jueves, 11 de octubre de 2012

Capítulo 15




Catorce de febrero, San Valentín, día de los enamorados.
Si no hubiera tenido todos aquellos sueños que tanto la hacían dudar a lo largo de los últimos días estaría feliz por llegar al día de San Valentín con novio. Ahora, en cambio, no sabía cómo afrontar aquello. ¿Era feliz o no?                                             
Era domingo y aún estaban todos dormidos. Se había levantado más pronto de lo normal saltándose una regla fundamental: no madrugues un domingo.  Se vistió de rojo, no tenía muy claro si lo hacía por aparentar o por no herir los sentimientos de Dani, aunque dudaba verlo hoy ya que no había clases, y se dio cuenta de que tal vez fuera más bien por la primera opción. Cogió bolígrafo y papel y escribió una nota:
Me he despertado con ganas de croissants, voy a la pastelería a por ellos.                                                   Nos os preocupéis.
Ariana
PD: id preparando el chocolate.

La dejó encima de la mesa del comedor, cogió las llaves de casa y salió.
Todas las floristerías tenían los escaparates llenos de flores; rosas de todos los colores, especialmente rojas, claveles, tulipanes… ¡De todo! Los cristales de los escaparates estaban atestados de pegatinas por aquí y por allá. Esas pegatinas, con letras enormes,  te recordaban que día hoy era San Valentín, día de los enamorados, y que si querías a alguien debías regalarle una de esas rosas a esa persona especial y que, además, hoy las rosas eran más baratas. ¡Todo una ganga, vamos!                                                                                                                                           Una pareja pasa de largo todas y cada una de las floristerías mirándolas con desprecio. Son esa clase de personas a las que todo esto le parece demasiado superficial, un simple invento de la sociedad para ganar más dinero, que si quieres alguien se lo dices día a día y no necesitas uno en especial para regalarle aquella rosa. Al pasar la última floristería se dan un largo beso, demostrando esta teoría. Una chica solitaria sigue la misma ruta que la pareja pero su mirada refleja algo completamente diferente: tristeza.  Ella está en el grupo de los que ven San Valentín como el día que te recuerda: “Oye, ha pasado otro año más y sigues sólo. ¿No es hora de hacer algo?”. Otro chico sonriente, feliz, sale de la floristería y se cruza con la chica solitaria. Ella suspira al ver las rosas, él no le presta ni la menor atención y en su cabeza sólo se repite: “¿Lo ves? Sólo tenías que esperar, ya la has encontrado.” Poco después salen de la misma floristería otra joven pareja. Ella lleva en la mano un enorme y recargado ramo de flores de todos los tamaños, formas y colores. La otra mano tampoco va vacía, está llena de bolsas y bolsas, seguramente regalos de su acompañante. Él también sostiene unas cuantas bolsas, tal vez más regalos para su chica. Ella es, sin duda, una amante de este día que adora que la llenen de regalos y sentirse especial.  
Cuando llega a la pastelería hay ya dos personas esperando y se pone a la cola. El señor que tiene delante parece tener mucha prisa y eso que aún no lo han atendido, ya que la única persona que está despachando trata de explicarle, con toda la educación posible, a un señor de unos setenta años que aquel billete de cinco euros no es suficiente. Diez minutos más tarde, y después de resoplar varias veces, consigue atender al hombre impaciente con el que no tuvo ningún tipo de problemas para entenderse a la hora de pagar. Fue todo rápido y directo.  Era su turno.
-Hola. – dijo sonriente la dependienta.
-Buenos días.- respondió.
-¿Qué querías? – preguntó nuevamente sonriendo.
-Ponme cuatro croissants, por favor.
-Claro. – dijo otra vez sonriendo. La dependienta tendría cuarenta años como mucho, unos intensos ojos color carbón y unas mejillas realmente carnosas y redondas. Era realmente amable y al sonreír se le formaban en la cara unos simpáticos oyuelos.
-Aquí tienes son 3,60.-dijo dándole la bolsa.
-Muchas gracias. – revolvió en su cartera hasta conseguir sacar el dinero justo.
-A ti y feliz San Valentín.
 Se supone que tendría que serlo. Pensó, le dio el dinero y cogió la bolsa.
Llegó a casa helada y se alegró de que la calefacción estuviera encendida. Ya había ruido por la cocina así que ya deberían estar despiertos.
-¿Qué madrugadora no?- dijo su madre mientras preparaba el chocolate.
-Ya ves, los croissants que hacen milagros.- dejó la bolsa en la encimera.
Fue a su habitación a coger una sudadera, a pesar de la calefacción el frío seguía ahí. Cuando volvió a la cocina el chocolate estaba listo, las tazas del desayuno puestas y sólo faltaba Nerea.
-¿La voy a despertar? – preguntó.
-Será mejor.
Abrió despacio la puerta de su habitación intentando no hacer ruido, lo que por un lado era algo tonto ya que tenía que despertarla. Abrió las cortinas y la luz de la mañana inundó la habitación. Se podían ver los contornos de flores, estrellas y mariposas de color blanco que adornaban las paredes rosas. Tenía un corcho lleno de sus dibujos y fotografías,  una estantería para los libros, la mayoría de princesas que encuentran a su príncipe azul, y un montón de muñecos y juguetes. Su camita blanca con dosel estaba en el medio de la habitación y la colcha que la cubría estaba llena de princesas Disney. Era la habitación de una princesita.
-Nerea.- dijo en voz muy baja esperando que se despertara, pero en lugar de eso se giró hacia el otro lado.
-Nerea. – repitió algo más alto provocando que la pequeña emitiera una especie de gruñido.
Cuando por fin se dio cuenta de que aquello no iba a dar resultado se remangó la sudadera y empezó a hacerle cosquillas, su punto débil, y Nerea comenzó a dar vueltas en la cama y a reír a carcajada limpia.
-Quiero que me despiertes así toooodos los días. – dijo alargando la o.
-Pero entonces tendrías que despertarte más pronto.- la niña se quedó pensativa.
-Pues entonces sólo los domingos.-dijo risueña.
-¿Vamos a desayunar?
-No.- y se escondió bajo las sábanas.
-Acabo de ir a comprar croissants...
-¿¡Enserio!?- dijo desde su escondite.
-Te lo prometo.- y en cuanto acabó de pronunciar la última palabra salió corriendo a la cocina.
-Buenos días princesa.- le dijo Alberto.
-Papi quiero curasán.- y se apoderó de su taza rosa, para variar, llena de mariposas.
-Ya va, ya va.
Cinco minutos más tarde todos estaban desayunando y la cara de Nerea llena de chocolate. Cuando acabaron de recoger los platos, dejar todo ordenado y los mofletes de Nerea limpios Ariana se fue a su habitación y se tiró en la cama.                                                                                               ¡Qué semana más difícil! Para empezar estaban todos sus problemas, ya no eran pocos, que inexplicablemente consiguió esconder. Luego estaba Erica que un día llegó a clase sin ánimos.
-¿Qué te pasa?- le preguntó confusa.            
-Me ha dejado. – contestó Erica evitando las lágrimas.
-¿Qué?, ¿Quién? – en el acto se arrepintió de hacer aquellas estúpidas preguntas, ¡quién iba a ser!
-¿Tú que crees? ¡Yago! – y esta vez no pudo evitar que una lágrima le resbalara por la mejilla.
Se quedaron en silencio. La mayor de las dos no sabía que decir, la otra estaba demasiado abrumada por la situación.
-Vuelve a estar muy ocupado con los entrenamientos, no nos vemos nada. Dice que para estar así es mejor no estar.- montones de lágrimas hacían cola para ver cuál salía primero.

Dos días después de esto Erica volvía a recobrar la sonrisa, todas supusieron que se le había pasado pero ese no era el porqué de aquella sonrisa.
-¡Hemos vuelto! – dijo feliz, eufórica y ninguna podía creerlo.

También estaba Laura o más bien no estaba ya que apenas hablaba y se mostraba muy distante. El último día de clase les habían avisado de que el jueves tendrían examen de matemáticas y automáticamente Ariana, Vero y Erica miraron a Laura esperando ver su mirada de “Os lo dije”  seguido de un sí con la cabeza que les indicaba que esa tarde la pasarían estudiando en su casa. En lugar de aquello nadie se giró ni nadie asintió. En cuanto pudieron hablar con ella la respuesta fue del todo cortante.
-Tengo bastante con lo mío como para ayudaros con lo vuestro. – y se fue.
Ninguna se lo habían tomado demasiado enserio pero, por si acaso, nadie fue a su casa esa tarde y se las arreglaron como pudieron con el examen. Tampoco hicieron preguntas.
Y por raro que parezca Vero era la única que parecía algo normal y además todavía seguía con Aitor, tal vez por fin asentaría la cabeza.
La Blackberry que estaba sobre la mesilla comenzó a sonar y la sacó de mis pensamientos.
-¿Hola?
-¡Hola! – era Dani.
-¿Algún plan para hoy a la noche?
-Es domingo, ¿qué te hace pensar que tengo algo que hacer?
-Bien, pues ahora ya tienes. Vamos a celebrar San Valentín, pasaré a buscarte a las nueve.
-¿Qué?
-Que estés lista para las nueve. Ponte guapa, no te resultará demasiado difícil.- colgó.
¿Cómo iba a convencer a su madre para dejarla salir un domingo por la noche?

El resto de la mañana y parte de la tarde la pasó ayudando en casa, tal vez eso ayudaría para poder salir. Se ofreció a hacer la comida, puso la mesa y la recogió mientras sus padres veían animados la televisión con la pequeña de la casa. Después de meter el último plato en el lavavajillas se sentó tratando de idear algún plan pero su madre apareció antes que cualquier idea.
-Vale, ¿qué es lo que quieres? ¿Ropa, dinero? – preguntó Lucía, a la que no se le escapaba ni una.
-En realidad… me preguntaba si me dejarías salir hoy…
-¿Hoy?
-Sí, hoy.
-¿A qué hora?
-Desde las nueve a… Bueno no sé hasta que hora.
-Esto no tendrá nada que ver con que sea San Valentín, ¿no? – había dicho que a Lucía no se le escapaba una, ¿verdad?
-No, claro que no.- el rojo de sus mejillas la delató, sin duda.
-Entiendo. Mmm… está bien pero…- siempre había un pero.- a la una te quiero en casa.
-Vale mamá. – y le dio un súper abrazo que le hizo reír.
Terminada la conversación llamó a Dani para confirmarle que podría ir fijo.
-Sé puntual, que si no mi madre no me dejará ir, – bromeó.- y además a la una me quiere en casa. Es algo más tarde que Cenicienta.
-Tranquila, iré en coche, no en calabaza.
-¿En coche?
-Sí, mis padres llegan de París a los ocho y no creo que tengan ganas de salir, así que es todo mío.
-¿De París? ¡Qué guay!
-¿Nunca has estado en París?
-No, pero está claro que me encantaría.
El resto de la tarde se preparó para salir. Cuando ya tenía el pelo liso se plantó delante del armario y empezó a decidir que llevar. ¿Pantalón largo? Desde luego que no. ¿La falda de flores? No, no y no. ¿El vestido negro de encaje? Tal vez. Debió pasar media hora hasta que por fin logró decidirse. Optó por un pantalón corto negro de encaje, camisa blanca semitransparente con sujetador negro, medias negras y esos botines negros de tacón imposible que tanto le gustaban. Como siempre, hacía demasiado frío fuera y tuvo que coger la chaqueta vaquera. Se dejó el pelo suelto, tal y como le gustaba a él, y se maquilló un poco, no demasiado, ella prefería más lo natural. Cuando por fin estuvo lista y contenta con el resultado miró el reloj, eran las 20:55 y Dani estaría a punto de llegar. Cogió el bolso de mano lleno de tachuelas plateadas, metió el móvil y el dinero y bajó.

Da vueltas alrededor del coche de su padre. Inexplicablemente está muy nervioso, esa chica debe de haberle calado. Se abre la puerta y el corazón se le sale del pecho, cuando comprueba que no es quien esperaba vuelve a su ritmo habitual. Da otra vuelta y se apoya en el capó del Mini rojo de su padre, ha sido una suerte que se lo haya prestado. Se mira en el cristal de la puerta y ve que su camisa rosa está descolocada. Se acerca a ella y se la coloca, luego se estira el jersey gris con coderas negras que le ha regalado su padre. Ahora está mucho mejor. Se frota las manos en el pantalón y, cuando está a punto de mirarse una segunda vez, la puerta vuelve abrirse. Y se queda boquiabierto con lo que ve. Cuando le había dicho que se pusiera guapa estaba bromeando, ella siempre lo iba, pero aquello superaba a cualquiera de las mil ideas que había tenido. Se da cuenta de que Ariana también lo mira de arriba abajo. Se detiene en su jersey, pasa por su pantalón negro y por último las Kawasaki. Se percata de que también lleva camisa y se detiene en ella. Uno, dos, tres segundos. Demasiado tiempo.
¿No le gustará? pensó Dani, pero ella enseguida lo sacó de dudas.
-Camisa rosa.- apuntó.
-¿Hay que arriesgar no?
-Pues has hecho bien arriesgando, estás genial.
-Si voy a tu lado tengo que estarlo.- ambos sonrieron.
-Tú sí que estás genial.- dijo él, dándose cuenta de lo cierto que eran aquellas palabras, y se dieron el primer, pero no último, beso de la noche.
Ambos se subieron al coche y arrancó. Él tenía muy claro a donde ir, ella no tenía ni la menor idea. Empezó a pensar e imaginar cual podría ser su destino, pero cuanto más pensaba más ideas se le ocurrían y menos claro lo tenía. Y de esta forma la duda y la curiosidad comenzaron a hacer mella en ella. Quiso preguntárselo, pero sabía que no le diría nada así que se lo ahorró.  Y sin previo aviso comenzó a sonar, Open road de Chris Brown.
-Bonito detalle.- dijo ella sonriente.
-¿El qué?
-Que hayas puesto una de mis canciones preferidas.- y sonrió. ¡Qué bien la conocía en tan poco tiempo!
Pasaron el resto del camino hablando, riendo y cantando. Nunca silencios incómodos.                                                  Unos veinte minutos después llegaron al restaurante. Por el letrero Ariana pudo deducir que se trataba de un restaurante japonés. La idea no le disgustaba. Por dentro aún le gustó más, la decoración era muy minimalista, en tonos blanco y negro y un par de cuadros de gusto exquisito. Mesas bajas adornadas con pequeños manteles individuales de bambú y sillones de la misma altura. Al otro lado unas cuentas mesas altas igualmente decoradas. Varios biombos separaban los dos espacios. Se sentaron y pidieron. La bebida no tardó en llegar.
-Tengo algo para ti. – dijo Dani sonriendo.
-¿Para mí?- preguntó ella realmente asombrada.
-Sí, espera. – se giró y empezó a buscar algo en el bolsillo de su chaqueta. Cuando lo encontró saco una pequeña caja envuelta en papel de regalo negro y un lazo dorado.- Toma.- dijo acercándole la cajita.
Cogió la caja y empezó a sacar el regalo, sin romper el papel. Dentro había una cajita de color rojo, la abrió y vio una cadena de plata de la caía una diminuta torre Eiffel del mismo material.
-Vaya.- susurró a la vez que, con la mayor delicadeza del mundo, como si tuviera miedo a romperla la pasaba entre sus dedos.- Es precioso.
-En cuanto me dijiste que te habría encantado ir a París no tuve ninguna duda, llamé a mis padres y les dije que me la trajeran. Sé que no es París pero…
-Pero es perfecto.- cogió de nuevo el colgante en sus manos agarrándolo por los extremos y dejó caer la diminuta torre. Volvió a mirarlo, sí, era perfecto.
-¿Te ayudo?- preguntó.
-Claro.- cogió el colgante de sus manos y le apartó el pelo hacia un lado. Sin querer sus dedos rozaron la piel de su cuello y se quedó así, sin moverse, un par de segundos más de los que habría necesitado observando su pelo, su piel y sintiendo su aroma. Cuando por fin logró reaccionar le puso el colgante y lo cerró. Le quedaba perfecto.
En ese instante Ariana se percató de que no tenía ningún regalo para él y empezó a sentirse mal por ese chico que se lo daba todo, y a quien no le daba nada.
-Lo siento, pero yo no he traído nada.- dijo tratando esquivar su mirada.
-Eh, no lo sientas.- le agarró la barbilla y colocó sus ojos a la altura de los suyos, obligándola así a mirarlo. Con solo mirarla la descifró por completo y pudo ver toda la culpabilidad que ahora había acumulado. -Estás aquí, es el mejor regalo que me podrías haber hecho.

4 comentarios:

  1. Ahhhhh!! Me encantaaaa!! Cada vez haces que me enganche más y tenga ganas de leer sin parar. Sinceramente, a mí Dani me encanta, lo detallista y bueno que es, es un amor.
    Y me asusté mucho cuando leí que Erica y Yago lo había dejado, reconozco que pensé mal del chico después de lo que había pasado en aquella casita de la playa... jum!! jaja Pero me alegro que signa juntos.
    Y qué decir, yo soy como esa chica solitaria, nunca llega a disfrutar del San Valentín con alguien jaja, pero me encanta ese día no para regalos, sino para salir por ahí con tu pareja y disfrutarlo los dos, sin más, como cualquier otro día :D
    Y me ha enamorado la frase final, cuando Dani le dice que el mejor regalo ha sido que hubiera quedado con él. ¡Me lo como!
    Aiinnss, avísame cada vez que subas, aunque siempre me paso por aquí pero para tenerlo fresquito!! :P
    Me encanta cielo, de verdad de la buena. Siguiente!! <3

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    1. ¡Muchísimas gracias, de verdad! La verdad es que yo también le tengo especial cariño a Dani, que chica no querría a alguien como él ¿no?
      Te avisaré, no te preocupes, y si no por los eventos pero no dudes que te enterarás jajaja!
      Gracias otra de vez, de verdad, porque comentarios así son los que me ayudan a seguir adelante con todo esto :)

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