lunes, 30 de julio de 2012

Capítulo 3 (nueva versión)

¡Pii!

¡Piiiiii!

¡PiiiiiiiPiiiiiPiiiiiiPiiiiiiiiiiiiiiii!

"¡No puede ser! ¿Ya son las 7:30?" piensa en cuanto la despierta el despertador.

Y efectivamente, era hora de levantarse aunque apenas había dormido cuatro horas. Se moría de sueño… Y así, adormilada se levantó. Y tan dormida iba que lo hizo con el pie izquierdo, literalmente.

-¡Mierda, mierda, mierda! – Gritó - Menuda forma de empezar mi cumpleaños…

Cuando llegó a la cocina la esperaban Alberto, Lucía y Nerea. En cuanto la vieron entrar, gritaron todos a coro:

-¡FELICIDADEEEEEES! – el ensayo había merecido la pena, lo habían conseguido hacer todos a la vez. Nerea sonrío satisfecha al comprobar que su idea había funcionado.
Lucía se apresuró a darle un beso, Alberto le dio el primer tirón de orejas del día y Nerea le cantó el cumpleaños feliz con su dulce y aniñada voz.

-Tú regalo – dijo su madre orgullosa mientras le daba una caja envuelta en papel de regalo rojo –espero que te guste.- y le dedicó a Alberto una mirada cómplice.

Ariana abrió el regalo procurando no romper el papel, otra de sus miles manías, y cuando vio lo que había dentro no se lo podía creer.

-¡Una Blackberry! – gritó mientras abrazaba a Alberto y a su madre.

Estaba emocionada con el regalo. No se podía creer que le hubiesen regalado por fin una Blackberry. Llevaba unos dos meses dándoles la lata para que le compraran una y ahora por fin la tenía. Por ahora, lo del pie izquierdo no parecía estar pasándole factura.

-¿Para mi no hay abrazo? – dijo Nerea poniendo morritos y su hermana mayor la abrazó haciendo que desapareciera cualquier brote de enfado. Es increíble como con un simple abrazo la niña ya podía ser feliz y eso era una de las cosas que Ariana echaba de menos de ser pequeña, el cómo las pequeñas e insignificantes cosas podían llenarte por completo y hacerte feliz, ahora eso era un poco más difícil.

Conseguir prepararse para ir a clase le llevo más tiempo de lo normal, nada le convencía. Al final optó por unos vaqueros pitillo, una camiseta negra, una chaqueta tweed en blanco con botones dorados, un colgante del mismo color y unas francesitas negras. Se dejó el pelo suelto y como cada mañana, antes de salir, se miró en el espejo y se hizo la raya. En cuanto salió de casa una ráfaga de viento la sacudió y volvió adentro a por un abrigo. Con el abrigo puesto tenía menos frío, pero aun así habría agradecido unos rayos de Sol que le diesen algo más de calor. Pero del mes de enero no se podía esperar más. Entonces miró el reloj y vio que estaba a punto de perder el autobús.

-¡Mierda!- maldijo. Al final lo del pie izquierdo puede que si influyera…

Así que echó a correr lo más rápido que pudo. No le gustaba demasiado correr y tampoco era muy rápida, pero se esforzó todo lo que pudo. La mochila le iba dando saltos notaba una libreta clavada en la espalda. Aquello la molestaba, pero no tenía tiempo de pararse a colocarla. Alzó la vista y vio que el autobús acababa de aparcar en la parada. Aceleró el paso. Cincuenta metros. Cuarenta. Veinte. Ya casi. Diez. Estaba a punto de llegar. Y de repente… ¡zas! Un golpe seco y cayó al suelo. Mientras caía le dio tiempo a ver como su regalo de cumpleaños había salido volando y había parado en el suelo a la vez que ella, sólo esperaba que no se hubiera estropeado ya al primer día. En ese mismo momento el autobús cerró las puertas.

-Lo siento, – dijo una voz masculina. ¡Y qué voz masculina! Sonaba tranquila, amable era como música para sus oídos.- iba con prisa y no miré por donde iba.

-Tranquilo, yo tampoco estaba muy atenta. – contestó un tanto cortada. Fue a coger su móvil y vio que en el suelo había dos igualitos.

"Vale, y ahora ¿cuál será el mío?" pensó mientras trataba de encontrar alguna diferencia. "Definitivamente es éste, sí, se ve mucho más nuevo" dijo para sí y lo cogió.

No parecía demasiado roto ni estropeado por la caída.

"¡Menos mal!"

Sin embargo el otro parecía un poco más afectado. Se guardó el teléfono en el bolsillo. Entonces levantó la vista y lo vio. Tuvo que parpadear un par de veces para asimilar lo que veían sus ojos. Demasiado perfecto para ser real.

- ¡Jo-der!- exclamó tal vez demasiado alto o al menos lo suficiente para que él la hubiera escuchado, perfecto, a eso se le podría llamar un buen comienzo. Tenía unos ojos azules preciosos, más profundos que el propio mar. Sin duda se podría nadar en ellos. Una sonrisa blanca y perfecta, muchísimo mejor que la del profesor de historia. El pelo castaño claro liso en una media melenita que se le había despeinado por el golpe y lo hacía todavía más sexy, si es que se podía serlo más. Era unos centímetros más alto que Ariana y su piel era morena.

"¡Pero qué niño más guapo!"

Aunque hacía mucho tiempo que había dejado de ser un niño, se había visto obligado a madurar. Era realmente atractivo ¡qué demonios! Era mucho más que atractivo.

"¿Soy yo o ha empezado a hacer calor de repente?!

-¿Qué decías? – dijo sonriendo. Sí, realmente hacía calor, ¡menuda sonrisa! ¿Por qué habrían enviado un ángel como éste a la Tierra? Y además ¿por qué habrían decido mandarle a ella un ángel como éste?

-Ah no, nada – dijo tímidamente. ¡Menudo comienzo!

El chico cogió su móvil, acto seguido le tendió la mano y le ayudó a levantarse, ¡que manos más suaves! ¿Es qué este chico no tenía ningún defecto? Cuando por fin se apoyó en sus pies sus ojos estaban a la misma altura que los del chico y lograron coincidir antes de que ella, avergonzada, apartara la vista. Fue un instante, a penas perceptible, en el que dos almas, dos corazones, dos cuerpos y dos personas conectan. Es como cuando conectas algo a la corriente y se activa. Como cuando saltan chispas.

-Bueno me tengo que ir, como ya has visto voy con bastante prisa. – Volvió a sonreír y Ariana pensó que se iba a derretir en el mismo lugar donde estaba- Adiós y… lo siento. – echó a correr y se fue dejándola allí, paralizada sin poder decir más. ¡Ufff qué calor! Definitivamente la perfección existía y se había plantado delante de ella. Lo vio alejarse corriendo y cuando lo perdió de vista volvió a la realidad. ¡Había perdido el autobús! Así que ella también echó a correr.

Cuando consiguió llegar al instituto la primera clase de la mañana ya había empezado. "¡Genial!, me pondrán un retraso el día de mi cumpleaños"
Entonces vio un pequeño agujero en sus pantalones, habría sido de la caída. Sí, su cumpleaños tenía la pinta de ser un día perfecto, con toda la ironía del mundo.
Entró a su primera clase, biología, y pudo ver que Erica estaba ensimismada con las palabras del profesor, Vero hacía dibujos en su mesa y Laura no paraba de tomar apuntes, el resto de la clase hacía lo que podía. Llamó a la puerta.

-Lo siento, ¿se puede?

-Se puede llegar antes, señorita. ¿Trae justificación?- negó con la cabeza.

-He perdido el bus.

-Siéntese y procure no hacer ruido para no molestar a sus compañeros. – y se dirigió hacía el parte para ponerle su retraso, sin poder evitarlo esbozó sonrisita de satisfacción cuando pasó su bolígrafo por el papel. Esperaba que su alumna no se hubiera dado cuenta. Pero sí lo hizo. Ariana se dirigió a su pupitre y cuando estaba sacando los libros vio que encima de su mesa había un papelito envuelto, lo abrió y leyó lo que ponía:

¡Felicidades!, prepárate para el tirón de orejas y la humillación pública mientras te cantamos el cumpleaños feliz a gritos, procura no ponerte roja. Te queremos, Vero, Erica y Laura.
PD: esperamos que podamos celebrarlo como Dios manda.

"¡Qué majas!" pensó.

Aunque la verdad aún no había preparado nada para celebrar su cumpleaños, daba por hecho que Vero se encargaría de todo, como siempre. Al cabo de un rato le llegó otro papel, era de Vero :

Tía, no te agobies que yo me encargo. ¿Pensabas que te iba a dejar sola en esto?

Respiró aliviada, ella sola no sabría que hacer. Y así pensando e imaginando qué haría Vero se le pasaron las primeras horas hasta que llegó el recreo.


-¿Por qué has llegado tarde? – Preguntó Laura- A ver no quiero parecer tu madre ni nada, pero tú Ariana Pérez Sánchez nunca llegas tarde.

-Me desperté con el pie izquierdo, en el sentido literal de la palabra.- y todas se echaron a reír, ninguna de sus amigas tampoco acababa de creerse el rollo del pie izquierdo.

- Eres una maniática, ¿lo sabes no?

- Tengo alguna que otra manía, sí. – y más risas. – En definitiva salí tarde de casa, me caí al suelo por chocar contra un macizorro, perdí el autobús y me tocó venir andando, más bien corriendo.

-¿Cómo de macizorro? – preguntó Vero con mucho interés. Y les explicó como era, como se había embobado hasta el punto de quedarse sin habla, como era su mirada, su sonrisa, su pelo, su piel.- Mirad si era guapo que ni me fije en su ropa.

-¡Guauuuuuuuuu! – exclamaron todas a la vez y volvieron a reírse.

-¿No estarás exagerando no? – preguntó Vero. – Los chicos tan perfectos no existen.

-Míralo por el lado bueno, al final tu día no ha sido tan terrible. – dijo Laura.

-¿Qué? – preguntó.

-Pues está claro, ¡has conocido al tío más bueno de todo el planeta! O al menos eso te parece a ti. – y nuevamente todas estallaron en risas.

-Y además mirad, - sacó la Backberry del bolsillo. – mi primer regalo de cumpleaños.

-¿Y habías tenido un mal día? – preguntó Erica. – ¡Ojalá mis malos días terminaran con un Smartphone en mi bolsillo! – y nuevamente más risas. Con ellas a su lado todo le parecía mucho más fácil, con ellas a su lado su cumpleaños sí que era genial y es que si las tenía a su lado alcanzar la felicidad era mucho más fácil.


Cuando acabaron las clases las cuatro se fueron a comer juntas para celebrar el cumpleaños de Ariana.

-¡No, a un italiano! – rogaba Erica.

-¡Mejor al Hard Rock! – protestaba Vero.

-Yo prefiero un chino. – y se rieron todas.

Al final acabaron en el italiano porque, al pasar por allí Vero vio que el camarero estaba muy bien y quiso entrar.

-¿A qué salgo con su número de teléfono? – y entró.

Se sentaron en la primera mesa que vieron. Vero se colocó bien la falda y se peinó con las manos. Pero cuando vio que en lugar del camarero guapo venía una señora con cara de pocos amigos poco le faltó para ponerse a gritar. Pidieron una pizza cuatro quesos para compartir y luego un plato de pasta cada una. En cuanto llegó la pizza se pusieron a comer.

-Vengo ahora. – dijo Vero sin dar más explicación.

-¿A dónde irá? – preguntó Laura.

-No sé … ¿al baño? – trató de contestar Ariana, aunque tampoco lo tenía demasiado claro.

Al cabo de diez minutos volvió.

-¡Tengo su número!

-¡Imposible!- saltaron las otras tres a la vez.

-¡Pues aquí está! – y les enseñó la servilleta con el número de teléfono. ¡Qué tía!

-¿Te importa si me guardo yo también el número? – bromeó Erica y todas se echaron a reír.

-Lo siento, pero este es mío.- dijo realmente satisfecha por su logro.

Por la tarde se fueron de compras. Entraron en todas las tiendas y Vero, Erica y Laura insistieron en que pagaban ellas, era el regalo de cumpleaños de Ariana, y como vio que era imposible hacerlas cambiar de idea aceptó y dejó que pagaran todo cuanto quisieron. Finalmente entraron en una tienda llena de vestidos preciosos y cada una se probó uno. El de Erica era un vestido de gasa muy vaporoso, le daba por encima de las rodillas. El escote era palabra de honor, y justo debajo del pecho llevaba una especie de cinturón en forma de lazo. Era de color blanco, ¡Parecía un ángel! El de Vero era un vestido muy, muy ajustado y muy, muy corto. Era de tafetán de color rojo. El escote era en forma de V y la verdad es que con ese vestido podría seducir a quien quisiera. El de Laura era mucho más discreto, le daba por las rodillas, con escote asimétrico y de acetato verde, el vestido en sí no era especialmente bonito pero puesto en ella ya parecía otra cosa. Ariana eligió un vestido asimétrico con escote en la espalda de color indefinido entre azul y verde. Era curioso que eligiera ese color porque sus ojos también estaban entre esos dos colores. Le gustaba aquel vestido, le sentaba bien. Cada una se compraron sus respectivos vestidos, esta vez sí que pudo pagar el suyo, aunque no tenía muy claro para qué, y fueron directas al Starbucks. Ariana se encargó de coger los cuatro chocolates calientes y de pagar, teniendo en cuenta que se lo habían pagado todo ellas no iba a pasar nada por pagar cuatro chocolates. El resto fueron a coger sitio arriba.

-¡Ya nos tardabas! – gritó Vero y todo el mundo se giró hacía ella.

-¡Si apenas he tardado unos cinco minutos!- contestó ligeramente enrojecida porque todas las miradas que se clavaban en ella.

-Y ya te echaba de menos, amor mío. – y volvieron a estallar las carcajadas.

Se sentó en el sitio que quedaba vacío y empezaron a hablar de todo lo que habían comprado. Entonces Ariana les hizo la pregunta que llevaba toda la tarde deseando hacerles.

-Y ¿para qué son los vestidos? – y ellas contuvieron la risa.

-Es una sorpresa. – dijo Laura intentando contener de nuevo la risa. – Cuando sea el momento de ponérnoslos ya te avisaremos.- y esa fue la única respuesta que obtuvo.

Todas empezaron a beber sus chocolates y se quedaron en silencio. Ariana aprovechó ese silencio para coger su Blackberry y toquetear todos los botones para entender cómo funcionaba. Cuando la desbloqueó vio el fondo de pantalla. En el aparecían una chica de mi edad con un perro, un bulldog francés, entre las manos y a su lado el chico con el que se había chocado esa mañana. Entonces lo entendió.

-¡Mierda, mierda, mierda! – dijo.

-¡Hey, relaja! ¿Qué pasa? – preguntó Erica.

-He perdido mi Blackberry.

-Pero si la tienes en la mano. – dijo Laura.

-No, ésta no es la mía. – le contestó prácticamente histérica.

-¿Cómo qué no es la tuya?- preguntó Vero.

-¿Os acordáis del ángel caído del cielo del que os hable?

-¡Como para olvidarlo! – soltó Vero y estallaron en risas todas menos Ariana.

- Pues creo que al caernos cogí el móvil equivocado.

-O sea que tú tienes el móvil del guaperas y él el tuyo ¿no?- preguntó Erica y asentió.

-¡Pues de puta madre! – dijo Vero demasiado contenta.

-¿De puta madre? ¡El móvil de mis sueños, el que me acaban de regalar HOY está en manos de otra persona y además, por lo que pude ver un tanto jodido! – contestó ligeramente enfadada, a veces no entendía en que pensaba esta chica.

- Oye, tranquila, pero si lo piensas bien está genial, tú tienes su móvil y él tiene el tuyo, sólo tienes que llamarlo a él es decir, a ti, y quedáis con la excusa de que te devuelva el móvil y si eres un poco lista aprovecharás la oportunidad.

-No está tan mal pensando. - ¿Desde cuándo Laura estaba de acuerdo con Vero?

-Pues ya somos tres las que lo pesamos. - ¿Qué?

-¿Lo veis? ¡Soy un genio!- presumió Vero.

-No lo veo tan claro.- protestó Ariana.

-Pero ¿no quieres recuperar tu móvil? – preguntó Laura

-Sí, claro que lo quiero.

-Pues entonces no te queda otra, tendrás que verlo pero puedes aprovechar tu oportunidad o dejarla pasar y, si es tan perfecto como dices sería una gran tontería no aprovecharla.- y resignada se dio cuenta de que si quería su móvil tendría que volver a ver al chico que la había dejado completamente paralizada. ¿Casualidad o destino?

Capítulo 2 (nueva versión)

El instituto es un edificio de construcción más o menos reciente pero no demasiado bonito ni por fuera, ni por dentro. Las paredes son blancas y el suelo de mármol, en general es un ambiente bastante frío pero cuando está lleno de estudiantes esa sensación se reduce bastante. Consta de cuatro plantas: la primera está dedicada a lo que es la administración y todo el papeleo, la segunda para las clases de secundaria, la tercera para las de bachillerato. A la cuarta sólo habían subido cuatro alumnos, una tarde de verano, y de forma clandestina. Sólo ellos cuatro sabían lo que había allí y lo que había pasado esa tarde. También habían prometido mantenerlo en secreto. El resto suponía que se utilizaría para guardar todos los objetos viejos e inservibles, pero todo esto sólo era una suposición.

La mañana transcurrió normal, como otra cualquiera. Laura destacaba como siempre en las clases de matemáticas, participaba y se lo pasaba en grande. Al resto, en cambio, les faltaba poco para dormirse aunque eso no era ninguna novedad. Erica se mostraba muy interesada en las clases de biología, adoraba todo lo relacionado con los seres vivos y los animales. Sería una buena veterinaria. El ánimo de Vero parecía que mejoraba con el paso de la mañana, cada vez estaban más cerca de terminar las clases. Ariana deseaba que llegara la clase de historia de última hora no sólo por el hecho de que con ella terminarían las clases, además el profesor estaba buenísimo, tendría unos veinticinco años, estaba cachas y tenía una sonrisa de esas que enamoran. Las clases de historia le gustaban de verdad, no sólo por el profesor, le gustaba ver como alguien que en un principio no era nadie podía convertirse en una gran celeridad hasta el punto de que chicos de todo el planeta tuvieran que estudiarse toda su vida si querían aprobar y dependieran de un día en concreto de la vida de este personaje para ir a Septiembre o no. Pero sobretodo le gustaba pensar que eso podría ocurrirle a ella, que podría ser importante. Cuando sonó el timbre les faltó tiempo para salir a la calle. Las cuatro amigas se despidieron y cada una siguió su camino hacia casa.
Cuando Ariana llegó a casa se le vino encima el olor de espaguetis a la carbonara, esta vez su madre se había esmerado. Así que para impedir que a su madre se le pasara el buen día que llevaba se dispuso a ayudarla, se encargó de poner la mesa mientras Alberto con la ayuda de su hermana intentaban arreglar la televisión que de repente había dejado de verse, para poder ver las noticias mientras comían. A las tres en punto todos se detuvieron a la vez como si estuvieran programados para responder a la llamada de la voz de Lucía.

-¡A comer! – y sin que hiciera falta repetirlo se sentaron.

La pasta de Lucía es prácticamente una leyenda en aquella familia, si hay comida familiar ¿qué hace Lucía? ¡Pues pasta! Si Lucía no sabe qué hacer de comer ¿cuál es su opción? ¡Pasta! Pero a ninguno les importaba, la pasta que cocinaba aquella mujer era la mejor de todas. Al final no consiguieron ver las noticias porque la televisión no funcionó. A Ariana le encantó la idea de librarse de las típicas preguntas de Nerea:
"¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Qué es eso?"
En cambio Alberto no podía comer sin ver las noticias y decidió que tendrían que comprar una televisión nueva. En ese mismo momento la mente de Nerea comenzó a fantasear con aquella televisión rosa de la Barbie que había visto en el catálogo de los juguetes de Navidad.
Todos se comieron el plato entero y Ariana incluso repitió, le encantaba la pasta. Cuando acabó fue a lavarse los dientes y se puso a hacer los deberes y a estudiar ya que al día siguiente tenía un examen, en menos de una hora había terminado. Se sentó en la cama y agarró el portátil, lo encendió e inició sesión en el tuenti. Una petición de amistad, le dio y vio que David Fernández quería ser su amigo, era un chico de su clase, no hablaban casi nunca pero aun así la aceptó. Tenía también dos nuevos comentarios: uno de Erica diciendo que la llamaría a la noche y otro de Vero pidiéndole los deberes de geografía. Antes de que se le olvidara se los envió por privado. Por último un comentario en una foto suya en primer plano. Salía perfecta en aquella foto, con su sonrisa torcida y sus brillantes ojos llenando la foto. El comentario decía: "¡Qué guapa!" Era de un chico de su instituto, estaba en segundo de bachillerato. Lo había conocido oficialmente a finales de verano y aquel encuentro había sido un tanto extraño. Sacudió la cabeza al recordar aquella tarde. El chico se llama Dani Arias. Está muy bueno pero no acababa de fiarse de él, además desde aquel día no habían vuelto a hablarse. No entendía porque comentaba su foto, así que no se molestó en responderle. Cerró la sesión y se fue a duchar, el baño en sí no le llevó demasiado tiempo pero secar y alisar el pelo ya era otra cosa. Cuando salió del baño Alberto ya estaba en casa viendo Atrapa un millón, le encantaban los concursos de preguntas y siempre probaba a responderlas, casi siempre las acertaba. Muchas veces decía que un día se presentaría, ganaría y las haría millonarias, si realmente se decidiera a presentarse tenía muchas posibilidades. Cuando acabó de cenar Erica ,como había dicho, la llamó.

-¿Sí?

-¡Hola! Soy yo, Erica.

- ¡Hola Erica!

Pasaron cerca de una hora hablando de cosa sin importancia, de todo y de nada, quien salía con quien o quienes lo habían dejado, riéndose y escuchándose hasta que al final cansadas y con sueño, colgaron. Se fue a su habitación y tacha el día de hoy en el calendario, sólo faltaba un día para su cumpleaños, un día y tendría ya sus ansiados diecisiete, y así con la ilusión de poder cumplir un año más se durmió.
 
Al día siguiente siguió su rutina de siempre. Despertador, pie derecho, desayuno, prepararse, instituto. Las clases pasaban lentas y los discursos de los profesores eran interminables. Luego llegó la hora del examen. La mayoría de los profesores de aquel instituto eran serios, disciplinados y con una cara de las que te impiden hablar por miedo a que te digan algo, porque cuando se trata de ponerte en tu lugar por contestar una tontería eran los mejores. Sin embargo, aquellos señores que les daban clase y que pronto se tendrían que jubilar, la mayoría (a excepción del guapísimo de historia) rozaban los sesenta y algo, ponían de vez en cuando algunos exámenes fáciles (aunque aquello no era lo habitual), por ejemplo, el de aquella mañana. Era tan fácil que prácticamente a nadie le hicieron falta las típicas miraditas que se echan al compañero de al lado, y a penas se escuchaba un susurro en la clase, solo el movimiento del bolígrafo sobre el papel. Incluso Vero contaba con aprobar sobrada.
 
 
-¡Ari, por favor!

-No, Nerea, tengo mucho que hacer.- dice Ariana mientras teclea algo en su portátil. La niña levantó una ceja como diciendo: "¿Enserio?" No se le escapaba una.

-¡Por favor! – dice esta vez de rodillas y poniendo esos ojitos a los que su hermana no se puede resistir.

Ariana suspira. Nerea sonríe. Lo ha conseguido, lo sabe, si es que esa mirada…

-Venga, vamos.- cede Ariana a la vez que apaga el ordenador.

-¡Gracias Ari! – grita la niña contenta, a la vez que se cuelga del cuello de su hermana.

-¡Nerea coge la chaqueta! – manda Lucía desde el salón que, a pesar de estar enfrascada en sus bocetos, escucha los gritos de victoria de su hija.

Y Nerea obedece, coge su chaqueta y su cámara de fotos. Luego espera a su hermana en el salón, que llega con una bufanda para ponerle a su hermana.

-Adiós mamá.- suelta Nerea, orgullosa de sus logros, antes de cerrar la puerta.
 


-¡Ari sonríe! – y saca una foto.

-¡Quiero verla! – protesta.

-Sales tan guapa como siempre – contesta con una sonrisita de satisfacción por el resultado de la fotografía y le da la cámara.

Mira la foto y pude verse, enfocada, con una amplia sonrisa y los árboles del parque de fondo, estaba perfectamente encuadrada siguiendo la regla de los tercios (la imagen se divide en nueve partes iguales y el atractivo principal de la imagen debe colocarse en los puntos de intersección-) que le había explicado su padre. Alberto pensaba que si alguien tenía talento había que aprovecharlo y ayudaba a su hija en todo lo que podía, así de paso, también aprendía algo él. Nerea siguió toda la tarde sacando fotos a todo lo que veía: flores, pájaros, mariposas…También corrió, saltó y montó mil veces en los columpios. Cuando llegaron a casa estaba agotada y se fue a la cama en cuanto pudo. Cuando Ariana se fue a su habitación abrió el tuenti, después de comprobar todas las novedades que tenía hizo click en inicio y vió que Erica tenía un nuevo estado: "Te digo que un día vas a mirar hacia atrás y te vas a dar cuenta de que tu norte está en mi ojos y todo lo demás es pura geografía barata e ineficaz." Rápidamente y sin dudarlo cogió el teléfono y la llamó.

-¿Hola?

-¿¡Qué es ese estado!?

-Hola ¡eh! Pues mi estado es una frase, ¿a qué es bonita? – y ambas se ríen.

-A mí no me engañas, tú no pones los estados por poner, explícamelo todo.- dice contundente, luego añade.- Y sí que es bonita.

-Está bien… -suspiró y se quedó callada. Por un momento pensó en callarse. Luego recordó que si lo hacía, Ariana la sometería a un tercer grado, así que continuó hablando- Hace cosa de unas semanas una amiga me presentó a un chico, hablamos, nos llevamos guay, conectamos pero supongo que cada uno lo ve de forma diferente. Cuando hablo con él me hace sentir especial ¿sabes? Que soy alguien más que la chica mona rubia y de ojos azules

-¿Y quién es ese chico?

-Yago López.-suspiró.

En cuanto escuchó el nombre Ariana entendió el motivo de la frustración de su amiga. Yago era guapísimo, moreno y fuerte. Estaba en segundo de Bachillerato. Era conocido en todo el instituto, jugaba al fútbol y se la daba realmente bien. Siempre estaba rodeado de chicas que babeaban por él y las que no lo hacían tampoco les importaría que se fijara en ellas, Ariana se incluye en este grupo. Así que entendía porque Erica estaba así, se veía incapaz de conseguir algo con él siendo el chico más solicitado del instituto.

-Sí, lo sé, es imposible. – dijo apenada.

El tiempo se les pasó volando, Erica le explicó toda su historia con Yago. Le recreó todas y cada una de sus conversaciones, le contó lo que había pasado cada vez que habían quedado. Ariana trató de animarla, ayudarla y consolarla. Y así, entre confesiones y ánimos pasaron las horas y ya eran cerca de las cuatro de la mañana.

-Bueno, muchas gracias por ayudarme. Por cierto, felicidades Ari. ¡Qué ya es veinticinco! Mañana te cantaré el cumpleaños feliz y te tiraré de las orejas así que prepárate. – y colgó, era cierto hoy era el día de su cumpleaños y casi tenía diecisiete años, solo faltaban unas horas.
Se levantó de la cama y fue a tachar el día de hoy en el calendario. Ya estaba, se habían acabado los meses de espera. Se durmió y soñó con una gran fiesta de cumpleaños con todos sus amigos y música a todo volumen, todos bailaban y lo pasaban bien, todo era perfectamente perfecto.

Capítulo 1 (nueva versión)

¡Pii!

¡Piiiiii!

¡PiiiiiiiPiiiiiPiiiiiiPiiiiiiiiiiiiiiii!

Miró el despertador de reojo, eran las 7:30 y, aunque su cuerpo le pidiera todo lo contrario, le tocaba levantarse de la cama. Así que apresuradamente, antes de que la pereza le ganara la batalla, levantó las sábanas y puso su pie derecho en el suelo. Desde que había escuchado que levantarse con el pie izquierdo traía mala suerte siempre ponía primero el pie derecho en la alfombra. Lo había convertido prácticamente un ritual, todas las mañanas lo mismo: despertador, sábanas, pie derecho. Y aunque su madre lo consideraba una estupidez ella lo hacía cada mañana. Hasta el momento no le había ido tan mal, se podría decir que era bastante efectivo. En cuanto su pie rozó el suelo notó el suave contacto de la alfombra en los dedos de los pies y se quedó así un par de segundos. La relajaba aquella sensación de saber que tenía los pies sobre la tierra, que todo estaba bajo su control. Se calzó y se dirigió a la cocina pensando, "¿qué habrá hecho mamá para desayunar?"

En el piso de abajo, en la cocina, Lucía rebusca entre cajas y cajas de cereales hasta dar con los de su hija. Los encuentra en el mismo momento en que ella, bostezando, cruza la puerta.

-Ari, ahí tienes los cereales, la leche está en la nevera.- dice a la vez que deja los cereales en la mesa.

Para decepción de su hija hoy no se había esmerado mucho con el desayuno, a pesar de que se le daba muy bien la cocina. Simplemente había días en los que le apetecía aprovechar su talento culinario y otros, éste era un claro ejemplo, se dejaba llevar por la vagancia y hacía cosas digamos, menos elaboradas. La mujer que acaba de posar los cereales sobre la mesa es realmente atractiva. Sus ojos, de un color verde jade, son capaces de decir lo que sus palabras no pueden. Su piel es más bien bronceada lo que hace que todavía resalten más sus ojos y, si a eso le sumas su melena castaña oscura todavía destacan más. Es fuerte, luchadora y de ideas fijas. Esto quedó más que demostrado cuando se quedó embarazada a los veinte años, y eso no le impidió que continuara la carrera, la terminara con buenas notas y sacara adelante a su hija. Se dedica al diseño de vestidos de novia, por lo que no es de extrañar que todo le relacionado con la moda la vuelva loca y eso explica el porqué de que la habitación de Ariana, al igual que todas las demás de la casa, tenga un armario enorme a rebosar de ropa que es la envidia de todas sus amigas. Esta pasión por la moda se la ha inculcado a su hija a lo largo de los años. De hecho, en alguna que otra ocasión Ariana ha pensado que era como una muñeca barbie para su madre. Le encanta ir de compras con ella y cada vez que tiene un hueco le compra cosas nuevas, pero una cosa es ayudarle a elegir y comprarle la ropa y otra muy diferente es que algunas mañanas le elija ella lo que debe llevar para ir a clases y se enfade si no le hace caso, y cuando se madre se enfada puede ser demasiado irritante.

- Mis dos chicas ya están levantadas, - dice Alberto mientras le da un beso en la frente a su hija y otro rápido, pero intenso a su mujer en los labios - pero me falta una, ¿dónde está Nerea?

-Todavía está en la cama, tiene que estar realmente cansada para no estar dando ya guerra - responde Lucía.

Alberto, es dos años mayor que Lucía, lo que lo deja en treinta y nueve años. No es su padre, al menos no biológico, pero para ella es como si lo fuera. Lo recuerda ahí desde siempre. Es alto, y en sus años locos debió de haber sido uno chico realmente guapo y agraciado físicamente. Todavía lo sigue siendo, pero de joven tendría que haber sido el Don Juan de su clase. Alberto también tiene los ojos verdes, pero mucho más oscuros que los de Lucía, y sin embargo el tono de pelo es más o menos el mismo .Siempre tiene un chiste para todo. Su mujer tiene parte de la culpa de esto ya que ella consiguió contagiarle todo su optimismo. Trabaja en una oficina, hace sus ocho horas diarias y vuelve a casa deseando pasar su tiempo libre con su familia. Su mujer, sin embargo, se trae muchas veces el trabajo a casa bajo la atenta mirada de Ariana a la que le encanta ver como hace sus bocetos para las nuevas colecciones.

-Mami, no estoy en cama, y yo no doy guerra - dice una niña con un tono de voz ligeramente ofendido.

Nerea es la más pequeña de la casa, tiene cinco años y es adorable, realmente es adorable. Por ejemplo, cuando Ariana se enfada con su madre o su Alberto y se encierra en su habitación ella va a junto de su hermana, se sienta en su cama, le da un abrazo y le pide que le lea un cuento, y para cuando ha terminado de leerle el libro el cabreo se le ha pasado. Sin duda ha heredado el físico de su madre, es prácticamente una copia de ella pero en pequeña. Si le preguntas que quiere ser de mayor esperando una respuesta típica como "veterinaria", "médico" o "astronauta" te llevarás una decepción ya que su mayor ilusión es convertirse en fotógrafa, claro está que aún es una niña y puede cambiar de opinión un montón de veces pero, realmente tiene talento. A veces cuando nadie la vigilaba cogía la cámara de fotos y empezaba a sacar a fotos a todo lo que veía, después se las mostraba a todo el que pasaba y eran fotografías bastante buenas para una niña de cinco años. Al final sus padres decidieron comprarle una cámara para ella y no la suelta ni para irse a la cama.

-No cariño, claro que no das guerra, - dice su madre a la vez que le da un beso en la frente. La niña se queda satisfecha y parece habérsele olvidado el comentario que habían hecho antes sobre ella. - y ahora a desayunar. - y Nerea, obediente se sienta y se pone a desayunar.

Cuando Ariana acaba de desayunar se cepilla los dientes y va a vestirse. Como todavía estamos en enero fuera hace demasiado frío así que opta por unos vaqueros, las All Star rosas y una sudadera rosa de Universitá Roma, que había comprado el verano pasado cuando viajaron a Italia. Se hace un moño medio deshecho, ya sabes, que no parezca demasiado arreglado, coge un abrigo y la mochila y se mira en el espejo como cada mañana. En él, se ve el reflejo de una chica de un metro sesenta y ocho, más o menos, delgada y con alguna que otra curva en los sitios adecuados. Su pelo, ahora liso por las planchas, es castaño pero más bien claro. De hecho a veces le decían que era medio rubia y eso, por tonto que parezca, la ofendía bastante. Lo que más le gustaba eran sus ojos, tan expresivos, de un color indefinido entre el azul y el verde. Había llegado a esa conclusión una vez en la que sus padres discutían sobre el color de éstos:

-Los tiene verdes, como yo – decía Lucía.

-No, los tiene más bien azules – replicaba Alberto.

-Pero ¿cómo los va a tener azules? Ni yo ni su padre los tenemos azules.

Su padre, tema tabú en su casa. Nunca se hablaba de él. Ariana sólo sabía lo justo y necesario. Se llamaba Óscar y murió en un accidente de moto al poco de que naciera ella. No recuerda nada de él, era demasiado pequeña cuando todo sucedió. Por lo que tampoco lo echa de menos.

A pesar de no ser una chica creída le gustaba lo que veía en el espejo. Se hace la raya del ojo, se coloca bien la chaqueta y sale hacia la parada del autobús sin demasiada prisa, le sobraba el tiempo. Todo volvía a estar bajo su control.

Allí fuera, en la calle, estaban como cada mañana el señor de traje, corbata y maletín que va al trabajo en bicicleta; la madre soltera (así se lo imaginaba ella) de la mano de su hija que lleva en la espalda su mochila de Hello Kity; la pareja de ancianos que pasean tranquilamente de la mano o el chico solitario de la camiseta de Nirvana que camina sin rumbo fijo. Resulta tan increíble el hecho de compartir un segundo de tu vida con personas desconocidas, personas que pueden ser exactamente iguales a ti o un polo opuesto y, sin embargo no lo averiguarás... Personas que podrían ser ese alguien que te entiende perfectamente y podrían ayudarte a superar todo el dolor que estás pasando, y no tienes ni idea. Porque la vida está hecha de casualidades, tu propia vida es una casualidad. La casualidad de que tu padre conociera a tu madre. Y la casualidad de que justamente ese espermatozoide, entre miles, llegara a ese óvulo. ¿Así qué por qué no la casualidad de que aquel chico que corre apresuradamente, porque su metro está a punto de salir, sea el amor de tu vida? ¿O la de que aquella señora regordeta que saca a pasear a su perro cada mañana te ayude a llegar a tu casa después de una noche de desfase? ¿Y si aquella china de enfrente es tu futura compañera de piso? Pero Ariana no cree en las casualidades. Ella es de las que piensan que las cosas ocurren por algún motivo. Que la vida está perfectamente milimetrada.
Su parada está casi enfrente del instituto, solo tiene que cruzar un paso de cebra y caminar unos cincuenta metros. Cuando llega a la entrada del instituto ve a una chica vestida con una chaqueta vaquera, unos pantalones blancos y unos botines estilo militar grises, Erica. Erica es su mejor amiga desde el primer curso de infantil, aún recuerda ese día como si fuera hoy.

En la clase de Primero de Infantil reina la felicidad. Se escuchan carcajadas por todas las esquinas. El primer día de clase había sido todo un éxito. "Ni una sola lágrima" piensa la profesora con una sonrisa. Todos los niños están jugando con todo lo que tienen a mano, las Barbies, los Nenucos o sus Action Man. Todos, menos una niña de ojos entre verde y azul que ha sido demasiado lenta y no ha podido coger ninguno. Está sola en una esquina, es demasiado orgullosa para llorar y demasiado tímida para pedir un juguete. Entonces una niña rubia de profundos ojos azules se le acerca y le tiende su muñeca. La niña de los ojos verdes no es capaz de recordar su nombre, pero le agradece el gesto con una tímida sonrisa y ambas empiezan a jugar juntas. Desde ese momento las dos niñas se volvieron inseparables.
Erica no es guapa, es lo siguiente. Rubia, de ojos azules celestes y piel pálida. Probablemente te suene demasiado a un tópico de perfección pero ella es realmente así, perfecta. Perfecta de los pies a la cabeza, por dentro y por fuera. Es de esa clase de personas que anteponen la felicidad de los demás a la suya y a Ariana se lo había demostrado millones de veces, definitivamente, no la cambiaría por nada. Y a pesar de su belleza y de lo agradable que era no había salido con demasiados chicos, y eso era algo que nadie entendía. Aun así ya no era virgen, hacía cosa de seis meses que la había perdido con su novio, más bien ex novio ahora, con el que estuviera casi medio año.
Las dos chicas se saludan y empezan a hablar de cosas sin demasiada importancia, "¿Has visto el estado de..?, ¿Has leído la entrada de no sé quién?,¿Y esa foto que subió…?"

-¡Chicaaaaas! – grita alguien al fondo de la calle y las dos se giran.
La alborotadora es una chica alta, de ojos negros como el carbón y mirada penetrante. Lleva la raya de los ojos negra bien marcada. Su melena riza, de un rizo que parece salido de peluquería, también es negra y su piel bastante morena. De no haber tenido la piel bronceada podría parecer un fantasma. A pesar del frío de enero llevaba una minifalda y una camiseta con demasiado escote, ella bromeaba con que tenía que aprovechar lo que Dios le había regalado sabiendo que su talla 95 no estaba nada mal, unas medias y una cazadora. Vero, la más extrovertida y atrevida del grupo, cualquiera apostaría a que no tiene vergüenza de nada y naturalmente con los chicos es todo lo contrario a Erica. Se podría decir que cada semana tiene un novio distinto y la verdad es que nadie sabe de dónde los saca pero son a cada cual más guapo. A los quince años dio a sus amigas la noticia de que había conocido al hombre su vida y que estaba segura de que sería para siempre, tan segura que se entregó a él completamente, y cuando digo completamente, es completamente. Se llamaba Enrique aunque todo el mundo le llama Quique, dos días después de arrebatarle su virginidad dejó de contestarle las llamadas. Vero lo pasó muy mal, pero logró superarlo, ahora se ha convertido en una máquina de romper corazones. Era su pequeña venganza. Vero se había unido a Erica y a Ariana al empezar la ESO. Había repetido curso y todo la clase se alegraba de ver alguna cara nueva. Así que siempre estaba rodeada de gente ya que era la chica mayor, y además, las hormonas de los chicos comenzaban a aflorar y se arrimaban a la chica que más buena estaba. Era el centro de todas las miradas una vez más. Un día se acercó a Ariana y Erica y, así, de repente, sin venir a cuento les soltó:

-A partir de ahora me acoplaré a vosotras. Sois las más normales de esta clase.

Y sorprendidas por el hecho de que la niña que debía ir en segundo y estaba llena de amigos les hubiera reclamado un hueco entre ellas aceptaron, aunque tampoco les quedaron muchas más alternativas. ¡Ya eran tres!

- ¿No tienes algo de frío? – pregunta Erica
.
- ¿Desde cuándo tengo yo frío? – responde Vero guiñándole un ojo y todas se echan a reír.

-¿Empezando la fiesta sin mí? – pregunta una voz lejana.

Todas la reconocieron al momento, Laura. Laura es la chica lista del grupo, un genio de las matemáticas para ser concretos. No tenía pinta de empollona ni nada de eso. Es guapa, pero no posee ni la belleza dulce de Erica, ni la sensualidad ni las curvas de Vero. Tiene el pelo castaño largo, aunque suele llevarlo recogido en un moño, un tanto flojo ya que al final del día varios mechones ondulados están siempre fuera de su sitio, y los ojos castaños. Laura había llegado al empezar segundo de ESO, y al principio no se acercaban demasiado a ella, sólo era la chica lista de la clase que les había tocado en su grupo para hacer un trabajo y poco a poco se fueron uniendo hasta llegar a ser cuatro. Llevaba saliendo con un chico dos años (era su primer y único novio), pero aún no se había visto preparada para dar el paso, y Jorge, así se llama él, también era virgen así que no tenía demasiada prisa.

En cuanto a Ariana y los chicos, bueno no le iba mal del todo, había salido con más chicos que Erica y Laura, pero su excesiva timidez le impedía que fuesen relaciones demasiado serias o largas. En resumen, o conseguía la suficiente confianza con un chico; lo que le llevaría el mismo tiempo que al chico cansarse de esperar; o se cortaba y no decía nada (Ariana siempre seguía la teoría de que si lo que vas a decir es un tontería, es mejor estar callada) y al final, después de algún que otro beso se cansaban de ella y de sus silencios y se acababa todo. Nunca le había importado demasiado, todavía no conocía lo que era sufrir por amor. En cuanto al sexo, también era virgen y no le importaba demasiado el hecho de serlo. En cuanto a ese tema era un tanto clásica, no hasta el punto de llevar un anillo de castidad y esperar al matrimonio, pero sí quería que fuese con un chico al que quisiera de verdad, algo especial, y visto el panorama eso iba a tardar bastante.
Sin embargo con sus amigas, estas tres chicas, no se sentía tímida ni cortada, podía ser ella misma y expresar todo lo que pensaba y sentía, y eso le encantaba.

-La fiesta nunca empieza sin ti, guapa – dice Vero.

Y así risueñas, felices, cómplices aquellas cuatro amigas entran en clase.