martes, 27 de diciembre de 2011

Capítulo 20.

Me abrió la puerta él, tan guapo como siempre, con una camisa de cuadros y su eterna sonrisa. ¡Todavía no podía creer que estuviera conmigo! Días atrás estaba tan llena de dudas… y sin embargo ahora sabía que era feliz, no podía pedir nada mejor. Era una especie de sueño que esperaba que no se convirtiera jamás en pesadilla.
Fuimos hasta su ya conocido salón y nos sentamos en el, ya habitual, sofá rojo.

-¿Vives sólo?

-¿Cómo?

-Que si vives sólo, como nunca están tus padres…

-¡Ah, ya! – se rió.- ¡Ojalá! Pero no, lo que pasa es que trabajan y ya sabes que viajan bastante.

Miré a mi colgante. Sí, lo sabía. Gracias a ello tenía en el cuello aquella diminuta torre Eiffel que no me sacaba nunca.

-Estaría bien conocerlos.

-No tienes ni idea de lo que dices.

-¿Por? Tú ya conoces a mi madre.- se encogió de hombros.

-¿Palomitas?

-¡Venga!

Se fue a hacer las palomitas y me quedé sola en el salón. No me cansaba de observar cada rincón de la casa, todo estaba tan sumamente cuidado y ordenado, todo estaba elegido con un gusto exquisito, hasta las flores de los jarrones. Todo estaba en harmonía. Dani nunca me había dicho en que trabajan sus padres pero imaginé que para tener semejante casa no debería ser un trabajo cualquiera. Me detuve a examinar los libros de la estantería, demasiado serios, demasiado para adultos, y recordé que aún no había acabado con The Host por lo que mentalmente me dije que tendría que hacerlo un día de estos. Luego observé los cuadros, todos en tonos blancos, negros, grises y rojos y sin embargo completamente distintos unos de otros. No eran exactamente abstractos, pero tampoco parecían completamente realistas. A continuación vi el equipo de música y lo encendí. No había ningún CD dentro, así que puse la radio que estaba sintonizada en una cadena musical. Sonaba Carlos Jean y su Gimme the base.

-Así que husmeando en mis cosas, ¿eh? – dijo sonriendo.

No contaba con el tan pronto por lo que me asusté y di un saltito en el sitio.

-Yo…- noté que mis mejillas ya ardían.

-Es broma. Si pones la radio podré oírte cantar.

-Dudo mucho que lo hagas, yo sólo canto en la ducha.

-Pues si me lo pones difícil te meto dentro de ella.

-Si no te conociera bien te diría que no te atreves.

-¿Pero...?

-Pero como te conozco sé que sí lo harás.

-No lo dudaría ni un segundo.

Y echamos a reír, pero no consiguió hacer que cantara. No sé como conseguí librarme pero menos mal… ¿Cantar para él? ¡Qué vergüenza! Fijo que se reiría de mí, así que no, de ninguna manera tenía pensado cantar. Como le había dicho antes, yo sólo cantaba en la ducha; y además, cuando creía que nadie me oía. Recuerdo una vez en la que estaba duchándome tan tranquila, cantando Mi vida eres tú, de el Dragón. Y cuando salí del baño a mi querido y agradable padre no se le ocurrió nada más que decirme:

-Bonita canción.- y me puse tan roja como un tomate. ¡Eso que era mi padre!

Desde entonces si canto en la ducha o me aseguro de estar sola, o lo hago en el baño del piso de arriba ya que desde allí no se me escucha. Ya os había dicho yo que era muy vergonzosa.

-Tengo una idea,- dijo Dani.- tírame una palomita y yo la intento coger con la boca.

-Mi puntería no es muy buena…

-Prueba.

Cogí una palomita, cerré un ojo tratando de apuntar mejor y la lancé.

-¡Lo ves! No tienes tan mala puntería.

-Lo que pasa es que tú eres muy bueno manejando tu boca.- en cuanto dije eso me di cuenta de su doble interpretación y volví a sonrojarme, Dani en cambio se río.

-¡Eso no lo dudes! Venga, ahora al revés.

-Vale, pero espera.- me saqué el jersey, empezaba a tener calor.

-¿Lista? – asentí- ¡Va, cógela!

Lanzó la palomita, dio un par de giros en el aire, rebotó en mi barbilla y se deslizó por el interior de mi camisa.

-¡Joder, tú si que tienes mala puntería! – dije tratando de sacarme la palomita.

-O puede ser que manejes mal tu boca, por cierto ¿quieres que te ayude a sacarla? – le fulminé con la mirada.

-¿Con que manejo mal mi boca? – pregunté a la vez que me sacaba la palomita de la camisa.

-Sabes perfectamente que lo decía de coña, pero si te empeñas en demostrarme lo contrario no sabría decir que no…- se acercó a mi, pero le tapé la boca con mi mano.

-Yo no sé nada.- dije fingiendo indiferencia.

-Venga…

-Mmm… ¡no! – ahora ya lo hacía para fastidiarlo a él, y de paso reírme de su insistencia.

-Si quieres puedo enseñarte.- y aquello me arrancó una risotada. Pero esta vez sí me dejé hacer.

Y mientras comenzábamos a besarnos en la radio comenzaba a sonar una nueva canción.

Lying here with you so close to me, It’s hard to fight these feelings when it feels so hard to breathe. Caught up in this moment, caught up in your smile.
Y no se si fue la música, la letra o el momento pero los besos comenzaron a aumentar, a duplicarse y luego a triplicarse.
I never opened up to anyone. So hard to hold back when I’m holding you in my arms.
Y la ropa ya empezaba a sobrar, así que ¿para que perder el tiempo?
We don’t need to rush this. Let’s just take it slow.
Y sus manos rápidas sabían exactamente que hacer, sin embargo la mías eran más torpes. ¿Por qué coño no podía llevar una camiseta en lugar de camisa? 
Just a kiss on your lips in the moonlight, just a touch of the fire burning so bright. I don’t want to mess this thing up, I don’t want to push too far.
Y mis dedos, ligeramente temblorosos, comenzaron a desabotonar los botones de su camisa de cuadros. Noté que tenían prisa, no se podían quedar quietos. Tenían una misión y había que cumplirla.
Just a shot in the dark that you just might be the one I’ve been waiting for my whole life. So baby I’m alright with just a kiss goodnight.
Y una vez la camisa estuvo fuera las cosas ya empezaban a ser más fáciles. En el cuello empecé a notar miles y miles de pequeños besos, besos que hacían cosquillas. ¡Menuda sensación! Y aún así todo mi cuerpo me pedía más.
I know that if we give this a little time it’ll only bring us closer to the love we wanna find. It’s never felt so real, no it’s never felt so right.
Y la ropa siguió desapareciendo, ¿de verdad llevaba tanta? Entonces sus manos comenzaron a buscar algo en mi espalda desesperadamente. En aquel momento no estaba para pensar mucho, auque supe lo que buscaba.
-Se abre por delante.- dije en un hilo de voz.
El soltó algo parecido a “Joder”, pero a penas pude entenderle, seguía demasiado concentrada en su pantalón.
No I don’t want say goodnight. I know it’s time leave but you’ll be in my dreams…Tonight
Y cuando yo estaba a punto de conseguir desabrochar el último botón, el de su pantalón. Y él a punto de desabrocharme el sujetador sonó el timbre.
-Joder.- dijo, y esta vez si que pude entenderle. Se levantó y fue a abrir.
Yo estaba intentando salir del trance, aunque, extasiada como estaba resultaba difícil.
-¡Ariana! – gritó- Vístete, es mi madre.
-¿¡Qué!?
-¿No querías conocerla? Pues aquí la tienes.
-¿Tarda mucho?
-Bueno…- dijo mientras se ponía la camisa.- no trae las llaves así que aún tenemos tiempo.
Me apresuré a coger todo mi ropa y ponérmela. Intenté colocarme algo el pelo, pero todavía seguía alborotado. ¡Había estado tan cerca y tan lejos otra vez…!
Let’s do this right with just a kiss goodnight.
-¿Sabes? Estoy un poco nerviosa…
-¡Si mi madre es un cielo! El peor es mi padre.- y aquello me hizo sentir un poco mejor.
Entonces sonó el timbre y mi pulso se aceleró. ¿Por qué habría dicho que quería conocerla?
-Voy a abrir.- me sonrió.- Y relájate.
Me senté en el sofá sin saber que hacer con mis manos, ¡ahora mismo me sobraban! Así que empecé a tratar de alisarme el pelo con las manos.
-Mamá te presento a Ariana.- me giré, sonreí y la saludé con la mano.- Ariana, esta es mi madre.
Y esto era Just a kiss, la nueva canción de Lady Antebellum que ya se ha colado en nuestra lista…

martes, 20 de diciembre de 2011

Capítulo 19.

Puse la contraseña de mi tuenti y le di a entrar. Misteriosamente no se quedó trabado al cargar ni fue demasiado lento. Una petición de amistad y una foto con comentarios. Primero la foto. Era la que nos habíamos sacado en mi casa con Dani, cuando estaba enferma. El comentario era de Vero: “Aunque sólo sea por lo bien que sale Dani y la gracia que me hacen nuestros caretos va de principal” Tenía razón todas habíamos salido horribles: los ojos de Vero daban la impresión de que acaba de fumarse un buen porro, Erica estaba a punto de decir algo cuando se hizo la foto por lo que salió con la boca abierta y yo, dejando a un lado mi cara de enferma, salía muriéndome de la risa. Y ahí, en el medio de semejante cuadro, estaba Dani con su sonrisa resplandeciente.
Le di a Inicio y miré la petición de amistad: Marta Núñez. ¿Quién era esa? Ni idea. Entre en su perfil para ver si me podía hacer una idea de quien era y en su principal reconocí una horrible chaqueta roja. ¡No había duda de quien era esa Marta! Acepté y le mandé un privado: “¿Para qué me agregas?”
Diez minutos después ya tenía la respuesta, pero en lugar de por privado por el chat.

-Te agregué porque necesito tu ayuda.

-¿Qué te hace pensar que quiero ayudarte?

-Por favor, es importante. Necesito que me ayudes a vestir bien.

-¿Qué?

-Sí, es que hay un chico…

-Si es Jorge olvídate.

-¿Cómo lo sabes?

-Lo noté.

Seguimos hablando, principalmente de Jorge y no sabía si es que detrás de un ordenador se los bajaban los humos o la había juzgado en una primera impresión, pero no parecía la chica de aquella mañana. A pesar de que comenzaba a caerme casi bien no cedí ni un momento a su petición. ¿Cómo podía pensar que iba a ayudarla si a cambio fastidiaba a mi amiga? No, de ninguna manera.

-Pues aunque sólo sea por cambiar la imagen que todo tienen de mí gracias a tu amiga.- Tocada y hundida.

-¿Sólo será pasara eso?

-Sólo.

-Está bien, ¿cuándo nos vemos?

-¿Hoy te parece bien?

-Vale, lleva mucho dinero. ¡Nos vamos de compras!

Me sentía como la presentadora de ese programa de la MTV, Plain Jane. En él una superexperta en moda ayuda a chicas del montón, como dice ella, a cambiar física y mentalmente para conseguir gustarle al chico del que están enamoradas. Si le sacamos el objetivo final, y el cambio de mentalidad era exactamente lo mismo.
Me puse los primeros vaqueros que encontré, un camisa blanca, un jersey rojo con coderas y las All Star blancas. Si íbamos a estar caminando toda la tarde mejor ir cómoda. Cogí algo de dinero, por si acaso me caía algo a mi también y salí en dirección hacia donde habíamos quedado.

Cuando llegué la reconocía por su chaqueta roja. ¿Había dicho que era horrible no? Pues por si acaso lo repito: una horrible chaqueta roja. Me saludó y nos encaminamos hacia la primera tienda. Fueron unos minutos incómodos, se podía sentir, tocar y cortar la tensión. Nadie dijo nada para romper el hielo. Entramos en la primera tienda y decidimos que cada una eligiera un par de prendas, y en media hora nos reuníamos en el probador. Cogí un par de vestidos, una falda, un pantalón, y montones de camisetas y camisas. Y entonces vi el vestido perfecto para mí, de gasa y amarillo. Corrí a cogerlo, no fuera a ser que alguien se me adelantara, después me reuní con Marta.

-Pruébate lo tuyo primero.- le dije y obedeció. Nada de lo que veía me gustaba, sólo se salvaron un vaquero y un jersey amplio marrón. Ahora era mi turno. Justo cuando le estaba dando la ropa que había escogido para ELLA vio MI vestido.

-¡Es precioso!- y yo dije para mí “Lo sé pero es mío.”

-Ya…

-¡Muchas gracias por elegirlo para mí?- ¿¡Qué!?

-En realidad… - cuando vi la cara que se le estaba quedando no pude decir más que: - he pensado que podría quedarte bien.

Entró en el probador y mi vestido entró con ella. Cuando salió no podía creer lo que veía.

-Estás genial.

-Gracias.- contestó mirándose al espejo.

-A esto le falta algo, vengo ahora.- recorrí rápidamente la tienda buscando los zapatos que había visto antes.- Póntelos.

-Soy un poco altos, ¿no?

-Póntelos.

Me obedeció y se puso los tacones negros que le había llevado.

-Guau…- dijo y empezó a caminar hacía mí, pero le tambalearon los pies y se cayó tirándome a mí también al suelo. Seguido de la caída estallamos en carcajadas.

**********************************************************************

Cargadas hasta arriba de bolsas, Marta con las suyas y yo con las de Marta, decidimos parar a tomar algo antes de volver a casa. La caída en la tienda había sido lo que había roto el hielo y ahora parecíamos amigas de toda la vida.

-Creo que me tomaré un chocolate caliente.- comentó mientras se tiraba en el sillón y suspiraba.

-Estoy de acuerdo contigo.

Pedimos y enseguida nos sirvieron.

-Ahora,- comencé a decir- el siguiente paso es cambiar el abrigo que llevas ahora por éste.

Y saqué de la bolsa un abrigo cruzado, color crema con un par de rallas grises al fondo. Ella me obedeció y se cambió el abrigo.

-Mucho mejor.- y sonreí.

Seguimos hablando un buen rato, no sé de donde sacábamos los temas porque hasta hacía unas horas ni hablábamos, pero en cierto modo era agradable. Todo eso me había enseñado que no debía juzgar a las personas por la primera apariencia, y la aparente soberbia de Marta no había vuelto a aparecer. Estábamos riendo cuando me llegó un mensaje. Cogí el móvil y lo miré.

-¡Yo quiero tu móvil! – dijo Marta.

-Lo mío me ha costado tenerlo.

Abrí el mensaje, era de Dani:
 “Hace tiempo que no te veo, ¿cuándo lo volveré a hacer?”
Sonreí y Marta se dio cuenta.

-Fijo que es tu novio.- y mi nueva sonrisa me delató.- Va en segundo, ¿no? Se llama… ¡ah, si! Dani. ¡Está buenísimo!

-Sigo aquí, ¿sabes?

-Perdona,- dijo toda roja- es que hacéis muy buena pareja.

La que se puso roja ahora, fui yo. Le di a responder y escribí:

“¡Pero si aún nos vimos a la mañana! Aunque da igual, ¿dónde estás?”

Lo envié y no tardo nada en responder.

“En mi casa”

“En una rato estoy allí” respondí.

-Lo siento pero me tengo que ir.

-Tu novio te reclama ¿eh?

-Algo así.

-Bueno, pues muchísimas gracias y a ver si volvemos a hablar. Lo he pasado muy bien contigo.

-Yo también y, por cierto, acuérdate de tu promesa.

-Lo sé, lo sé. Nada de esto es por Jorge.

-Espero que lo digas enserio.

Y tras haberle advertido que mantuviera su promesa me fui, dando por terminada aquella extraña tarde de compras, sin saber la de cosas que iban a pasar a continuación.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Capítulo 18.

Era la segundo hora de la mañana y tenía el examen de literatura. Recorrí los pasillos a toda velocidad, no era plan de llegar tarde. Llegué antes que el profesor, me senté al lado de Laura y saqué el libro tratando de aprovechar aquellos últimos minutos para repasar el tema. A penas había acabado de leer la primera página cuando llegó el profesor, nos entregó el examen y el tiempo empezó a correr.
Primera pregunta, características del Romanticismo. Bueno, esa me la sabía. Empecé a rellenar el examen con todo lo que sabía y lo que me podía ir inventando. Cuando llegué a la última me quedé paralizada. Gustavo Adolfo Bécquer. Era incapaz de recordar algo que no fuera a Dani, Dani leyendo su poesía, Dani besándome y por más que me esforzaba mi cabeza sólo tenía espacio para Dani. Quedaban sólo diez minutos de clase y no podía contestar la última pregunta, noté la mirada de Laura puesta sobre mí.
-Dime la diez.- susurré.
-Es un poco larga…
-Resume, que yo ya añado.
Y así con su ayuda pude, en menos de diez minutos, contestar medianamente bien la pregunta. Sonó el timbre.
-Bolígrafos encima de la mesa.- dijo el profesor mientras empezaba a recoger los exámenes.- ¡Silencio!
Cuando toda la clase estuvo sin examen pudimos salir.
-¡No me puedo creer que no te estudiaras a Bécquer! – dijo Laura.
-Lo estudié con Dani, pero me quedé en blanco.
-Me debes una.
-Te debo una.
Y nos separamos, cada una para su clase. La hora de francés se pasó más o menos rápido. Perdimos bastante tiempo intentando que Adrián Iglesias consiguiera pronunciar adecuadamente una frase, ya que por mucho que la profesora se lo repitiera él era incapaz de reproducirlo. Finalmente la profesora lo dio por imposible. Sonó el timbre, cogí mis cosas y salí acompañada de Leire, una chica de mi clase de francés que me caía bastante bien.
-¿Al final, para cuando queda el examen?- preguntó.
-Para el lunes.
-Sin fallo, es bastante fácil.
Entonces escuchamos una serie de gritos en el pasillo.
-¿Qué ha sido eso?- pregunté yo esta vez.
-Ni idea.
Seguimos avanzando por el pasillo y los gritos se intensificaron.
-…no por favor.
-¡Déjalo ya!
Y por fin llegamos a la fuente de los gritos, Laura y Jorge.
-¡No ves que no puedo dejarlo!
-¡Pues déjame a mí!
Poco a poco se fue formando un corrillo a su alrededor y los ojos de ella humedeciéndose. Podía escuchar como se decía a si misma “No llores, no llores” y notaba lo difícil que ahora mismo se le hacía conseguirlo.
-¡Es que tampoco puedo, joder! ¿No puedes ver que lo siento? ¿No puedes ver que me arrepiento?
-Puedo verlo pero eso no cambia nada.
-Pero yo te quiero.- se le quebró la voz.
-Pero yo he empezado a dudarlo.
Y se fue, dejándola allí sola, destrozada y completamente paralizada. El corrillo empezó a disolverse aunque aún quedaban unos pocos curiosos, yo me acerqué a mi amiga. La abracé y al acercarla a mí noté que estaba sollozando.
-Eh, ya está ¿vale?
-¿Lo has visto? – dijo tratando de vocalizar, pero le temblaba la voz.
-Sí.
-¿Todo?
-Más o menos.
-Soy tonta, ¿verdad?
-No digas eso.
-Pero es verdad, no debería haberlo intentado. Está claro que no hay nada que hacer.
Y tras decir esto se apretó más a mí y nuestro abrazo se intensificó y se le formó una sonrisa, diminuta pero era una sonrisa, en la cara. Eso me recordó a esta frase: “Un día el amor le preguntó a la amistad: ¿Para que existes tú si estoy yo? La amistad le respondió: Para dejar una sonrisa donde tú dejaste una lágrima”
Se enjugó las lágrimas.
-Menos mal que no me he puesto rímel.
Y tras otro abrazo y un “Ahora sólo puedes empezar a subir” nos despedimos y nos fuimos a nuestra siguiente clase pero mi cabeza estaba en todo menos en los libros. Si Dani estuviera aquí ahora sabría hacerme sentir bien, sabría calmarme e incluso sabría sacarme una sonrisa. Un “No te preocupes, todo se arreglará” de su boca sería suficiente, y aunque realmente no me lo creyera bastaría para olvidarlo. Dani era así.
Al final de la mañana todo el instituto se había enterado de lo ocurrido, aunque la mayoría lo había hecho con pequeñas modificaciones de la versión real. Así eran el boca a boca y los rumores pero a Laura no parecía importarle demasiado.
-¡Ya me he enterado de todo! – dijo Erica cuando salió de clase.
-¿Qué viene siendo ese todo?
-De lo de Laura.
-Ah.- contestó la aludida.
-¿Es verdad que te pusiste de rodillas suplicándole?
-¿Qué? ¡No!
-Pues es lo que me acaban de contar.
-¿Quién? – dijo Vero.
-Marta, esa de allí.- señaló a la tal Marta.
-Se va a enterar esa.- dijo Vero entre dientes a la vez que se acercaba a ella.
Con los dedos de las manos cerrados en puños salvó la distancia que nos separaba y de su boca no paraban de salir maldiciones mezcladas con palabrotas. Cuando se colocó detrás de ella carraspeó y con el dedo índice le dio dos leves toquecitos en el hombro, suficientes para que ella se girara.
-¿Qué quieres?- dijo con una soberbia impresionante lo que hizo que me callera mal sin conocerla. Llevaba unos pantalones pitillo rosas con una horrible chaqueta roja que impedía que se viera su camiseta. “Fijo que también es horrible” pensé. Por último para completarlo llevaba unas francesitas rojas a juego con la chaqueta. “¿Quién coño lleva rosa con rojo?”
-¿Te importaría repetirme lo que le has contado a todo el mundo sobre mi amiga- recalcó esas palabras- Laura?- pidió muy amablemente pero su cara era todo lo contrario a amabilidad.
-Pues…- la soberbia había sido intercambiada por una especie de nerviosismo.- pues…
-¡Oh, vamos que no tengo todo el día!
-Pues me contaron que…- la interrumpió.
-¿Ah qué no lo viste tú?- se apresuró a negar con la cabeza.-Sigue por favor.
Para entonces ya había un montón de gente pendiente de ellas.
-Me contaron que se había arrodillado delante de Jorge- los ojos le brillaron al decir su nombre- y le había suplicado que no la dejara pero no le sirvió de nada.
-¿Y si te dijera que todo es mentira?
-¿Todo?- su cara se ensombreció.
-Sí, todo.
-Vaya…- dijo en un susurro pero Vero la escuchó.
-¿Qué has dicho?
-No, nada.
-Bien, pues yo ya me voy. Espero que hayas aprendido algo.- asintió.- ¿Y qué has aprendido?
A su grupo de amigas se les escapó alguna risilla que otra.
-Que los rumores no son buenos.
-¿Y…?
-Que no debo continuarlos.
-Veo que aprendes rápido.- estuvo a punto de agitarle el flequillo pero se contuvo, ya la había humillado demasiado.- ¡Hasta luego!
Supe por la cara de susto que se le había quedado a Marta que esperaba que fuera un adiós para siempre y no un hasta luego. Pero cuando creía que todo había pasado a Vero le apeteció darse la vuelta y añadir una última cosa a grito pelado.
-¡Por cierto, el rojo y el rosa no pegan!- no, no la había humillado suficiente y todos los espectadores, incluidas sus amigas aunque de forma más silenciosa, echaron a reír.
-Reconozco que en ciertos momentos he sentido miedo por esa chica.- dijo Erica cuando Vero llegó.
-¿Y qué? Se lo tenía merecido, con Laura ni Dios.
-¿Tú has visto que nerviosa estaba?- volvió a preocuparse Erica.
-¡Normal, con esta delante!- repuse.
-Yo diría, Laura, que te ha salido una competidora.- comentó Vero.
-¿Cómo?
-Cuando le he dicho que absolutamente todo era mentira se puso triste y cuando habló de Jorge demasiado contenta. Yo lo veo claro.
-Yo también veo claro que puede seguir soñando. Jorge sólo tiene ojos para ti.- dijo Erica.
-Pues me acaba de decir que ha empezado a dudarlo.
Vi a Dani salir del instituto.
-Me tengo que ir, nos vemos.
-Adiós.
Y eché a andar hacia él, ¡cómo me apetecía darle un abrazo! Así que aceleré más el paso y casi me lo llevó por delante en un intento de combinar el freno y el abrazo.
-¡Qué efusividad!
-Efusividad es mi segundo nombre.
-Es un nombre algo raro, ¿no crees?
-No es raro, es especial.
-Entonces me gusta para ti.- sonreí y lo solté.
-¿Qué haces hoy?
-Pues no demasiado ¿por?
-Te timbro a las cinco y me llevas a dar una vuelta, ¿vale?
-Eso está hecho.- y sonrío con solamente él podía hacerlo.
Le agarré de la chaqueta y lo atraje hacía mí. Me puse de puntillas, acerqué mi cara a la suya y tras un interminable segundo lo besé. Por primera vez era yo quien tomaba la iniciativa, no la que simplemente aceptaba propuestas, no la que recibía los besos. ¡Ahora era yo quien los daba! Tal vez el darme cuenta, a partir de Laura y Jorge, de que nada es para siempre me hiciera ver que si quiero conservar algo debo cuidarlo, no esperar que él lo haga de mí. Tal vez simplemente fuera que mis sentimientos hacía Dani habían cambiado, que ahora lo quería como tenía que quererlo.
-No sé que has hecho con la vieja Ariana,- dijo al terminar el beso.- pero la nueva me encanta.
Y volví a ser yo quien besaba y él quien recibía.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Capítulo 17.

De camino a casa Erica me llamó.
-¿Hola?
-¡No te puedes ni imaginar con quién estoy hablando!- dijo emocionada.
-Sorpréndeme.
-¡Con Jorge!
-¿Con Jorge? ¿Qué Jorge?
-Jorge de Laura, me pregunta por ella.
-¿Y tú que le has dicho?
-Nada, que hacia tiempo que no hablaba con ella así que no podía serle de ayuda.
-¿Y eso es tan interesante?
-Interesante no, raro sí.
-Explícate.
-¿En dos años cuantas veces se han enfadado?
-No muchas.
-¡Exacto! Y ahora resulta que lleva varios días evitándolo y sin hablar con él, eso es raro.
-Ya habíamos llegado a la conclusión de que algo raro pasaba.
-Que sí, que sí pero debe ser algo gordo si él tampoco sabe nada.
Llegué a casa dándole vueltas a la conversación con Erica, si Jorge tampoco sabía nada no podía ser una simple tontería.  Después de cepillarme los dientes y ponerme el pijama cogí el portátil y me conecté al MSN y al Tuenti. No tenía novedades, sólo un comentario de Vero. Entonces vi que Laura estaba conectada. Laura, mi amiga con la cual hacía varios días que inexplicablemente no hablaba, la que nunca suspendía, la sensata, la que no desaparecía sin motivo alguno. Sin tener muy claro que hacer o decir, clické su nombre y escribí: “Hola…” lo envié y en el momento en que lo hice me arrepentí. Esperé y esperé y no contestaba, entonces una especie de chispa, parecida a la ira, se encendió en mí y decidí volver a escribir. Esta vez lo hice con menos educación: “¿Se puede saber qué coño te pasa?” Esperé un par de minutos y cuando ya lo había dado por imposible contestó:
-Lo siento, de verdad, lo siento mucho.
-¿Piensas explicar a qué ha venido todo esto? – puse enfadada.
-Yo… esto es difícil de explicar…
-Inténtalo.- no le di ni un respiro.
-He hecho algo y… no me siento bien ni conmigo misma.
-¿Has pensado que contándonoslo podríamos haberte ayudado?
-No pude y tampoco estoy segura de poder ahora.
-¿Intentarás hacerlo?- la respuesta tardó en llegar.
-Lo intentaré.
-Te escucho, más bien te leo.- dije tratando de aliviar la tensión. Ya no estaba enfadada, sólo intrigada y en parte asustada, ¿qué podría ser tan terrible?
-El sábado salí con unas amigas y sin Jorge. Dimos una vuelta por el centro, bailamos, bebimos lo estábamos pasando bien. Entonces aparecieron unos amigos de ellas y se nos unieron.- leía con impaciencia aquellas líneas.- Pasamos con ellos el resto de la noche y cuando ya nos íbamos uno de ellos me dijo si quería ir con él. Desde que habían llegado había pasado toda la noche detrás de mí aunque yo no le daba demasiado cuerda, pero no sé que se me pasó por la cabeza porque le dije que sí. Me invitó a su casa, y no sé porque subí, tomamos otra copa y lo último que recuerdo es despertar con él, en su cama.
-¿Jorge lo sabe?
-No, por eso también lo he evitado estos días. No te puedes hacer una idea de como me siento ahora Ariana, no sé que hacer, estoy perdida, confundida. Todo lo que tenía lo voy a perder por ser tan estúpida.
Tenía razón en algo, no podía imaginar como se sentía ahora y de hecho no se me ocurría nada que decirle para poder animarla.
-¿Y qué vas a hacer? Porque tarde o temprano se enterará, y es mejor que sea por ti.
-Lo sé pero… ¿Podrías decirle a Dani que después de dos años juntos tu primera vez no ha sido con él?
-No sé si podría, pero tendría que hacerlo.
-Entiendo… No sé cuando, pero se lo diré. Sólo déjame tiempo.
-¿Y a tus “amigas”?
-Mañana, si quieren escucharme,  lo haré.

Me fui a la cama tratando de asimilar toda la información. Por un lado las cosas con Laura habían empezado a volver a su cauce y eso me alegraba. Por el otro todo lo ocurrido era un poco desconcertante, todos pensábamos que Laura y Jorge eran un modelo de pareja perfecta y de alguna forma siempre los había envidiado, dos años juntos y seguían como el primer día. Sin embargo ahora toda esa perfección, esa confianza entre ellos, esa complicidad se había roto en pequeños trozos difíciles de unir, ¿y todo esto por qué? Por una tontería de una noche, porque la chica más sensata del mundo, al igual que todos, también comete errores. Y este fue un error de los grandes.
*****************************************************************************
Fui la última en llegar al instituto y cuando lo hice Laura ya estaba hablando con Erica y Vero, sus mejillas estaban mojadas. Pude ver que se juntaban en un abrazo.
-¿Y yo qué?- dije cuando llegué y me uní a su abrazo.
Después de un par de días y mucho pensar Laura consiguió el valor necesario para mirar a Jorge y contarle, entre llantos y “lo siento”, toda la verdad. Pero ni sus lágrimas ni sus disculpas sirvieron de nada, aquello había sido un punto y final sin opción a vuelta atrás.                            Intenté hablar con él y pude ver que estaba tan, o más, destrozado que Laura.
-Jorge, escúchame por favor.
-No creo que haya nada que escuchar.
-¡Pero ella te quiere! Está fatal, arrepentida no sabes lo culpable que se siente.
-¿A caso no fue culpa suya?
-Sí, pero…- me cortó.
-¿Qué harías tú Ariana? ¿Qué harías si la persona a la que más quieres, la persona en la que más confías, aquella a la que le has dado tu vida, tu tiempo, tus alegrías, tus tristezas te traiciona? ¿Lo olvidarías? ¿Borrón y cuenta nueva, nada ha pasado? Lo siento, no soy así, no puedo fingir que todo está bien cuando no lo está al igual que no puedo fingir que no la quiero, porque ten por seguro que sí la sigo queriendo.- había dicho.
Laura se refugió en nosotras, aunque todas sabíamos que albergaba la esperanza de despertar de aquella pesadilla que no lograba acabar. Y así, poco a poco las cosas entre nosotras volvieron a ser como siempre debieron haber sido. Sólo nosotras cuatro sin secretos, sin mentiras, sin miedos, sin cohibiciones, sin ataduras. Sólo nosotras cuatro, que éramos mucho más que un grupo de amigas.
Los días pasaron y Vero había decido dejar a Aitor, supongo que finalmente su cabeza no logró asentarse pero así era ella un espíritu libre que tan pronto como viene como va, no podías pretender entenderla porque a veces ni ella misma lo hacía.
-No puedo atarme a nada ni a nadie.- había sido su única respuesta.
Erica y Yago seguían teniendo sus idas y venidas y cada vez estaba más convencida de que aquel chico no me gustaba nada para mi mejor amiga, estaba segura de que la utilizaba pero ella parecía hechizada con él y nada ni nadie podía hacerla cambiar de opinión. Después de discutir varias veces con ella por él, decidí abandonar el tema, era su vida y si ella la quería así, así tendría que ser. Poco a poco nos acostumbramos a que unos días nos tocara convivir con sus lágrimas y su tristeza y otros con su enorme sonrisa y su felicidad.
Y yo, bueno, yo decidí contarles toda la verdad sobre Cristián, sobre Dani. Les conté mis sueños, les conté como una parte de mí todavía seguía esperando encontrarse de nuevo con Cristián, como ansiaba tocarlo, como deseaba mirarle una vez más a los ojos y grabar esa imagen para siempre. Les conté como esperaba encontrar en Dani una cura, un remedio o una anestesia contra el dolor de Cristián, como me esforzaba por quererle día a día y como mis esfuerzos terminaban fracasando. Les conté como mis labios eran dóciles a los de Dani y sin embargo, mi cuerpo huía del suyo cada vez que estaban demasiado cerca y aun así me esforzaba para evitarlo.                                                                                                                                                                                                  Y en ellas encontré un apoyo incondicional, una fuerza que jamás había experimentado. Se dice que lo que no nos mata nos hace más fuertes y justamente eso había pasado entre nosotras, estábamos más unidas que nunca e incluso habíamos encontrado una canción perfecta para nosotras.
“Say what you want or don't talk at all I'm not gonna let you fall. Reach for my hand cause it's held out for you. My shoulders are small but you can cry on them too. Everything changes but one thing is true, understand: We'll always be more than a band.”
Empezamos a pasar muchísimo más tiempo juntas, escuchábamos nuestra canción, la cantábamos a toda voz, reíamos como nunca lo habíamos hecho. Empezó a crearse entre nosotras una complicidad difícil de alcanzar, nuestra amistad alcanzó otro nivel.
-¡Para siempre!- habíamos dicho una vez y así tendría que ser.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Capítulo 16.

-Como puedes ver la literatura no es mi fuerte.- dije pasando la página.
Estábamos sentados en el suelo de su salón, justo delante del inmenso sofá rojo que lo presidia. Acariciaba con los dedos la alfombra negra y me emboba con los cuadros que decoraban aquellas paredes blancas. “Una familia de aristas” me dije sin lugar a dudas.
-Poco a poco, veamos… ¿Bécquer?
-Sí, toca Bécquer.- suspiré.- Nació en Sevilla el…
-Para un momento.- examinó el libro.- Lee esto.
¿Para qué me mandaba leer un poema? A pesar de mi desconcierto le hice caso, cogí el libro y comencé a leer.
-“Como en un libro abierto
leo de tus pupilas en el fondo.
¿A qué fingir el labio
risas que se desmienten con los ojos?
¡Llora! No te avergüences
de confesar que me quisiste un poco.
¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.”
-¡Qué poco te entusiasma la poesía!- lo dijo con cierta burla.
-¿Por qué dices eso? – repliqué medio enfadada.
-Sólo hay que ver como lo lees.
-¿Ah si? Pues lee tu esta, a ver como lo haces.- cogió el libro y comenzó a leer.
-“Te vi un punto y flotando ante mis ojos
la imagen de tus ojos se quedó
como la chispa orlada en fuego
que flota y ciega si se mira al sol
y por donde quiera que la vista clavo
torno a ver sus pupilas llamear
y no te encuentro a ti, no es tu mirada
unos ojos, los tuyos nada más.
Desde mi alcoba en el ángulo los miro,
desasidos, fantásticos lucir
cuando duermo sueño que se ciernen
de par en par abiertos sobre mí
Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche
llevan al caminante a perecer
yo me siento arrastrado por tus ojos
pero a dónde me arrastran no lo sé.”
Cuando acabó me di cuenta de que tenía la boca ligeramente abierta, lo había leído de tal forma que hizo que algo se encogiera en mí y tal vez, consiguió que mi interés hacia la poesía aumentara.
-Bueno, sí que hay un poco de diferencia…- dije tratando de quitarle méritos.
-¿Un poco? ¡Creo que estamos a años luz!
-¡Trae aquí!- le arranqué el libro de las manos no enfadada, sí ofendida.-“ Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino; ella, por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: — ¿Por qué no lloré yo?”
Y me di cuenta de que lo había leído con demasiada torpeza, nada comparado a él.
-Vale lo admito, estamos a años luz.- reconocí.
-Tienes que hacerlo más fluido, pero respetando las pausas, tomando el aire necesario. Mira,
“Dos rojas lenguas de fuego
que, a un mismo tronco enlazadas,
se aproximan, y al besarse
forman una sola llama.”
Volvió a dejarme sin aliento, con el corazón a mil y decidí comprobar lo que decía el poema. Lo besé y supe que efectivamente “su lengua era de fuego” y en eso momentos la mía también. Poco a poco fue encendiéndose esa llama de la que hablaba Bécquer, y la llama comenzó a arder con más fuerza y a hacerse más y más grande. Ambos nos quemábamos pero eso no parecía importar, no ahora. Y de repente, como si comenzara a llover, la llama se apagó y me separé de él. Mis mejillas ardían.
-Vaya, creo que debería leerte más a menudo poemas. Dan buen resultado.- y la tensión sexual no resulta, disminuyó.
Después de eso seguimos estudiando, dejando a un lado a Bécquer, aunque realmente ninguno de los dos tenía la cabeza puesta en ello.
-¡Vale, necesito un descanso!- dije a eso de las ocho.
-Estoy de acuerdo, ¿hasta las nueve no cenaremos no?
-No.- contesté mientras recogía mis cosas.
-Por cierto, bonitos calcetines.- echó la lengua.
-¿No te gustan? – dije colocándome las calzas, no calcetines.
-Sí, sí, sólo que es tan…
-¿Tan?
-Mejor déjalo.
-¡No!
-¿Colegiala?- respondió, pero se le notó demasiado que eso no era lo que pensaba.
-¿Y ahora me dices la verdad?
-Es esa.
-Sé que no.
-Vale, mmm… ¿resaltan tus piernas?- eché a reír, aunque no me lo acababa de creer.- ¿Ves? Te dije que era mejor callármelo, te estás riendo de mí.
-No, contigo.
-Eso siempre se dice cuando te ríes de alguien.
-¿De dónde ha salido esa teoría?
-Es completamente mía, ¿qué te parece?
-¡Qué es totalmente cierta!- dije mientras me alejaba de él.
-¿Entonces sí que te ríes de mí?
-Probablemente.- y volví a alejarme de él.
-¿Sabes que ahora es cuando te arrepientes no?
-¡Eso nunca!- y en cuanto dije la última palabra ya venía a por mí.- ¿Por qué siempre acabamos corriendo?
-Porque en el fondo te gusta correr.
Estuvo cerca de diez minutos persiguiéndome por toda la casa, con la ventaja de que él sí que la conocía y yo no. Al final entré en una habitación que no tenía más puertas que por la que entré y me vi atrapada. Las paredes eran azul marino y volvían a estar llenas de dibujos. Los muebles eran grises y blancos y la colcha de la cama azul. En el escritorio había varios libros apilados, folios por todas partes y un portátil. En una esquina estaba la mochila de Dani, debía ser su habitación. Antes de poder reaccionar él ya estaba allí, no tenía por donde escapar.
-Te aviso que no tengo cosquillas.- mentí mientras retrocedía, él se acercó más. ¡Qué preciosa sonrisa!
-Entonces sufrirás menos.- no sé muy bien cómo, pero logré esquivarlo y salir de la habitación. Corriendo volví al salón, pero él me seguí de cerca. Corría mirando hacia atrás y no fue de extrañar que tropezara contra el sofá y me callera, él tampoco debía mirar mucho por dónde iba por que también se calló. Estuvimos callados durante una pequeña fracción de segundo en la cual nuestras agitadas respiraciones de entremezclaban.
-¡Me pesas! – me quejé entre carcajadas rompiendo el silencio.
-Pues ahí tienes tu castigo, ¿lo retiras?
-Lo retiro.- sonriendo se levantó.- Ufff.
Me tendió la mano y me ayudó a levantarme.
-¿Ves que patosa soy?
-Yo tampoco me he lucido mucho que digamos.
Después de eso se sentó en el sofá y yo me acosté poniéndole las piernas encima de las suyas. Habíamos decidido después de un largo intercambio de ideas, Dani no creía que la palabra discusión fuera correcta, poner Atrapa un millón y mientras lo veíamos él jugueteaba con mis “calcetines”, ya no había forma de conseguir que dejara de llamarlos así. Tratábamos de acertar todas las respuestas aunque, sinceramente éramos muy malos.
-Voy a pedir la pizza, ¿pepperoni verdad?
-Justo.- aparté las piernas para que pudiera salir
-Ya me contarás cual es la respuesta.- y me eché a reir.
La pizza llegó en algo más de media hora y cenamos en la sala. Ya no veíamos Atrapa un millón, ahora tocaba El Hormiguero. A pesar de que teníamos hambre no acabamos toda la pizza.
-Aquí está mi desayuno de mañana.- dijo mientras guardaba lo que había sobrado.
-¿Con pepperoni? Una forma algo fuerte de empezar el día, ¿no?
-¡Yo puedo con todo!
-Así me gusta grandullón. Bueno, - miré el reloj- creo que debería irme o empezarás a caerle mal a mi madre.
-En ese caso…
Me acompañó hasta la entrada y esperó conmigo hasta que llegó el ascensor.
-Hasta mañana.- dije.
Estaba apoyada en la pared, me rodeó con sus brazos y me hizo prácticamente su prisionera. No podía salir de ahí. Entonces mi captor me besó e hizo de mi prisión un lugar mucho más cálido y cómodo.
-Un beso con sabor a pizza.- dije.
-Hay que probar cosas nuevas.- en ese momento el ascensor se cerró.- Creo que nos da tiempo a otro mientras sube, ¿qué te parece?
Y nuestros labios volvían a estar unidos en un beso, un beso con sabor a pizza.