lunes, 26 de septiembre de 2011

Capítulo 8.

Cuando me desperté ya era día uno, uno de febrero y mi nueva vida estaba a punto de comenzar. Me levanté con el pie derecho (literalmente), no tenía sentido estropear aquel día por un detalle tan pequeño ¿no? Estaba eufórica por experimentar aquel cambio y había decidido no darle vueltas al tema de Dani y decidirlo en el momento, lo que tuviera que pasar, pasaría.                                                                                                                                                                Salí prácticamente bailando de la habitación, ¿por qué el hecho de cambiar de mes me afectaba tanto?
-¿Y esa felicidad? – preguntó mamá.
-¿Qué pasa, no te gusta verme sonreír? – le dije sin ningún tipo de malicia ni nada que pudiera enfadarla.
-Claro que me gusta verte feliz, me encanta tu sonrisa. – y me dio un beso en la frente.
Me tomé el desayuno todo lo rápido que pude, quería tener tiempo para arreglarme, aquel día me apetecía ir realmente especial. Decidí ponerme un vestido blanco y negro con un cinturón a juego. El frío que hacía me pedía unas medias y un buen abrigo así que no tuve más remedio que ponérmelos y salí de casa dando tumbos. ¡Qué felicidad más tonta!                                                                                  A medida que me aproximaba al lugar donde lo había conocido estaba más y más segura de que aquella alegría y optimismo se acabarían en un visto y no visto, pero para mi sorpresa llegar a allí sólo me hizo parar por un segundo. Aquellos escasos diez minutos en los que estuve con él aparecieron en mi mente en algo que duró menos de un segundo y se esfumaron dejando paso otra vez a la felicidad. No podía entenderlo, nadie podía dejar de querer a alguien de la noche a la mañana, ¿explicación? Ninguna, tal vez mi concepto acerca del amor estuviera demasiado sobrevalorado o tal vez, no muy claro.
Me había tomado el camino con tanta calma que cuando llegué ya era la última. Nadie excepto Erica sabía el porqué de aquel bajón emocional que había vivido hacía unos días, había decido no contárselo para no preocuparlas, aunque no eran tontas y se habían dado cuenta de que algo pasaba.
-¡Mira una chica sonriente! – gritó Laura.
-¡Muy sonriente! – apuntó Vero. - ¿Piensas contárnoslo? – y como no me gustaba que hubiera secretos entre nosotras se lo conté todo, el plan de Erica incluido.
-Va a ser que Erica es más lista que tú, Laura. –dijo Vero.
-La verdad es que la idea no es tan mala… - reconoció Laura.
-¿Lo ves? – dijo Erica mirando hacia mí.
-¿Y qué vas a hacer? – preguntó Vero antes de que pudiera decir nada en contra de la “brillante idea” de Erica.-Con Dani, ya sabes.
-Pues he decido no pensarlo, no darle vueltas, que me salga en ese momento lo que tenga que salir, ¿entiendes?
-Supongo que sí, es algo raro, pero está bien.- y sonó el timbre que indicaba que la primera hora estaba a punto de empezar y que el momento en el que tomar una decisión estaba más cerca que nunca.
Las dos primeras horas fueron tranquilas, en ninguna coincidía con él así que no tenía que preocuparme. Por otro lado quería verlo y sacarme ya ese peso de encima, y así, indecisa entre si quería o no verle y entre que iba a hacer llegó la hora del recreo y ahí sí que coincidíamos.
Me encontré con las chicas en nuestro rincón habitual y parecían incluso más nerviosas que yo.
-¡Está allí! – dijo Erica muy fuerte, lo suficiente para llamar la atención de varias personas y prácticamente la Dani.
-¡Shhhh! No grites. – le espeté.
-Demasiado tarde, te ha visto. – me informó Laura y ya no sabía dónde meterme.
-Ni se te ocurra esconderte otra vez. – me dijo Vero, suspiré, estaba muy nerviosa.
-¿Viene hacía aquí? – pregunté.
-No.- y cuando estaba a punto de suspirar de alivio. - ¡Sí, sí que viene!
-¿Preparada? – preguntó Vero.
-No, para nada.
-¿Tienes algo pensado? – quiso saber Laura.
-No, nada de nada. ¡Estoy empezando a híper ventilar! – notaba que mis nervios iban en aumento.
-Relájate y déjate llevar, ¡improvisa!
-Hola chicas. – dijo una voz que conocía muy bien. “Respira” dije para mí.
-¡Hola! – dijeron las tres sonrientes.
-¿Me puedo llevar un momento a Ariana?- estaba a punto de decirle “No, no puedes” pero mi timidez me lo impidió por completo. Entonces tuve la esperanza de que alguna de mis amigas quisiera socorrerme y que le dijera algo parecido a “Lo siento, estábamos hablando” en cambio lo que escuché fue un:
-Claro, no hay problema. – al unísono.
-¿Vamos? – me preguntó y fui con él.
Fuimos en silencio hasta la otra esquina del patio y sentí como los ojos de la mayoría de mis compañeros, incluidos los de mis amigas, se clavaban en nosotros y pude ver que estaban sumamente intrigados. Si a lo nerviosa que estaba le sumaba lo observada que me sentía obtenía un resultado demasiado desagradable. Y de repente decidió romper aquel silencio y estaba preparada para lo peor, sin embargo lo que dijo fue:
-Lo siento. – y sus palabras sonaron realmente sinceras y arrepentidas, pero yo no entendía porque me pedía perdón.
-¿Qué? – dije un tanto avergonzada por no poder seguirle la conversación.
-Que lo siento, siento lo del otro día, lo de tu cumpleaños. Siento haberte ofendido, y espero que no tengas una opinión equivocada de mí, yo… yo no quiero hacerte nada malo Ariana, es solo que había bebido demasiado y…
-Tranquilo ¿sí? Por mi parte está todo olvidado.
-Pero es que me siento tan avergonzado que…
-Déjalo estar, borrón y cuenta nueva ¿vale?
-Está bien, - y vi cómo se le iluminaba la cara con una gran y preciosa sonrisa. – pero de verdad lo siento, nunca he querido hacerte daño Ariana, tú… - noté como la duda aparecía en sus palabras por primera vez desde que lo conocía. – tú me importas mucho Ariana. – y ahí ya no supe que decir. – Y ya sé de sobra que somos como estrellas diferentes, como universos paralelos, como el hielo y el fuego, como agua y aceite, y que cuando yo diga sí tú probablemente digas no, que cuando tu vienes, yo voy. Pero finalmente esas dos estrellas brillan por igual y aunque tú vengas y yo vaya siempre lograremos encontrarnos. Y sí, somos diferentes, muy diferentes, pero juntos podríamos lograr crear esa combinación prácticamente perfecta, porque Ariana te quiero, estoy enamorado de ti desde el primer día en  que te vi.- y aquello me dejo boquiabierta, la facilidad y la seguridad con la que había dicho todo aquello y la belleza de aquellas palabras hizo que mi respuesta saliera por sí sola y lo besé. Y noté como empezaba a relajarme, como todos mis nervios comenzaban a cesar y me limité a besarle, a darle a entender que podríamos intentarlo, que podría funcionar, simplemente a hacerle feliz.                                                   Cuando nos separamos me abrazó con fuerza, como si no quisiera separarse nunca más de mi. Vi que todos los ojos del patio estaban clavados en nosotros dos y los de mis amigas estaban enormemente impactados, aquello sí que no se lo esperaban.
-Podría funcionar. – le susurré al oído y supe que en aquel momento estaba sonriendo.
-No podría, va a funcionar. –y volvió a besarme, más dulce, más suave, más lentamente y no podía imaginar nada mejor. – Este uno de febrero será para siempre.
Estuve todo lo que quedaba de recreo con él, estuvimos abrazados y hablando. Me contó un montón de cosas que nunca habría esperado de él como que le encantaba dibujar y prometió enseñarme algunos de sus bocetos. Descubrí que me gustaba escucharle, que todo lo que decía tenía sentido y parecía sonar bien y cuando sonó el timbre desee poder seguir con él.
-Adiós… - le dije.
-Adiós. – y cuando estaba a punto de irme me agarró de la mano y tiró de mí hacía él para darme un último beso, que probablemente pudo superar cualquiera de los otros que nos habíamos dado.
A continuación del recreo tenía Lengua, la profesora nos tenía sentados por orden de lista por lo que tenía la suerte de poder sentarme al lado de Laura, Erica y Vero estaba bastante más adelante.
-Para no saber qué hacer respondiste muy bien, ¿no crees? – bromeó.
-¡Cállate!- le dije en voz baja.
-Al final Erica sí tenía razón, ¿no?
-Las dos del fondo, ¡a callar! – nos reprendió la profesora.
-Se podría decir que sí.
-Ya nos contarás todo lo que paso después, ¡con todos los detalles! ¿Está bien?
-Prometido.
-¡O se callan o las echo!- y guardamos silencio y atendimos a la explicación sobre el verbo, sus funciones y todo lo demás.

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-¡Odio los lunes! – soltó Vero a la salida.
-Creo que todas menos Ariana, odiamos los lunes. – repuso Laura.
-¿Perdón?
-Después de lo de hoy creo que empezarás a cogerle cariño a los lunes ¿no? – explicó Laura y todas reímos.
-Puede ser. – contesté.
-Pero haber ¡cuéntanoslo todo! Porque no pienso interrogarte para sacarte la información.- y les conté todos los detalles, y les dije exactamente todas y cada una de aquellas palabras que me hicieron verlo todo claro.
-¡Guau! – dijeron a la vez seguido de un largo suspiro.
-¿Quién tenía razón? – pregunto Erica con un tono de satisfacción.
-Chicas me voy, Jorge me está esperando. – y Laura echó a correr hacia su novio, que en cuanto la tuvo cerca no dudo en darle un buen beso.
-Vale, tú tenías razón Erica. – admití.
-¿Y a partir de ahora te irás con él a casa? – preguntó Vero.
-Pues la verdad es que no tengo ni idea.
-Ojalá que sí, así no tendrás que irte sola.- dijo Erica, que siempre se preocupaba porque me fuera sola.
-Sí, porque nosotras dos tendríamos que irnos.
-No os preocupéis, tampoco es para tanto.
-¡Nos vemos mañana!
-Adiós, Ari. – se despidió Erica.
-Adiós chicas. – y ellas echaron a andar en una dirección y yo en la contraria.
-¡Ariana, espera! – gritó un chico. Me giré y vi a Dani que corría hacía mí.- Voy contigo, si no te importa.
-Claro que no. – me agarró de la mano y ambos sonreímos. Podía imaginarme fácilmente siendo feliz con él, y aunque todo lo que sentía hacía él no era tan fuerte como lo de Cristián podría llegar a quererle de verdad. Era guapo, realmente guapo; moreno, de ojos castaños y mirada penetrante. En el pelo llevaba una cresta y aunque su chaqueta no dejaba verlo mucho se notaba que era fuerte.
-¿Qué tal la mañana?
-Para ser lunes no ha estado nada mal, la verdad. – y se rió.
-No, nada mal.
Y continuamos andando cogidos de la mano, yo escuchándole y el hablando que era lo que realmente me gustaba.
-Bueno, es aquí. – dije cuando llegamos a mi casa.
-Hasta mañana entonces. – y me besó. – Te quiero. – y me quedé callada y le di otro beso por toda respuesta.
-Adiós.- y entré en mi portal, más feliz de lo que podría haber imaginado estar. Sí, sin duda podría aprender a querer a aquel chico tan maravilloso que le había devuelto la sonrisa a mi cara.

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