Cómo que le he gustado a tu madre? – decía Dani.
- Sí, de hecho creo que ya te quiere más a ti que a mí.- y añadió un emoticono echando la lengua.
-¡JAJAJAJAJAJA!
De nuevo la lucecita volvió a parpadear, esta vez era una conversación de tres; Erica, Vero y ella.
-¿Y después de cenar que pasó?- preguntaba Vero con un guiño.
Cuando estuvieran en su casa apenas tuvo tiempo de contarles nada sobre la noche del domingo, porque entre foto y foto llegó Dani.
-Pues fuimos a la playa.- contestó.
Vero les había contado que Aitor la había invitado a cenar a su casa, ya que estaba solo, había puesto música y encargado comida china. Después de cenar se fueron al sofá a intentar ver una película, y digo intentar porque en media hora había pasado de examinar la película a examinarse mutuamente.
-¿Y…? - esta vez era Erica.
-Me amenazó con tirarme al agua.
-Que poco romántico ¿no?
Erica se había quedado en casa, Yago había olvidado que día era. Pero a eso de las doce la llamó y le dijo que bajara. Cuando lo hizo se lo encontró en frente a su portal con un montón de flores y suplicándole que lo perdonara, evidentemente ella no supo decirle que no.
-Bueno, estuvo bien. Luego le besé para que no lo hiciera.
-Ya veo que sabes utilizar tus mejores armas.- dijo Vero y la pantalla se llenó con “JAJAJAJAJAJA”.- ¿Y después…?
-Después subimos al coche y….
-¡No me jodas que lo hicisteis en el coche!
-¡No!
La conversación con Dani apareció.
-Me voy a cenar.
-¿Qué cenas?- pregunta tonta no, lo siguiente.
- Huele a pizza.
-Me muero de envidia.
-Te invito a que vengas.- guiño.
-¿Enferma?
-Si quisieras contagiarme ya lo habrías hecho.
-Tienes razón pero, hoy no. Te prometo que el próximo día que cenes pizza iré a tu casa.
-Una promesa es una promesa.
-Nos vemos mañana, te quiero.- la respuesta le salió natural. Le quería, sí, pero no como debía.
-Y yo.- cerró sesión.
Cuando cerró esa conversación, la otra ya estaba llena de interrogantes y preguntas.
-Estornudé y nos corté el rollo.- puso seguido de una cara sonrojada y aquella respuesta hizo que desaparecieran los interrogantes y aparecieran nuevos “JAJAJAJAJAJAJA”- Gracias por reíros de mí y tal…
-Es que siempre eres tan oportuna.- bromeó Vero.
Al cabo de diez minutos ella también se fue a cenar pero, en lugar de pizza había pescado
.
Cuando volvió a su habitación se encontraba mucho mejor, la fiebre se había ido a lo largo del día y aunque seguía estornudando y tosiendo mañana iría a clase, “una pena” pensó.
Volvió a coger el libro y siguió leyéndolo, adentrándose en él más y más a medida que pasaba las páginas. Cuando sus ojos ya no pudieron más dejó el libro en la mesita y esperó a que se cerraran y dieran paso al sueño. Por suerte esa noche no soñó con nada, simplemente durmió y al despertar se sintió realmente aliviada aunque inexplicablemente afloró un ligero odio hacia Cristian.
Se puso unos vaqueros, cinturón marrón, camiseta blanca y All Star del mismo color. Para abrigarse bien la garganta cogió un fular de leopardo y en la parca marrón metió un paquete de pañuelos. Cogió la mochila y el móvil y se fue a clase. De camino se puse los cascos de la Blackberry, empezó a escuchar música y se aisló de todo lo demás. Después de dos canciones de Boyce Avenue,, empezó a sonar Evanescence y su My Inmortal y ahí se abandonó por completo y se concentró en su letra, en su sonido y aunque se negaba a aceptarlo, muy probablemente en sus ojos aparecieron diminutas lágrimas que se peleaban por salir. La letra le decía demasiado.
I'm so tired of being here ,suppressed by all my childish fears. And if you have to leave I wish that you would just leave cause your presence still lingers here and it won't leave me alone ...
Puede que escuchara la canción tres, posiblemente cinco veces y cada vez que la oía le llegaba más. Finalmente la paró y bajó del autobús.

-¡Hoy ceno pizza! – dijo Dani a la salida.
-¿Otra vez?
-¿Qué hay de malo? Hay muchos tipos de pizza, ¿Cuál te gusta?
-Mmm… ¿Pepperoni?
-Perfecto., ¿a qué hora vienes?
-Cuando quieras, no tengo mucho que hacer aparte de estudiar.
-¿A las cinco?
-¿Vamos a cenar a las cinco?
-No, pero si vienes antes puedo ayudarte a estudiar.
-¿Enserio vas a ayudarme a estudiar?- preguntó con cierta ironía.
-¡Arianaaa, –.gritó Vero.- nos vamos!- la aludida las despidió con la mano.
-¿Por qué no? Voy en segundo, se supone que me lo sé todo.
-Pues entonces te veo a las cinco.- sonrió.- Adiós.
Se dieron un beso rápido, tendrían mucho tiempo para darse todos los que quisieran.
Llegó a casa y después de comer metió en una carpeta todo lo necesario para su“tarde de estudio”. Después pensó si cambiarse de ropa o no, tras meditarlo un rato decidió que sí así que se plantó delante del armario. Cogió unos shorts negros, una camiseta blanca que decía “Never shout never”, una chaqueta de cuero roja y cuando iba a coger unas medias transparentes se dio cuenta que las que tenía estaban rotas.
-¡Mamá! – gritó.- ¿Puedes venir un momento?
-¿Qué pasa?
-¿Tienes medias transparentes? Las mías están rotas.- se las enseñó.
-Ahora vengo.
Cuando volvió lo hizo con unas medias en la mano.
-¡Gracias!
-De nada, pero ¿no tendrás frío?
-¡Qué va! Si me voy a meter en un piso.
-¿A dónde vas?
-A estudiar a casa de Dani.- dijo mientras se ponía las medias.- También me quedo a cenar.
-No vuelvas muy tarde.
-No mamá.- y se fue contenta sabiendo que estaría con aquel chico tan perfecto que había conocido ayer.
Una vez puestas las medias, el pantalón y la camiseta cogió unas botas estilo motero negras y antes de ponérselas rebuscó en busca de unas calzas negras también. Se las puso y luego las botas. Se miró al espejo, perfecta. Metió el móvil en la chaqueta, cogíióalgo de dinero y la carpeta.
-¡Adiós mamá!
-Adiós, pásalo bien.
Y tras esto salió de casa sin saber muy bien qué pasaría esa tarde.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Capítulo 17

-Despierta, - dijo alguien a la vez que la zarandeaba, ¿por qué la molestaban?- ya es muy tarde.
Poco a poco comenzó a abrir los ojos, le costaba, estaba muy cansada y además se encontraba fatal. Hacía mucho frío en la habitación, ah no, ahora hacía calor.
-Me siento fatal, - dijo tratando de despegar la lengua a la vez que abría totalmente los ojos para ver con quién hablaba.- mamá.
-Claro, llegando tan tarde.-lo dejo caer con cierta ironía ya que la noche anterior había llegado a las dos, aunque la hora marcada había sido la una.
-No, te lo digo de verdad, - empezó a toser- no me siento nada bien.- más tos.
Ante semejante insistencia Lucía, como todas las madres, le puso la mano en la frente y se concentró en ver si tenía fiebre.
¿Y si me traes un termómetro?” pensó Ariana, pero no se lo dijo ¿para qué discutir?
-Mmm… - ¿Es que tenía algún tipo de poder mágico en aquella mano?- iré a por el termómetro.- ¡Menos mal!
Al final resultó que sí que tenía fiebre, treinta y ocho, y supuso que se debía a la “ducha” que se había dado por la noche.
-Cariño voy llevar a Nerea al cole y después a trabajar, ¿estás segura de que estarás bien?
-Sin problema.- respondió a la vez que sentía como si algo le desgarrara la garganta y tosió sin parar.
-Cualquier cosa llámame.- le dio un beso.- Adiós.
Escuchó cerrarse la puerta y supo que estaba oficialmente sola, pero no pudo disfrutar demasiado de esa soledad ya que sus párpados comenzaron a cerrarse hasta que se perdió en su propio sueño…
En el sueño era una espectadora, la espectadora de su propia vida en los últimos meses. Mientras engullía a montones las palomitas, podía ver que eso días habían sido una montaña rusa de sentimientos. A veces tan arriba, a veces tan abajo. Aparecía Dani que conseguía estabilizar su viaje por aquella atracción que era su vida, pero ni de lejos podía hacerme subir tan alto como Cristián. Cristián, que desde el primer momento que le vio disparó su corazón. Cristián, que desde que se fue había dejado un vacío que no se podía llenar con nada ni con nadie. Y ahí estaba ella y su estúpida costumbre de sentir que pierde lo que ni siquiera había sido suyo.
Se despertó empapada en sudor, con un montón de calor, la fiebre había vuelto a subir. Fue a la cocina a por algo para bajársela y volvió a la cama. Seguía recordando el sueño como si lo estuviera viviendo ahora mismo. Lo odiaba: al sueño, a Cristián y a ella misma. Al sueño por recordarle día tras día lo imperfecta que era su vida, lo imperfecta que era ella. A Cristián por hacerle creer algo que no era, por darle ilusiones. A ella por creer todo aquello, por pensar que tal vez podría funcionar algo que nunca llegó a empezar.
Pasó el resto de la mañana tumbada en la cama sin hacer nada. Miraba el Tuenti de vez en cuando pero sacada la primera vez ya no había novedades. Desesperada se levantó y se plantó en frente a la estantería de los libros, ¿cuál no habría leído?
Empezó a pasar los dedos por cada uno, intentando decidirme. ¡Todos leídos! Entonces se dio cuenta que en el estante de abajo había uno de sus libros. Tenía un marcador que indicaba que había empezado a leerlo, pero aún faltaba mucho para acabarlo, ¿por qué lo habría dejado? Lo cogió y observó la portada, The Host, de Stephanie Meyer. Lo abrió por la primera página y empezó a leer.
El sanador se llamaba Fords Deep Waters…”
Poco a poco se fue metiendo de lleno en la lectura, en aquella peculiar historia que hablaba de alienígenas que llegan a la Tierra y se hospedan los cuerpos de los humanos, al principio de forma más lenta pero a medida que avanzaba los minutos se le pasaron volando y su cabeza dejó de pensar en algo que no fuera en lo que estaba leyendo. Devoraba las páginas como si de aquello dependiera su existencia, pasaba página tras página sin cansarse. Tan concentrada estaba que ni se enteró de que su madre había llegado con Nerea.
-¿Cómo estás enfermita? - preguntó Nerea abalanzándose sobre su hermana.
-Bueno, ahí estamos.- contestó sin despegar la vista del libro.
-¿Qué lees?- inquirió curiosa.
-Un libro.
-¡Eso ya lo sabía! – Echó a reír.- ¿Has leído todo eso hoy?
-Ajá.
-¡Jo, pues sí que lees!
-¿Qué tal estás? – preguntó su madre que acababa de entrar en la habitación.
-Algo mejor.- dijo otra vez sin apartar los ojos del libro.
-Mira mami, ha leído todo eso.- interrumpió Nerea realmente fascinada.
-¡Ya está!- había acabado el capítulo y ahora sí que podía mantener una conversación normal.
-¿Y ese colgante? – inquirió Lucía que hasta ahora no se había dado cuenta de él.
-Un regalo.- contestó tocándolo y al sentir la pequeña torre en sus dedos recordó lo increíble que, a pesar de todo, había sido la noche anterior.
-Es precioso.- supo por el tono de su voz que intuía quien podía haber sido la persona que se lo había regalado.


A penas comió nada y antes de volver a la cama volvió a tomar algo para bajar la fiebre. Estaba deseosa por volver a coger el libro y no podía creer lo mucho que la había enganchado.
Transcurrieron una, o tal vez dos semanas, no lo sé con exactitud…”
Siguió leyendo toda la tarde, interesándose por cada palabra deseando poder acabarlo para ver qué pasaba y a la vez no queriendo acabar nunca.
-Tienes visita.- dijo de repente Nerea, que acaba de llegar corriendo.
-¡Hola! – dijeron Vero y Erica.
-Hola chicas.- entraron mientras Ariana esperaba que también lo hiciera una tercera, pero no apareció por ninguna parte.- ¿Y Laura?
Suspiraron a la vez, algo malo había pasado.
-Verás,- comenzó a decir Erica.- ya sabes que ha estado rara estos días y tal…
-Sí.- interrumpió para que se dejara de rodeos.
-Pues hoy nos han dado el examen de Matemáticas, el que estudiamos solas, por cierto has sacado un seis,- sonrió y Ariana con ella, no se esperaba el seis.- yo un cinco y medio…
-Yo un cuatro y medio.- Vero parecía feliz con su nota.
-…Laura un tres, creo que no le ha sentado muy bien.
-¿¡Y no viene por haber suspendido un puto examen!? ¡
-No, no creo que sea por eso, solo digo que el suspenso es tan raro o más que todo lo que ha pasado esta semana.
-Es raro pero… ¿habéis intentado hablar con ella?- preguntó y voi que Erica dudó.
-Le hemos dicho que veníamos, - se decidió a decir Vero.- ha pasado de nosotras y por aquí no la veo.
-¿Y tú cómo estás? – cambió Erica de tema.
-Bueno, sin mucho que hacer. Me he entregado por completo a la lectura.- enseñó el libro.
-¡Qué tochazo! – comentó Vero.
-No está mal.
-Ya veo que no, te has fundido casi medio libro en una mañana.- echaron a reír.
Siguieron hablando de cosas sin importancia y el tema Laura no se volvió a tocar, aunque todas seguían dándole vueltas en sus cabezas. Después Erica sacó de su mochila la Canon y se sacaron un par de fotos, Ariana con su pijama.
-Hola.- entró Nerea sonriendo en la habitación.
-Hola princesa.- dijo Erica que adoraba a Nerea, y la niña se tiró encima de ella. El cariño era mutuo.
-Hola enana.- a Vero le encantaba hacerla rabiar.
-No soy enana.- echó la lengua.
-¿Qué querías?- preguntó Ariana.
-Tienes más visita.- sonrió.
-¿Quién? – se fue corriendo y cuando volvió a entrar lo hizo de la mano de Dani.
-Él.- contestó señalándolo.
-Hola.- dijo tímidamente, ¿desde cuándo era tímido?
-Hola.- dijeron todas las chicas a la vez y eso hizo que se rieran y la tensión disminuyera.
-¿Foto grupal? – preguntó Erica, Dani se hizo un poco de rogar pero al final cedió.- Y ahora que ya tengo la foto me voy tranquila.
-¡Espera que me voy contigo!- Vero cogió su mochila.- Pónteme buena pronto, ¿vale?
-Se intentará.
-Te dejo todos los deberes que non han puesto.- le dedicó a Erica una mirada asesina.- ¿Qué? No venimos sólo a darte buenas noticias.
Se despidieron de todos y se fueron.
-Lo prometido es deuda,- dijo Dani sacando de su mochila un bloc de dibujo.- toma.
Cogió el cuaderno y cuidadosamente lo abrió por la primera página. Observó cada perfecta línea de cada perfecto dibujo, cada color, cada figura, cada forma. Allí donde mirara podía ver belleza, en esa farola dibujada en aquella calle, en las diminutas flores de un campo, en los brillantes ojos de un rostro, en una copa de vino medio llena, en ese cielo estrellado, en un mar infinito, en la puesta de sol. Todos aquellos trazos eran pura armonía.
-Guau.- suspiró a la vez que se detenía en el último de sus dibujos. En el dibujo había un inmenso mar que lo ocupaba prácticamente todo. Jugando con los colores y las olas conseguía crear una perfecta ilusión de profundidad. En el mar había un joven de espaldas y en sus brazos llevaba a una chica preciosa, una chica feliz en brazos de la persona a la que quiere. El cielo estaba plagado de estrellas, tan pequeñas y brillantes como las de anoche.
-¿Te gusta?
-Me encanta.
-Lo hice ayer a la noche, después de dejarte. Si quieres es tuyo.
-¿Me lo regalarías?
- Me encantaría poder hacerlo.- se acercó poco a poco a él y cuando sus labios estaban a escasos milímetros de rozarse…
-Ari…- entró Lucía y automáticamente se separaron.-… ana. Lo siento, pensé que estabas sola.
-No pasa nada.- sus mejillas estaban rojas sí o sí.- Mamá este es Dani. Dani esta es Lucía, mi madre.
-Hola.- dijo ella muy sonriente.
-Hola.- contestó él algo cohibido.
-¿Qué tienes ahí? – preguntó Lucía apuntando a sus dibujos.
-Son mis bocetos.
-¿Puedo?
-Claro.- y se los dio.
Lucía tardó incluso más que su hija en verlos todos. Ariana intuía, por la forma en que los miraba, que le gustaban y estaba en lo cierto.
-Son muy buenos.
-Gracias.- contestó pasándose la mano por él pelo.
Tras esto se embarcaron en una profunda conversación de la cual ella perdió el hilo antes de la mitad. Su madre le decía que siguiera dibujando, que tenía talento. Él le contaba sus proyectos de futuro. Descubrieron que aparte del dibujo tenían más cosas en común. Llegó un momento en el que se olvidaron de que una tercera persona también estaba allí. Finalmente Dani se fue.
-Ariana, me gusta este chico para ti.
Y ya se sabe que un chico gana puntos cuando le gusta a tus padres.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Capítulo 16



Cuando acabaron de cenar pidieron la cuenta que no tardó en llegar. Dani empezó a sacar la cartera de su bolsillo cuando la mano de ella detuvo su mano.
-Ni pienses que vas a pagar tú solo.
-¿De quién fue la idea de venir, tuya o mía?
-Tuya, pero…
-Ni pero ni nada, pago yo y no se hable más.
Pudieron pasar más de diez minutos discutiendo inútilmente y al final pago todo él.
-Ya tendrás tiempo para invitarme tú.- dijo para sacarle el enfado de encima, no lo consiguió.
-Eso no me consuela.- contestó Ariana poniendo morritos y me beso, eso hizo que todo el enfado se le pasara de golpe.- ¡Eso no vale!
-¿A qué ya no sigues de malas? – Negó con la cabeza.- Entonces sí que vale.
Y dicho esto salieron del restaurante cogidos de la mano. Fuera hacía frío, demasiado frío, y Ariana se esforzó para evitar tiritar. Para presumir hay que sufrir, habría dicho su madre, pero una chaqueta más gruesa no habría estado mal en aquel momento y seguro que habría encontrado una bien bonita. Eran cerca de las doce y ya estaba todo completamente oscuro, lo único que iluminaba la calle eran alguna que otra farola. El cielo estaba precioso, lleno de estrellas que brillaban como diminutos diamantes y acompañaban a la luna llena esa noche.
-¿Tienes frío?
-No, sólo algo de fresco. – mintió.
-Ten.- dijo sacándose la chaqueta.
-Un truco muy típico, ¿no?
-Puede pero, ¿a qué nadie te lo había hecho?-eso hizo que ella se riera..
-La verdad es que tienes razón.- y le puso su chaqueta en los hombros.- Y ahora desaparecerás misteriosamente y tendré que volver a verte, cosa que odiaría, para devolverte la chaqueta ¿no?
-Me has pillado,- contestó en una media sonrisa.- pero nunca pensé que odiarías verme.
-Pues ahora ya lo sabes.
 -Supongo que ahora es cuando “desaparezco misteriosamente”
-Ni se te ocurra hacerlo.
-Creía que odiabas verme.
-Por eso, así te la devuelvo hoy y no te tendré que volver a ver nunca más.- y ambos se juntaron en una risa infinita.- Una pregunta tonta que se me ocurre a mí.
-Dispara.
-¿Ahora no tienes tú frío?
-Nada que no pueda soportar, soy fuerte.- hizo ademán de remangarse el jersey, pero lo detuvo.
-Si te remangas tendrás más frío aún.
-Y tú no quieres que me constipe ¿no?
-Exacto.- sonrió.
-Entonces no te importara que haga esto.- la agarró por la cintura y se pegó a ella.- Yo lo llamo calor humano, ¿qué te parece?
-Que si sigues así tendré que devolverte la chaqueta.
Siguieron andando así, sin despegarse ni un milímetro y, probablemente acercándose todavía más a cada paso que daban. Ariana lo notaba tan cerca que podía oler su perfume, tan dulce como él, sentía el latido de su corazón casi como si fuera el suyo, notaba su respiración en sus oídos. Y en su cabeza comenzaron a aparecer aquellas preguntas que tanto la atormentaban: ¿Por qué no podía ser él? ¿Por qué su corazón se negaba a quererlo? Vale, sí, le había cogido un montón de cariño en todo este tiempo pero el amor no entiende de cariño, entiende de pasión. No entiende de esperas ni de cosas a medias, entiende de todo y ahora.
- Te recuerdo que todavía me debes algo.- dijo ella de repente, sin venir demasiado a cuento. Simplemente se acordó y lo soltó para no olvidarlo otra vez.
-¿El qué? ¿Un beso?
-Buen intento.
-Podría dártelo igualmente.
-Tal vez.- contestó haciéndose la indiferente y fue justamente esa “indiferencia” lo que lo animó aún más a hacerlo.
-Ya no te debo nada.- dijo sonriendo.
-Yo creo que sí.
-¿Te has quedado con ganas de más?- preguntó acercándose a ella.
-Quieto,- le puso la mano en la boca- que si no te lo digo ahora se me va a olvidar.
-Está bien.- sonrió y le dio un beso en la mano que estaba sobre su boca.- ¿Qué te debo?
-Prometiste enseñarme tus dibujos, y aún no los he visto.
-¿Era eso? – Ariana asintió.- Mañana mismo te los enseño.
-Estupendo.- y ambos sonrieron.- Ahora ya puedes hacer lo que querías hacer.
En cuanto acabó de decirlo ya sentía su boca sobre la suya y su cabeza se volvía a preguntar: ¿Por qué no puede ser él?
Siguieron andando, otra vez cogidos de la mano, hasta llegar al paseo marítimo. El mar, teñido de un color negro noche, estaba en calma aunque de vez en cuando podías oír el chocar de las olas contra las rocas. En aquella inmensa masa de agua estaban reflejados todos aquellos diminutos diamantes que, si levantabas la cabeza podrías ver en su hogar habitual.
-¿Bajamos a la playa? – propuso ella.
Nadie se negó así que se sacó los tacones, para no hundirse en la arena, y fueron hasta la playa.
-Venga te echó una carrera.- dijo Dani.
-¡Eso no vale, tengo que cargar con los zapatos!
-Trae.- se los cogió.- ¿Así estamos en igualdad de condiciones?
-No, soy muy lenta.- y se rió.
-Te doy cinco segundos de ventaja. ¿Lista?- y sin responder echó a correr aprovechando aquella ventaja.- ¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno, voy!
Esta vez fue Dani quien empezó a correr, con lo rápido que él iba y lo torpe que ella era corriendo en la arena no tardaría en alcanzarla y no lo hizo. Llegó corriendo hacia ella y cuando estaba detrás la cogió y la llevó en volandas. En ese momento Ariana soltó un grito por la sorpresa.
-Así nadie tiene que perder, ¿no?
Ahora él iba andando y ella encima de él, cuando estaban muy cerca del mar se paró y la dejó en el suelo. Se quitó las Kawasaki, los calcetines y se subió un poco los pantalones.
-¿Qué piensas hacer?
-Ya lo verás.- contestó sonriendo pícaramente y volvió a cogerla pero esta vez de forma menos delicada, más bien como si fuera un saco.
Al igual que al inicio de la noche Dani tenía muy claro a donde ir y que hacer. Pero entonces ella tuvo una ligera idea de las intenciones del chico.
-¡No lo hagas, ni se te ocurra!- gritó dándole golpes en la espalda con las manos.
-Oh si.- pero ya estaban en el agua, los pies de Dani mojados y Ariana rezando para que no la tirara.
-Haré lo que quieres pero, ¡no me tires!
-¿Lo qué quiera?
-Sí, pero bájame de aquí.
-¿Qué se dice?
-Suenas como mi madre con mi hermana.
-¿Estás segura? Sería muy fácil para mí librarme del peso que llevo en la espalda.
-¡No, no, no! PORFAVOR, - dijo recalcando el por favor- no me tires.
-Está bien,- la dejó en la arena.- ahora la que debe algo eres tú.
-¿No deberías decidir tú lo que quieres?
-No, sorpréndeme.
-Como tú mandes.- hundió su mano en el agua y le tiré toda la que pude.- ¡Sorpresa!
-Eso no era precisamente lo que quería.
-¿Ah no? Yo tampoco quería caerme en el agua.
-Y todavía no lo has hecho.- entendió por ese todavía que esta vez sí que tenía intención de hacerlo y echó a correr y a reir, otra vez. La seguía cerca, casi logró atraparla en varias ocasiones pero extrañamente conseguía esquivarlo. Pero esa suerte no duró eternamente y al final la atrapó, la cogió y la zarandeó en el aire. Ella, entre risas, hizo todo lo posible por zafarse pero no lo consiguió.
-Ni lo sueñes.- dijo, pero ella no lo escuchó ya que comenzó a notar gotas de agua en sus piernas e instantáneamente empezó a patalear.- No te vas a librar.
Los pantalones de Dani empezaban a estar mojados y en cualquier momento ella también lo estaría pero de pies a cabeza. Entonces, casi como una medida desesperada, le agarró la cara entre sus manos y lo besó, él en medio del agua y ella sujeta por él, y aquel inocente beso comenzó a madurar y empezó a ser de todo, menos inocente. Ambos estaban completamente seguros de que si no hubieran estado en medio del agua ahora mismo estarían sobre una cama y con menos ropa encima. Siguieron besándose sin importar el tiempo y de repente se puso a llover.
-Vaya,- masculló.- te ha salido mal el plan, ahora te mojarás igual. Aunque reconozco que habías conseguido convencerme.
Ella sonrió, su plan había funcionado, y haciendo caso omiso a la lluvia volvieron a fundirse en un beso mojado y más intenso que el anterior.
-Vamos.- dijo dejándola en la arena agarrándola de la mano. Juntos echaron a correr en dirección al coche. Cuando consiguieron entrar ambos estaban empapados pero eso no pareció importar ya que volvieron a besarse y cada beso era mejor que el anterior, tenía más fuerza, más sabor. Las chaquetas empezaron a volar, su jersey desapareció, la camisa de ella se perdió y entonces…
-¡Atchiiiis! – estornudó.
-La lluvia no ha sido una gran idea, ¿no?
-Me parece que no.
-Te llevaré a casa.
Y mientras él encendía el coche, ella cogió su camisa y se vistió. No tenía claro si aquel estornudo había sido su salvación o su perdición.


jueves, 11 de octubre de 2012

Capítulo 15




Catorce de febrero, San Valentín, día de los enamorados.
Si no hubiera tenido todos aquellos sueños que tanto la hacían dudar a lo largo de los últimos días estaría feliz por llegar al día de San Valentín con novio. Ahora, en cambio, no sabía cómo afrontar aquello. ¿Era feliz o no?                                             
Era domingo y aún estaban todos dormidos. Se había levantado más pronto de lo normal saltándose una regla fundamental: no madrugues un domingo.  Se vistió de rojo, no tenía muy claro si lo hacía por aparentar o por no herir los sentimientos de Dani, aunque dudaba verlo hoy ya que no había clases, y se dio cuenta de que tal vez fuera más bien por la primera opción. Cogió bolígrafo y papel y escribió una nota:
Me he despertado con ganas de croissants, voy a la pastelería a por ellos.                                                   Nos os preocupéis.
Ariana
PD: id preparando el chocolate.

La dejó encima de la mesa del comedor, cogió las llaves de casa y salió.
Todas las floristerías tenían los escaparates llenos de flores; rosas de todos los colores, especialmente rojas, claveles, tulipanes… ¡De todo! Los cristales de los escaparates estaban atestados de pegatinas por aquí y por allá. Esas pegatinas, con letras enormes,  te recordaban que día hoy era San Valentín, día de los enamorados, y que si querías a alguien debías regalarle una de esas rosas a esa persona especial y que, además, hoy las rosas eran más baratas. ¡Todo una ganga, vamos!                                                                                                                                           Una pareja pasa de largo todas y cada una de las floristerías mirándolas con desprecio. Son esa clase de personas a las que todo esto le parece demasiado superficial, un simple invento de la sociedad para ganar más dinero, que si quieres alguien se lo dices día a día y no necesitas uno en especial para regalarle aquella rosa. Al pasar la última floristería se dan un largo beso, demostrando esta teoría. Una chica solitaria sigue la misma ruta que la pareja pero su mirada refleja algo completamente diferente: tristeza.  Ella está en el grupo de los que ven San Valentín como el día que te recuerda: “Oye, ha pasado otro año más y sigues sólo. ¿No es hora de hacer algo?”. Otro chico sonriente, feliz, sale de la floristería y se cruza con la chica solitaria. Ella suspira al ver las rosas, él no le presta ni la menor atención y en su cabeza sólo se repite: “¿Lo ves? Sólo tenías que esperar, ya la has encontrado.” Poco después salen de la misma floristería otra joven pareja. Ella lleva en la mano un enorme y recargado ramo de flores de todos los tamaños, formas y colores. La otra mano tampoco va vacía, está llena de bolsas y bolsas, seguramente regalos de su acompañante. Él también sostiene unas cuantas bolsas, tal vez más regalos para su chica. Ella es, sin duda, una amante de este día que adora que la llenen de regalos y sentirse especial.  
Cuando llega a la pastelería hay ya dos personas esperando y se pone a la cola. El señor que tiene delante parece tener mucha prisa y eso que aún no lo han atendido, ya que la única persona que está despachando trata de explicarle, con toda la educación posible, a un señor de unos setenta años que aquel billete de cinco euros no es suficiente. Diez minutos más tarde, y después de resoplar varias veces, consigue atender al hombre impaciente con el que no tuvo ningún tipo de problemas para entenderse a la hora de pagar. Fue todo rápido y directo.  Era su turno.
-Hola. – dijo sonriente la dependienta.
-Buenos días.- respondió.
-¿Qué querías? – preguntó nuevamente sonriendo.
-Ponme cuatro croissants, por favor.
-Claro. – dijo otra vez sonriendo. La dependienta tendría cuarenta años como mucho, unos intensos ojos color carbón y unas mejillas realmente carnosas y redondas. Era realmente amable y al sonreír se le formaban en la cara unos simpáticos oyuelos.
-Aquí tienes son 3,60.-dijo dándole la bolsa.
-Muchas gracias. – revolvió en su cartera hasta conseguir sacar el dinero justo.
-A ti y feliz San Valentín.
 Se supone que tendría que serlo. Pensó, le dio el dinero y cogió la bolsa.
Llegó a casa helada y se alegró de que la calefacción estuviera encendida. Ya había ruido por la cocina así que ya deberían estar despiertos.
-¿Qué madrugadora no?- dijo su madre mientras preparaba el chocolate.
-Ya ves, los croissants que hacen milagros.- dejó la bolsa en la encimera.
Fue a su habitación a coger una sudadera, a pesar de la calefacción el frío seguía ahí. Cuando volvió a la cocina el chocolate estaba listo, las tazas del desayuno puestas y sólo faltaba Nerea.
-¿La voy a despertar? – preguntó.
-Será mejor.
Abrió despacio la puerta de su habitación intentando no hacer ruido, lo que por un lado era algo tonto ya que tenía que despertarla. Abrió las cortinas y la luz de la mañana inundó la habitación. Se podían ver los contornos de flores, estrellas y mariposas de color blanco que adornaban las paredes rosas. Tenía un corcho lleno de sus dibujos y fotografías,  una estantería para los libros, la mayoría de princesas que encuentran a su príncipe azul, y un montón de muñecos y juguetes. Su camita blanca con dosel estaba en el medio de la habitación y la colcha que la cubría estaba llena de princesas Disney. Era la habitación de una princesita.
-Nerea.- dijo en voz muy baja esperando que se despertara, pero en lugar de eso se giró hacia el otro lado.
-Nerea. – repitió algo más alto provocando que la pequeña emitiera una especie de gruñido.
Cuando por fin se dio cuenta de que aquello no iba a dar resultado se remangó la sudadera y empezó a hacerle cosquillas, su punto débil, y Nerea comenzó a dar vueltas en la cama y a reír a carcajada limpia.
-Quiero que me despiertes así toooodos los días. – dijo alargando la o.
-Pero entonces tendrías que despertarte más pronto.- la niña se quedó pensativa.
-Pues entonces sólo los domingos.-dijo risueña.
-¿Vamos a desayunar?
-No.- y se escondió bajo las sábanas.
-Acabo de ir a comprar croissants...
-¿¡Enserio!?- dijo desde su escondite.
-Te lo prometo.- y en cuanto acabó de pronunciar la última palabra salió corriendo a la cocina.
-Buenos días princesa.- le dijo Alberto.
-Papi quiero curasán.- y se apoderó de su taza rosa, para variar, llena de mariposas.
-Ya va, ya va.
Cinco minutos más tarde todos estaban desayunando y la cara de Nerea llena de chocolate. Cuando acabaron de recoger los platos, dejar todo ordenado y los mofletes de Nerea limpios Ariana se fue a su habitación y se tiró en la cama.                                                                                               ¡Qué semana más difícil! Para empezar estaban todos sus problemas, ya no eran pocos, que inexplicablemente consiguió esconder. Luego estaba Erica que un día llegó a clase sin ánimos.
-¿Qué te pasa?- le preguntó confusa.            
-Me ha dejado. – contestó Erica evitando las lágrimas.
-¿Qué?, ¿Quién? – en el acto se arrepintió de hacer aquellas estúpidas preguntas, ¡quién iba a ser!
-¿Tú que crees? ¡Yago! – y esta vez no pudo evitar que una lágrima le resbalara por la mejilla.
Se quedaron en silencio. La mayor de las dos no sabía que decir, la otra estaba demasiado abrumada por la situación.
-Vuelve a estar muy ocupado con los entrenamientos, no nos vemos nada. Dice que para estar así es mejor no estar.- montones de lágrimas hacían cola para ver cuál salía primero.

Dos días después de esto Erica volvía a recobrar la sonrisa, todas supusieron que se le había pasado pero ese no era el porqué de aquella sonrisa.
-¡Hemos vuelto! – dijo feliz, eufórica y ninguna podía creerlo.

También estaba Laura o más bien no estaba ya que apenas hablaba y se mostraba muy distante. El último día de clase les habían avisado de que el jueves tendrían examen de matemáticas y automáticamente Ariana, Vero y Erica miraron a Laura esperando ver su mirada de “Os lo dije”  seguido de un sí con la cabeza que les indicaba que esa tarde la pasarían estudiando en su casa. En lugar de aquello nadie se giró ni nadie asintió. En cuanto pudieron hablar con ella la respuesta fue del todo cortante.
-Tengo bastante con lo mío como para ayudaros con lo vuestro. – y se fue.
Ninguna se lo habían tomado demasiado enserio pero, por si acaso, nadie fue a su casa esa tarde y se las arreglaron como pudieron con el examen. Tampoco hicieron preguntas.
Y por raro que parezca Vero era la única que parecía algo normal y además todavía seguía con Aitor, tal vez por fin asentaría la cabeza.
La Blackberry que estaba sobre la mesilla comenzó a sonar y la sacó de mis pensamientos.
-¿Hola?
-¡Hola! – era Dani.
-¿Algún plan para hoy a la noche?
-Es domingo, ¿qué te hace pensar que tengo algo que hacer?
-Bien, pues ahora ya tienes. Vamos a celebrar San Valentín, pasaré a buscarte a las nueve.
-¿Qué?
-Que estés lista para las nueve. Ponte guapa, no te resultará demasiado difícil.- colgó.
¿Cómo iba a convencer a su madre para dejarla salir un domingo por la noche?

El resto de la mañana y parte de la tarde la pasó ayudando en casa, tal vez eso ayudaría para poder salir. Se ofreció a hacer la comida, puso la mesa y la recogió mientras sus padres veían animados la televisión con la pequeña de la casa. Después de meter el último plato en el lavavajillas se sentó tratando de idear algún plan pero su madre apareció antes que cualquier idea.
-Vale, ¿qué es lo que quieres? ¿Ropa, dinero? – preguntó Lucía, a la que no se le escapaba ni una.
-En realidad… me preguntaba si me dejarías salir hoy…
-¿Hoy?
-Sí, hoy.
-¿A qué hora?
-Desde las nueve a… Bueno no sé hasta que hora.
-Esto no tendrá nada que ver con que sea San Valentín, ¿no? – había dicho que a Lucía no se le escapaba una, ¿verdad?
-No, claro que no.- el rojo de sus mejillas la delató, sin duda.
-Entiendo. Mmm… está bien pero…- siempre había un pero.- a la una te quiero en casa.
-Vale mamá. – y le dio un súper abrazo que le hizo reír.
Terminada la conversación llamó a Dani para confirmarle que podría ir fijo.
-Sé puntual, que si no mi madre no me dejará ir, – bromeó.- y además a la una me quiere en casa. Es algo más tarde que Cenicienta.
-Tranquila, iré en coche, no en calabaza.
-¿En coche?
-Sí, mis padres llegan de París a los ocho y no creo que tengan ganas de salir, así que es todo mío.
-¿De París? ¡Qué guay!
-¿Nunca has estado en París?
-No, pero está claro que me encantaría.
El resto de la tarde se preparó para salir. Cuando ya tenía el pelo liso se plantó delante del armario y empezó a decidir que llevar. ¿Pantalón largo? Desde luego que no. ¿La falda de flores? No, no y no. ¿El vestido negro de encaje? Tal vez. Debió pasar media hora hasta que por fin logró decidirse. Optó por un pantalón corto negro de encaje, camisa blanca semitransparente con sujetador negro, medias negras y esos botines negros de tacón imposible que tanto le gustaban. Como siempre, hacía demasiado frío fuera y tuvo que coger la chaqueta vaquera. Se dejó el pelo suelto, tal y como le gustaba a él, y se maquilló un poco, no demasiado, ella prefería más lo natural. Cuando por fin estuvo lista y contenta con el resultado miró el reloj, eran las 20:55 y Dani estaría a punto de llegar. Cogió el bolso de mano lleno de tachuelas plateadas, metió el móvil y el dinero y bajó.

Da vueltas alrededor del coche de su padre. Inexplicablemente está muy nervioso, esa chica debe de haberle calado. Se abre la puerta y el corazón se le sale del pecho, cuando comprueba que no es quien esperaba vuelve a su ritmo habitual. Da otra vuelta y se apoya en el capó del Mini rojo de su padre, ha sido una suerte que se lo haya prestado. Se mira en el cristal de la puerta y ve que su camisa rosa está descolocada. Se acerca a ella y se la coloca, luego se estira el jersey gris con coderas negras que le ha regalado su padre. Ahora está mucho mejor. Se frota las manos en el pantalón y, cuando está a punto de mirarse una segunda vez, la puerta vuelve abrirse. Y se queda boquiabierto con lo que ve. Cuando le había dicho que se pusiera guapa estaba bromeando, ella siempre lo iba, pero aquello superaba a cualquiera de las mil ideas que había tenido. Se da cuenta de que Ariana también lo mira de arriba abajo. Se detiene en su jersey, pasa por su pantalón negro y por último las Kawasaki. Se percata de que también lleva camisa y se detiene en ella. Uno, dos, tres segundos. Demasiado tiempo.
¿No le gustará? pensó Dani, pero ella enseguida lo sacó de dudas.
-Camisa rosa.- apuntó.
-¿Hay que arriesgar no?
-Pues has hecho bien arriesgando, estás genial.
-Si voy a tu lado tengo que estarlo.- ambos sonrieron.
-Tú sí que estás genial.- dijo él, dándose cuenta de lo cierto que eran aquellas palabras, y se dieron el primer, pero no último, beso de la noche.
Ambos se subieron al coche y arrancó. Él tenía muy claro a donde ir, ella no tenía ni la menor idea. Empezó a pensar e imaginar cual podría ser su destino, pero cuanto más pensaba más ideas se le ocurrían y menos claro lo tenía. Y de esta forma la duda y la curiosidad comenzaron a hacer mella en ella. Quiso preguntárselo, pero sabía que no le diría nada así que se lo ahorró.  Y sin previo aviso comenzó a sonar, Open road de Chris Brown.
-Bonito detalle.- dijo ella sonriente.
-¿El qué?
-Que hayas puesto una de mis canciones preferidas.- y sonrió. ¡Qué bien la conocía en tan poco tiempo!
Pasaron el resto del camino hablando, riendo y cantando. Nunca silencios incómodos.                                                  Unos veinte minutos después llegaron al restaurante. Por el letrero Ariana pudo deducir que se trataba de un restaurante japonés. La idea no le disgustaba. Por dentro aún le gustó más, la decoración era muy minimalista, en tonos blanco y negro y un par de cuadros de gusto exquisito. Mesas bajas adornadas con pequeños manteles individuales de bambú y sillones de la misma altura. Al otro lado unas cuentas mesas altas igualmente decoradas. Varios biombos separaban los dos espacios. Se sentaron y pidieron. La bebida no tardó en llegar.
-Tengo algo para ti. – dijo Dani sonriendo.
-¿Para mí?- preguntó ella realmente asombrada.
-Sí, espera. – se giró y empezó a buscar algo en el bolsillo de su chaqueta. Cuando lo encontró saco una pequeña caja envuelta en papel de regalo negro y un lazo dorado.- Toma.- dijo acercándole la cajita.
Cogió la caja y empezó a sacar el regalo, sin romper el papel. Dentro había una cajita de color rojo, la abrió y vio una cadena de plata de la caía una diminuta torre Eiffel del mismo material.
-Vaya.- susurró a la vez que, con la mayor delicadeza del mundo, como si tuviera miedo a romperla la pasaba entre sus dedos.- Es precioso.
-En cuanto me dijiste que te habría encantado ir a París no tuve ninguna duda, llamé a mis padres y les dije que me la trajeran. Sé que no es París pero…
-Pero es perfecto.- cogió de nuevo el colgante en sus manos agarrándolo por los extremos y dejó caer la diminuta torre. Volvió a mirarlo, sí, era perfecto.
-¿Te ayudo?- preguntó.
-Claro.- cogió el colgante de sus manos y le apartó el pelo hacia un lado. Sin querer sus dedos rozaron la piel de su cuello y se quedó así, sin moverse, un par de segundos más de los que habría necesitado observando su pelo, su piel y sintiendo su aroma. Cuando por fin logró reaccionar le puso el colgante y lo cerró. Le quedaba perfecto.
En ese instante Ariana se percató de que no tenía ningún regalo para él y empezó a sentirse mal por ese chico que se lo daba todo, y a quien no le daba nada.
-Lo siento, pero yo no he traído nada.- dijo tratando esquivar su mirada.
-Eh, no lo sientas.- le agarró la barbilla y colocó sus ojos a la altura de los suyos, obligándola así a mirarlo. Con solo mirarla la descifró por completo y pudo ver toda la culpabilidad que ahora había acumulado. -Estás aquí, es el mejor regalo que me podrías haber hecho.