martes, 27 de diciembre de 2011

Capítulo 20.

Me abrió la puerta él, tan guapo como siempre, con una camisa de cuadros y su eterna sonrisa. ¡Todavía no podía creer que estuviera conmigo! Días atrás estaba tan llena de dudas… y sin embargo ahora sabía que era feliz, no podía pedir nada mejor. Era una especie de sueño que esperaba que no se convirtiera jamás en pesadilla.
Fuimos hasta su ya conocido salón y nos sentamos en el, ya habitual, sofá rojo.

-¿Vives sólo?

-¿Cómo?

-Que si vives sólo, como nunca están tus padres…

-¡Ah, ya! – se rió.- ¡Ojalá! Pero no, lo que pasa es que trabajan y ya sabes que viajan bastante.

Miré a mi colgante. Sí, lo sabía. Gracias a ello tenía en el cuello aquella diminuta torre Eiffel que no me sacaba nunca.

-Estaría bien conocerlos.

-No tienes ni idea de lo que dices.

-¿Por? Tú ya conoces a mi madre.- se encogió de hombros.

-¿Palomitas?

-¡Venga!

Se fue a hacer las palomitas y me quedé sola en el salón. No me cansaba de observar cada rincón de la casa, todo estaba tan sumamente cuidado y ordenado, todo estaba elegido con un gusto exquisito, hasta las flores de los jarrones. Todo estaba en harmonía. Dani nunca me había dicho en que trabajan sus padres pero imaginé que para tener semejante casa no debería ser un trabajo cualquiera. Me detuve a examinar los libros de la estantería, demasiado serios, demasiado para adultos, y recordé que aún no había acabado con The Host por lo que mentalmente me dije que tendría que hacerlo un día de estos. Luego observé los cuadros, todos en tonos blancos, negros, grises y rojos y sin embargo completamente distintos unos de otros. No eran exactamente abstractos, pero tampoco parecían completamente realistas. A continuación vi el equipo de música y lo encendí. No había ningún CD dentro, así que puse la radio que estaba sintonizada en una cadena musical. Sonaba Carlos Jean y su Gimme the base.

-Así que husmeando en mis cosas, ¿eh? – dijo sonriendo.

No contaba con el tan pronto por lo que me asusté y di un saltito en el sitio.

-Yo…- noté que mis mejillas ya ardían.

-Es broma. Si pones la radio podré oírte cantar.

-Dudo mucho que lo hagas, yo sólo canto en la ducha.

-Pues si me lo pones difícil te meto dentro de ella.

-Si no te conociera bien te diría que no te atreves.

-¿Pero...?

-Pero como te conozco sé que sí lo harás.

-No lo dudaría ni un segundo.

Y echamos a reír, pero no consiguió hacer que cantara. No sé como conseguí librarme pero menos mal… ¿Cantar para él? ¡Qué vergüenza! Fijo que se reiría de mí, así que no, de ninguna manera tenía pensado cantar. Como le había dicho antes, yo sólo cantaba en la ducha; y además, cuando creía que nadie me oía. Recuerdo una vez en la que estaba duchándome tan tranquila, cantando Mi vida eres tú, de el Dragón. Y cuando salí del baño a mi querido y agradable padre no se le ocurrió nada más que decirme:

-Bonita canción.- y me puse tan roja como un tomate. ¡Eso que era mi padre!

Desde entonces si canto en la ducha o me aseguro de estar sola, o lo hago en el baño del piso de arriba ya que desde allí no se me escucha. Ya os había dicho yo que era muy vergonzosa.

-Tengo una idea,- dijo Dani.- tírame una palomita y yo la intento coger con la boca.

-Mi puntería no es muy buena…

-Prueba.

Cogí una palomita, cerré un ojo tratando de apuntar mejor y la lancé.

-¡Lo ves! No tienes tan mala puntería.

-Lo que pasa es que tú eres muy bueno manejando tu boca.- en cuanto dije eso me di cuenta de su doble interpretación y volví a sonrojarme, Dani en cambio se río.

-¡Eso no lo dudes! Venga, ahora al revés.

-Vale, pero espera.- me saqué el jersey, empezaba a tener calor.

-¿Lista? – asentí- ¡Va, cógela!

Lanzó la palomita, dio un par de giros en el aire, rebotó en mi barbilla y se deslizó por el interior de mi camisa.

-¡Joder, tú si que tienes mala puntería! – dije tratando de sacarme la palomita.

-O puede ser que manejes mal tu boca, por cierto ¿quieres que te ayude a sacarla? – le fulminé con la mirada.

-¿Con que manejo mal mi boca? – pregunté a la vez que me sacaba la palomita de la camisa.

-Sabes perfectamente que lo decía de coña, pero si te empeñas en demostrarme lo contrario no sabría decir que no…- se acercó a mi, pero le tapé la boca con mi mano.

-Yo no sé nada.- dije fingiendo indiferencia.

-Venga…

-Mmm… ¡no! – ahora ya lo hacía para fastidiarlo a él, y de paso reírme de su insistencia.

-Si quieres puedo enseñarte.- y aquello me arrancó una risotada. Pero esta vez sí me dejé hacer.

Y mientras comenzábamos a besarnos en la radio comenzaba a sonar una nueva canción.

Lying here with you so close to me, It’s hard to fight these feelings when it feels so hard to breathe. Caught up in this moment, caught up in your smile.
Y no se si fue la música, la letra o el momento pero los besos comenzaron a aumentar, a duplicarse y luego a triplicarse.
I never opened up to anyone. So hard to hold back when I’m holding you in my arms.
Y la ropa ya empezaba a sobrar, así que ¿para que perder el tiempo?
We don’t need to rush this. Let’s just take it slow.
Y sus manos rápidas sabían exactamente que hacer, sin embargo la mías eran más torpes. ¿Por qué coño no podía llevar una camiseta en lugar de camisa? 
Just a kiss on your lips in the moonlight, just a touch of the fire burning so bright. I don’t want to mess this thing up, I don’t want to push too far.
Y mis dedos, ligeramente temblorosos, comenzaron a desabotonar los botones de su camisa de cuadros. Noté que tenían prisa, no se podían quedar quietos. Tenían una misión y había que cumplirla.
Just a shot in the dark that you just might be the one I’ve been waiting for my whole life. So baby I’m alright with just a kiss goodnight.
Y una vez la camisa estuvo fuera las cosas ya empezaban a ser más fáciles. En el cuello empecé a notar miles y miles de pequeños besos, besos que hacían cosquillas. ¡Menuda sensación! Y aún así todo mi cuerpo me pedía más.
I know that if we give this a little time it’ll only bring us closer to the love we wanna find. It’s never felt so real, no it’s never felt so right.
Y la ropa siguió desapareciendo, ¿de verdad llevaba tanta? Entonces sus manos comenzaron a buscar algo en mi espalda desesperadamente. En aquel momento no estaba para pensar mucho, auque supe lo que buscaba.
-Se abre por delante.- dije en un hilo de voz.
El soltó algo parecido a “Joder”, pero a penas pude entenderle, seguía demasiado concentrada en su pantalón.
No I don’t want say goodnight. I know it’s time leave but you’ll be in my dreams…Tonight
Y cuando yo estaba a punto de conseguir desabrochar el último botón, el de su pantalón. Y él a punto de desabrocharme el sujetador sonó el timbre.
-Joder.- dijo, y esta vez si que pude entenderle. Se levantó y fue a abrir.
Yo estaba intentando salir del trance, aunque, extasiada como estaba resultaba difícil.
-¡Ariana! – gritó- Vístete, es mi madre.
-¿¡Qué!?
-¿No querías conocerla? Pues aquí la tienes.
-¿Tarda mucho?
-Bueno…- dijo mientras se ponía la camisa.- no trae las llaves así que aún tenemos tiempo.
Me apresuré a coger todo mi ropa y ponérmela. Intenté colocarme algo el pelo, pero todavía seguía alborotado. ¡Había estado tan cerca y tan lejos otra vez…!
Let’s do this right with just a kiss goodnight.
-¿Sabes? Estoy un poco nerviosa…
-¡Si mi madre es un cielo! El peor es mi padre.- y aquello me hizo sentir un poco mejor.
Entonces sonó el timbre y mi pulso se aceleró. ¿Por qué habría dicho que quería conocerla?
-Voy a abrir.- me sonrió.- Y relájate.
Me senté en el sofá sin saber que hacer con mis manos, ¡ahora mismo me sobraban! Así que empecé a tratar de alisarme el pelo con las manos.
-Mamá te presento a Ariana.- me giré, sonreí y la saludé con la mano.- Ariana, esta es mi madre.
Y esto era Just a kiss, la nueva canción de Lady Antebellum que ya se ha colado en nuestra lista…

martes, 20 de diciembre de 2011

Capítulo 19.

Puse la contraseña de mi tuenti y le di a entrar. Misteriosamente no se quedó trabado al cargar ni fue demasiado lento. Una petición de amistad y una foto con comentarios. Primero la foto. Era la que nos habíamos sacado en mi casa con Dani, cuando estaba enferma. El comentario era de Vero: “Aunque sólo sea por lo bien que sale Dani y la gracia que me hacen nuestros caretos va de principal” Tenía razón todas habíamos salido horribles: los ojos de Vero daban la impresión de que acaba de fumarse un buen porro, Erica estaba a punto de decir algo cuando se hizo la foto por lo que salió con la boca abierta y yo, dejando a un lado mi cara de enferma, salía muriéndome de la risa. Y ahí, en el medio de semejante cuadro, estaba Dani con su sonrisa resplandeciente.
Le di a Inicio y miré la petición de amistad: Marta Núñez. ¿Quién era esa? Ni idea. Entre en su perfil para ver si me podía hacer una idea de quien era y en su principal reconocí una horrible chaqueta roja. ¡No había duda de quien era esa Marta! Acepté y le mandé un privado: “¿Para qué me agregas?”
Diez minutos después ya tenía la respuesta, pero en lugar de por privado por el chat.

-Te agregué porque necesito tu ayuda.

-¿Qué te hace pensar que quiero ayudarte?

-Por favor, es importante. Necesito que me ayudes a vestir bien.

-¿Qué?

-Sí, es que hay un chico…

-Si es Jorge olvídate.

-¿Cómo lo sabes?

-Lo noté.

Seguimos hablando, principalmente de Jorge y no sabía si es que detrás de un ordenador se los bajaban los humos o la había juzgado en una primera impresión, pero no parecía la chica de aquella mañana. A pesar de que comenzaba a caerme casi bien no cedí ni un momento a su petición. ¿Cómo podía pensar que iba a ayudarla si a cambio fastidiaba a mi amiga? No, de ninguna manera.

-Pues aunque sólo sea por cambiar la imagen que todo tienen de mí gracias a tu amiga.- Tocada y hundida.

-¿Sólo será pasara eso?

-Sólo.

-Está bien, ¿cuándo nos vemos?

-¿Hoy te parece bien?

-Vale, lleva mucho dinero. ¡Nos vamos de compras!

Me sentía como la presentadora de ese programa de la MTV, Plain Jane. En él una superexperta en moda ayuda a chicas del montón, como dice ella, a cambiar física y mentalmente para conseguir gustarle al chico del que están enamoradas. Si le sacamos el objetivo final, y el cambio de mentalidad era exactamente lo mismo.
Me puse los primeros vaqueros que encontré, un camisa blanca, un jersey rojo con coderas y las All Star blancas. Si íbamos a estar caminando toda la tarde mejor ir cómoda. Cogí algo de dinero, por si acaso me caía algo a mi también y salí en dirección hacia donde habíamos quedado.

Cuando llegué la reconocía por su chaqueta roja. ¿Había dicho que era horrible no? Pues por si acaso lo repito: una horrible chaqueta roja. Me saludó y nos encaminamos hacia la primera tienda. Fueron unos minutos incómodos, se podía sentir, tocar y cortar la tensión. Nadie dijo nada para romper el hielo. Entramos en la primera tienda y decidimos que cada una eligiera un par de prendas, y en media hora nos reuníamos en el probador. Cogí un par de vestidos, una falda, un pantalón, y montones de camisetas y camisas. Y entonces vi el vestido perfecto para mí, de gasa y amarillo. Corrí a cogerlo, no fuera a ser que alguien se me adelantara, después me reuní con Marta.

-Pruébate lo tuyo primero.- le dije y obedeció. Nada de lo que veía me gustaba, sólo se salvaron un vaquero y un jersey amplio marrón. Ahora era mi turno. Justo cuando le estaba dando la ropa que había escogido para ELLA vio MI vestido.

-¡Es precioso!- y yo dije para mí “Lo sé pero es mío.”

-Ya…

-¡Muchas gracias por elegirlo para mí?- ¿¡Qué!?

-En realidad… - cuando vi la cara que se le estaba quedando no pude decir más que: - he pensado que podría quedarte bien.

Entró en el probador y mi vestido entró con ella. Cuando salió no podía creer lo que veía.

-Estás genial.

-Gracias.- contestó mirándose al espejo.

-A esto le falta algo, vengo ahora.- recorrí rápidamente la tienda buscando los zapatos que había visto antes.- Póntelos.

-Soy un poco altos, ¿no?

-Póntelos.

Me obedeció y se puso los tacones negros que le había llevado.

-Guau…- dijo y empezó a caminar hacía mí, pero le tambalearon los pies y se cayó tirándome a mí también al suelo. Seguido de la caída estallamos en carcajadas.

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Cargadas hasta arriba de bolsas, Marta con las suyas y yo con las de Marta, decidimos parar a tomar algo antes de volver a casa. La caída en la tienda había sido lo que había roto el hielo y ahora parecíamos amigas de toda la vida.

-Creo que me tomaré un chocolate caliente.- comentó mientras se tiraba en el sillón y suspiraba.

-Estoy de acuerdo contigo.

Pedimos y enseguida nos sirvieron.

-Ahora,- comencé a decir- el siguiente paso es cambiar el abrigo que llevas ahora por éste.

Y saqué de la bolsa un abrigo cruzado, color crema con un par de rallas grises al fondo. Ella me obedeció y se cambió el abrigo.

-Mucho mejor.- y sonreí.

Seguimos hablando un buen rato, no sé de donde sacábamos los temas porque hasta hacía unas horas ni hablábamos, pero en cierto modo era agradable. Todo eso me había enseñado que no debía juzgar a las personas por la primera apariencia, y la aparente soberbia de Marta no había vuelto a aparecer. Estábamos riendo cuando me llegó un mensaje. Cogí el móvil y lo miré.

-¡Yo quiero tu móvil! – dijo Marta.

-Lo mío me ha costado tenerlo.

Abrí el mensaje, era de Dani:
 “Hace tiempo que no te veo, ¿cuándo lo volveré a hacer?”
Sonreí y Marta se dio cuenta.

-Fijo que es tu novio.- y mi nueva sonrisa me delató.- Va en segundo, ¿no? Se llama… ¡ah, si! Dani. ¡Está buenísimo!

-Sigo aquí, ¿sabes?

-Perdona,- dijo toda roja- es que hacéis muy buena pareja.

La que se puso roja ahora, fui yo. Le di a responder y escribí:

“¡Pero si aún nos vimos a la mañana! Aunque da igual, ¿dónde estás?”

Lo envié y no tardo nada en responder.

“En mi casa”

“En una rato estoy allí” respondí.

-Lo siento pero me tengo que ir.

-Tu novio te reclama ¿eh?

-Algo así.

-Bueno, pues muchísimas gracias y a ver si volvemos a hablar. Lo he pasado muy bien contigo.

-Yo también y, por cierto, acuérdate de tu promesa.

-Lo sé, lo sé. Nada de esto es por Jorge.

-Espero que lo digas enserio.

Y tras haberle advertido que mantuviera su promesa me fui, dando por terminada aquella extraña tarde de compras, sin saber la de cosas que iban a pasar a continuación.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Capítulo 18.

Era la segundo hora de la mañana y tenía el examen de literatura. Recorrí los pasillos a toda velocidad, no era plan de llegar tarde. Llegué antes que el profesor, me senté al lado de Laura y saqué el libro tratando de aprovechar aquellos últimos minutos para repasar el tema. A penas había acabado de leer la primera página cuando llegó el profesor, nos entregó el examen y el tiempo empezó a correr.
Primera pregunta, características del Romanticismo. Bueno, esa me la sabía. Empecé a rellenar el examen con todo lo que sabía y lo que me podía ir inventando. Cuando llegué a la última me quedé paralizada. Gustavo Adolfo Bécquer. Era incapaz de recordar algo que no fuera a Dani, Dani leyendo su poesía, Dani besándome y por más que me esforzaba mi cabeza sólo tenía espacio para Dani. Quedaban sólo diez minutos de clase y no podía contestar la última pregunta, noté la mirada de Laura puesta sobre mí.
-Dime la diez.- susurré.
-Es un poco larga…
-Resume, que yo ya añado.
Y así con su ayuda pude, en menos de diez minutos, contestar medianamente bien la pregunta. Sonó el timbre.
-Bolígrafos encima de la mesa.- dijo el profesor mientras empezaba a recoger los exámenes.- ¡Silencio!
Cuando toda la clase estuvo sin examen pudimos salir.
-¡No me puedo creer que no te estudiaras a Bécquer! – dijo Laura.
-Lo estudié con Dani, pero me quedé en blanco.
-Me debes una.
-Te debo una.
Y nos separamos, cada una para su clase. La hora de francés se pasó más o menos rápido. Perdimos bastante tiempo intentando que Adrián Iglesias consiguiera pronunciar adecuadamente una frase, ya que por mucho que la profesora se lo repitiera él era incapaz de reproducirlo. Finalmente la profesora lo dio por imposible. Sonó el timbre, cogí mis cosas y salí acompañada de Leire, una chica de mi clase de francés que me caía bastante bien.
-¿Al final, para cuando queda el examen?- preguntó.
-Para el lunes.
-Sin fallo, es bastante fácil.
Entonces escuchamos una serie de gritos en el pasillo.
-¿Qué ha sido eso?- pregunté yo esta vez.
-Ni idea.
Seguimos avanzando por el pasillo y los gritos se intensificaron.
-…no por favor.
-¡Déjalo ya!
Y por fin llegamos a la fuente de los gritos, Laura y Jorge.
-¡No ves que no puedo dejarlo!
-¡Pues déjame a mí!
Poco a poco se fue formando un corrillo a su alrededor y los ojos de ella humedeciéndose. Podía escuchar como se decía a si misma “No llores, no llores” y notaba lo difícil que ahora mismo se le hacía conseguirlo.
-¡Es que tampoco puedo, joder! ¿No puedes ver que lo siento? ¿No puedes ver que me arrepiento?
-Puedo verlo pero eso no cambia nada.
-Pero yo te quiero.- se le quebró la voz.
-Pero yo he empezado a dudarlo.
Y se fue, dejándola allí sola, destrozada y completamente paralizada. El corrillo empezó a disolverse aunque aún quedaban unos pocos curiosos, yo me acerqué a mi amiga. La abracé y al acercarla a mí noté que estaba sollozando.
-Eh, ya está ¿vale?
-¿Lo has visto? – dijo tratando de vocalizar, pero le temblaba la voz.
-Sí.
-¿Todo?
-Más o menos.
-Soy tonta, ¿verdad?
-No digas eso.
-Pero es verdad, no debería haberlo intentado. Está claro que no hay nada que hacer.
Y tras decir esto se apretó más a mí y nuestro abrazo se intensificó y se le formó una sonrisa, diminuta pero era una sonrisa, en la cara. Eso me recordó a esta frase: “Un día el amor le preguntó a la amistad: ¿Para que existes tú si estoy yo? La amistad le respondió: Para dejar una sonrisa donde tú dejaste una lágrima”
Se enjugó las lágrimas.
-Menos mal que no me he puesto rímel.
Y tras otro abrazo y un “Ahora sólo puedes empezar a subir” nos despedimos y nos fuimos a nuestra siguiente clase pero mi cabeza estaba en todo menos en los libros. Si Dani estuviera aquí ahora sabría hacerme sentir bien, sabría calmarme e incluso sabría sacarme una sonrisa. Un “No te preocupes, todo se arreglará” de su boca sería suficiente, y aunque realmente no me lo creyera bastaría para olvidarlo. Dani era así.
Al final de la mañana todo el instituto se había enterado de lo ocurrido, aunque la mayoría lo había hecho con pequeñas modificaciones de la versión real. Así eran el boca a boca y los rumores pero a Laura no parecía importarle demasiado.
-¡Ya me he enterado de todo! – dijo Erica cuando salió de clase.
-¿Qué viene siendo ese todo?
-De lo de Laura.
-Ah.- contestó la aludida.
-¿Es verdad que te pusiste de rodillas suplicándole?
-¿Qué? ¡No!
-Pues es lo que me acaban de contar.
-¿Quién? – dijo Vero.
-Marta, esa de allí.- señaló a la tal Marta.
-Se va a enterar esa.- dijo Vero entre dientes a la vez que se acercaba a ella.
Con los dedos de las manos cerrados en puños salvó la distancia que nos separaba y de su boca no paraban de salir maldiciones mezcladas con palabrotas. Cuando se colocó detrás de ella carraspeó y con el dedo índice le dio dos leves toquecitos en el hombro, suficientes para que ella se girara.
-¿Qué quieres?- dijo con una soberbia impresionante lo que hizo que me callera mal sin conocerla. Llevaba unos pantalones pitillo rosas con una horrible chaqueta roja que impedía que se viera su camiseta. “Fijo que también es horrible” pensé. Por último para completarlo llevaba unas francesitas rojas a juego con la chaqueta. “¿Quién coño lleva rosa con rojo?”
-¿Te importaría repetirme lo que le has contado a todo el mundo sobre mi amiga- recalcó esas palabras- Laura?- pidió muy amablemente pero su cara era todo lo contrario a amabilidad.
-Pues…- la soberbia había sido intercambiada por una especie de nerviosismo.- pues…
-¡Oh, vamos que no tengo todo el día!
-Pues me contaron que…- la interrumpió.
-¿Ah qué no lo viste tú?- se apresuró a negar con la cabeza.-Sigue por favor.
Para entonces ya había un montón de gente pendiente de ellas.
-Me contaron que se había arrodillado delante de Jorge- los ojos le brillaron al decir su nombre- y le había suplicado que no la dejara pero no le sirvió de nada.
-¿Y si te dijera que todo es mentira?
-¿Todo?- su cara se ensombreció.
-Sí, todo.
-Vaya…- dijo en un susurro pero Vero la escuchó.
-¿Qué has dicho?
-No, nada.
-Bien, pues yo ya me voy. Espero que hayas aprendido algo.- asintió.- ¿Y qué has aprendido?
A su grupo de amigas se les escapó alguna risilla que otra.
-Que los rumores no son buenos.
-¿Y…?
-Que no debo continuarlos.
-Veo que aprendes rápido.- estuvo a punto de agitarle el flequillo pero se contuvo, ya la había humillado demasiado.- ¡Hasta luego!
Supe por la cara de susto que se le había quedado a Marta que esperaba que fuera un adiós para siempre y no un hasta luego. Pero cuando creía que todo había pasado a Vero le apeteció darse la vuelta y añadir una última cosa a grito pelado.
-¡Por cierto, el rojo y el rosa no pegan!- no, no la había humillado suficiente y todos los espectadores, incluidas sus amigas aunque de forma más silenciosa, echaron a reír.
-Reconozco que en ciertos momentos he sentido miedo por esa chica.- dijo Erica cuando Vero llegó.
-¿Y qué? Se lo tenía merecido, con Laura ni Dios.
-¿Tú has visto que nerviosa estaba?- volvió a preocuparse Erica.
-¡Normal, con esta delante!- repuse.
-Yo diría, Laura, que te ha salido una competidora.- comentó Vero.
-¿Cómo?
-Cuando le he dicho que absolutamente todo era mentira se puso triste y cuando habló de Jorge demasiado contenta. Yo lo veo claro.
-Yo también veo claro que puede seguir soñando. Jorge sólo tiene ojos para ti.- dijo Erica.
-Pues me acaba de decir que ha empezado a dudarlo.
Vi a Dani salir del instituto.
-Me tengo que ir, nos vemos.
-Adiós.
Y eché a andar hacia él, ¡cómo me apetecía darle un abrazo! Así que aceleré más el paso y casi me lo llevó por delante en un intento de combinar el freno y el abrazo.
-¡Qué efusividad!
-Efusividad es mi segundo nombre.
-Es un nombre algo raro, ¿no crees?
-No es raro, es especial.
-Entonces me gusta para ti.- sonreí y lo solté.
-¿Qué haces hoy?
-Pues no demasiado ¿por?
-Te timbro a las cinco y me llevas a dar una vuelta, ¿vale?
-Eso está hecho.- y sonrío con solamente él podía hacerlo.
Le agarré de la chaqueta y lo atraje hacía mí. Me puse de puntillas, acerqué mi cara a la suya y tras un interminable segundo lo besé. Por primera vez era yo quien tomaba la iniciativa, no la que simplemente aceptaba propuestas, no la que recibía los besos. ¡Ahora era yo quien los daba! Tal vez el darme cuenta, a partir de Laura y Jorge, de que nada es para siempre me hiciera ver que si quiero conservar algo debo cuidarlo, no esperar que él lo haga de mí. Tal vez simplemente fuera que mis sentimientos hacía Dani habían cambiado, que ahora lo quería como tenía que quererlo.
-No sé que has hecho con la vieja Ariana,- dijo al terminar el beso.- pero la nueva me encanta.
Y volví a ser yo quien besaba y él quien recibía.