sábado, 3 de septiembre de 2011

Capítulo 3.

¡Pii!
¡Piiiiii!
¡PiiiiiiiPiiiiiPiiiiiiPiiiiiiiiiiiiiiii!
¡No puede ser! ¿Ya son las 7:30? Pero si apenas había dormido cuatro horas, ¡qué sueño!  Y así adormilada me levanté y tan dormida iba que lo hice con el pie izquierdo.
-¡Mierda, mierda, mierda! – Grité - Menuda forma de empezar mi cumpleaños…
Cuando llegué a la cocina me esperaban papá, mamá y Nerea y al verme entrar gritaron:
-¡FELICIDADEEEEEES! – mamá me dio un beso, papá me dio el primer tirón de orejas del día y Nerea me cantó el cumpleaños feliz.
-Tú regalo – dijo mamá orgullosa mientras me daba una caja envuelta en papel de regalo rojo –espero que te guste.- y le dedicó a papá una mirada cómplice.
Abrí el regalo procurando no romper el papel, otra de mis miles manías, y cuando vi lo que había dentro no me lo pude creer.
-¡Una Blackberry! – grité mientras abrazaba a mis padres.
No me podía creer que me hubiesen regalado una Blackberry, llevaba unos dos meses dándoles la lata para que me compraran una y ahora por fin la tenía, tal vez mamá sí que tenía razón con respecto a lo de levantarse con el pie izquierdo ya que por ahora no podía pedir más.
-¿Para mi no hay abrazo? – dijo Nerea poniendo morritos y la abracé haciendo que desapareciera cualquier brote de enfado. Era increíble como con un simple abrazo  la niña ya podía ser feliz y eso era una de las cosas que echaba de menos de ser pequeña, el cómo las pequeñas e insignificantes cosas podían llenarte por completo y hacerte feliz, ahora eso era un poco más difícil.
Conseguir prepararme para ir a clase me llevo más tiempo de lo normal, al final opté por unos pantalones de pinzas negros, una camiseta roja con una chaquetita de punto negra y las francesitas rojas. Cuando salí de casa una ráfaga de viento me sacudió y corrí a casa a por un abrigo. Con el abrigo puesto tenía menos frío, pero aun así habría agradecido unos rayos de Sol que me diesen algo más de calor. Entonces miré el reloj y vi que estaba a punto de perder el autobús así que me eché a correr lo más rápido que pude y de repente ¡zas! Un golpe seco y me caí al suelo. Puede ver como mi regalo de cumpleaños había salido volando y parado en el suelo, esperaba que no se hubiera estropeado ya al primer día.
-Lo siento – dijo una voz masculina. ¡Y qué voz masculina! Sonaba tranquila, amable era como música para mis oídos.- iba con prisa y no miré por donde iba.
-Tranquilo, yo tampoco estaba muy atenta. – contesté un tanto cortada. Cuando fui a coger mi móvil vi que en el suelo había dos igualitos. ¿Cuál será el mío? “Definitivamente es éste, sí, se ve mucho más nuevo” dije para mí y lo cogí. No parecía demasiado roto ni estropeado por la caída, ¡qué alivió!  Entonces levanté la vista y lo vi.
- ¡Jo-der!- exclamé tal vez demasiado alto o al menos lo suficiente para que él me hubiera escuchado, perfecto un buen comienzo. Tenía unos ojos azules preciosos, más bonitos que los de Erica si eso puede ser posible, una sonrisa blanca y perfecta, muchísimo mejor que la de mi profesor de historia, el pelo castaño claro liso en una media melenita que se le había despeinado por el golpe, era unos centímetros más alto que yo y su piel era morena. ¡Pero qué niño más guapo! Sí es que se le podía llamar niño claro, pero era realmente atractivo ¡qué demonios! Era muy, muy, muy guapo y atractivo, más aún era el chico perfecto,  ¿era yo o había empezado a hacer calor de repente?
-¿Qué decías? – dijo sonriendo, realmente hacía calor, ¡menuda sonrisa! ¿Por qué habrían enviado un ángel como éste a la Tierra? Y además ¿por qué habrían decido mandarme a mí un ángel como éste?
-Ah no, nada – dije tímidamente. ¡Menudo comienzo!
Me tendió la mano y me ayudó a levantarme, ¡que manos más suaves! ¿Es qué este chico no tenía ningún defecto?
-Bueno me tengo que ir, como ya has visto voy con bastante prisa. – Volvió a sonreír y pensé que me iba a derretir en el mismo lugar donde estaba- Adiós y, lo siento. – echó a correr y se fue dejándome allí, paralizada sin poder decir más. ¡Ufff qué calor! Definitivamente la perfección existía y se había plantado delante de mí.  Miré el reloj y vi que había perdido el autobús, de ninguna manera me volvería a levantar con el pie izquierdo.
Cuando conseguí llegar al instituto la primera clase de la mañana ya había empezado. ¡Genial!, me pondrán un retraso el día de mi cumpleaños y si a eso se le sumaba que podía ver un pequeño agujero en mis pantalones (de la caída ,por supuesto) mi cumpleaños tenía la pinta de ser un día perfecto (con toda la ironía del mundo).
Entré a mi primera clase, biología, y pude ver que Erica estaba ensimismada con las palabras del profesor, Vero hacía dibujos en su mesa y Laura no paraba de tomar apuntes, el resto de la clase hacía lo que podía. Llamé a la puerta.
-Lo siento, ¿se puede?
-Se puede llegar antes, señorita. ¿Trae justificación?- negué con la cabeza.
-He perdido el bus.
-Siéntese y procure no hacer ruido para no molestar a sus compañeros. – y se dirigió hacía el parte para ponerme mi retraso, casi pude verle una sonrisita de satisfacción cuando pasó su bolígrafo por el papel. Cuando estaba sacando mis libros vi que encima de mi mesa había un papelito envuelto, lo abrí y leí lo que ponía:
 “¡Felicidades!, prepárate para el tirón de orejas y la humillación pública mientras te cantemos el cumpleaños feliz a gritos, procura no ponerte roja. Te queremos, Vero, Erica y Laura.
PD: esperamos que podamos celebrarlo como Dios manda.” ¡Qué majas! Aunque la verdad aún no había preparado nada para celebrar mi cumpleaños, daba por hecho que Vero se encargaría de todo, como siempre. Al cabo de un rato me llegó otro papel, era de Vero :
“Tía, no te agobies que yo me encargo. ¿Pensabas que te iba a dejar sola en esto?”
Respiré aliviada y así pensando en qué haría Vero se me pasaron las primeras horas hasta que llegó el recreo.
-¿Por qué has llegado tarde? – Preguntó Laura- A ver no quiero parecer tu madre ni nada, pero tú Ariana Pérez Sánchez nunca llegas tarde.
-Me desperté con el pie izquierdo, en el sentido literal de la palabra.- y todas nos echamos a reír, ellas tampoco acababan de creerse el rollo del pie izquierdo.
- Eres una maniática, ¿lo sabes no?
 - Tengo alguna que otra manía, sí. – y más risas. – En definitiva salí tarde de casa, me caí al suelo por chocar contra un macizorro, perdí el autobús y me tocó venir andando, más bien corriendo.
-¿Cómo de macizorro? – preguntó Vero. Y les expliqué como era, como me había embobado hasta el punto de quedarme sin habla, como era su mirada, su sonrisa, su pelo, su piel.
-¡Guauuuuuuuuu! – exclamaron todas a la vez y volvimos a reírnos.
-¿No estarás exagerando no? – preguntó Vero. – Los chicos tan perfectos no existen.
-Míralo por el lado bueno, al final tu día no ha sido tan terrible. – dijo Laura.
-¿Qué? – contesté.
-Pues está claro, ¡has conocido al tío más bueno en todo el planeta! O al menos eso te parece a ti. – y nuevamente todas estallamos en risas.
-Y además mira, - saqué la Backberry del bolsillo. – mi primer regalo de cumpleaños.
-¿Y habías tenido un mal día? – preguntó Erica. – ¡Ojalá mis malos días terminaran con un Smartphone en mi bolsillo! – y nuevamente más risas. Con ellas a mi lado todo parecía mucho más fácil, con ellas a mi lado mi cumpleaños sí que era genial y es que si las tenía a mi lado alcanzar la felicidad era mucho más fácil.
Cuando acabaron las clases las cuatro nos fuimos a comer juntas.
-¡No, a un italiano! – rogaba Erica.
-¡Mejor al Hard Rock! – protestaba Vero.
-Yo prefiero un chino. – y nos reímos todas.
Al final acabamos en el italiano porque, al pasar por allí Vero vio que el camarero estaba muy bien y quiso entrar.
-¿A qué salgo con su número de teléfono? – y entró.
Cuando Vero vio que en lugar del camarero guapo venía una señora con cara de pocos amigos poco le faltó para ponerse a gritar. Pedimos y nos pusimos a comer.
- Vengo ahora. – dijo Vero
-¿A dónde irá? – preguntó Laura.
-No sé … ¿al baño? – traté de contestarle yo aunque tampoco lo tenía demasiado claro.
Al cabo de diez minutos volvió.
-¡Tengo su número!
-¡Imposible!- saltamos las tres a la vez.
-¡Pues aquí está! – y nos enseñó la servilleta con el número de teléfono. ¡Que tía!
-¿Te importa si me guardo yo también el número? – bromeó Erica y todas nos echamos a reír.
-Lo siento, pero este es mío.- dijo realmente satisfecha por su logro.
 Por la tarde nos fuimos de compras, entramos en todas las tiendas y mis amigas insistieron en que pagaban ellas, era mi regalo de cumpleaños, y como vi que era imposible hacerlas cambiar de idea acepté y dejé que pagaran todo cuanto quisieron. Finalmente entramos en una tienda llena de vestidos preciosos y cada una nos probamos uno. El de Erica era un vestido de gasa muy vaporoso, le daba por encima de las rodillas. El escote era palabra de honor, y justo debajo del pecho llevaba una especie de cinturón en forma de lazo. Era de color blanco, ¡Parecía un ángel! El de Vero era un vestido muy, muy ajustado y muy, muy corto. Era de tafetán de color rojo. El escote era en forma de V y la verdad es que con ese vestido podría seducir a quien quisiera. El de Laura era mucho más discreto, le daba por las rodillas, el escote era asimétrico y de acetato verde, el vestido en sí no era especialmente bonito pero puesto en ella ya parecía otra cosa. Yo por último elegí un vestido palabra de honor con un corte en forma de globo que me daba por encima de las rodillas de color gris con una especie de flores entre azul y verde. Era curioso que eligiera ese color porque mis ojos también estaban entre esos dos colores. Me gustaba aquel vestido, me sentaba bien. Cada una nos compramos nuestros respectivos vestidos, aunque no tenía muy claro para qué, y fuimos directas al Starbucks. Yo me encargué de coger los cuatro chocolates calientes y de pagar, teniendo en cuenta que me lo habían pagado todo ellas a mí no iba a pasar nada por pagar cuatro chocolates, y ellas fueron a coger sitio arriba.
-¡Ya nos tardabas! – gritó Vero y todo el mundo se giró hacía ella.    
-¡Si apenas he tardado  unos cinco minutos!
-Y ya te echaba de menos amo mío. – y volvieron a estallar las carcajadas.                                          
Me senté en mi sitio y empezamos a hablar de todo lo que habíamos comprado, bueno, más bien de lo que me habían comprado y entonces les hice la pregunta que llevaba toda la tarde deseando hacerles.
-Y ¿para qué son los vestidos? –Entonces ellas contuvieron la risa.
-Es una sorpresa. – dijo Laura intentando contener de nuevo la risa. – Cuando sea el momento de ponérnoslos ya te avisaremos.- y esa fue la única respuesta que obtuve. Entonces cogí mi Blackberry y me puse a tocar los botones para entender cómo funcionaba.
-¡Mierda, mierda, mierda! – dijé.
-¡Hey, relaja! ¿Qué pasa? – preguntó Erica.
-He perdido mi Blackberry.
-Pero si la tienes en la mano. – dijo Laura.
-No, ésta no es la mía. – le contesté prácticamente histérica y entonces caí. - ¡Noooo!
-Oye, me estás empezando a asustar de verdad.- dijo Vero.- ¿Qué te pasa ahora?
-¿Os acordáis del ángel caído del cielo del que os hable?
-¡Como para olvidarlo! – soltó Vero y estallaron en risas todas menos yo.
- Pues creo que al caernos cogí el móvil equivocado.
-O sea que tú tienes el móvil del guaperas y él el tuyo ¿no?- preguntó Erica y asentí.
-¡Pues de puta madre! – dijo Vero demasiado contenta.
-¿De puta madre? ¡El móvil de mis sueños, el que me acaban de regalar HOY está en manos de otra persona! – le contesté ligeramente enfadada, a veces no entendía en que pensaba esta chica.
- Oye, tranquila, pero si lo piensas bien está genial, tú tienes su móvil y él tiene el tuyo, sólo tienes que llamarlo a él es decir, a ti y quedáis con la excusa de que te devuelva el móvil y si eres un poco lista aprovecharás la oportunidad.
-No está tan mal pensando. - ¿Desde cuándo Laura estaba de acuerdo con Vero?
-Pues ya somos tres las que lo pesamos. - ¿Qué?
-¿Lo veis? ¡Soy un genio!
-No lo veo tan claro.- dije.
-Pero ¿no quieres recuperar tu móvil? – preguntó Laura
-Sí, claro que lo quiero.
-Pues entonces no te queda otra, tendrás que verlo pero puedes aprovechar tu oportunidad o dejarla pasar y, si es tan perfecto como dices sería una gran tontería no aprovecharla.- y resignada me di cuenta de que si quería mi móvil tendría que volver a ver al chico que me había dejado completamente paralizada.

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