lunes, 30 de julio de 2012

Capítulo 1 (nueva versión)

¡Pii!

¡Piiiiii!

¡PiiiiiiiPiiiiiPiiiiiiPiiiiiiiiiiiiiiii!

Miró el despertador de reojo, eran las 7:30 y, aunque su cuerpo le pidiera todo lo contrario, le tocaba levantarse de la cama. Así que apresuradamente, antes de que la pereza le ganara la batalla, levantó las sábanas y puso su pie derecho en el suelo. Desde que había escuchado que levantarse con el pie izquierdo traía mala suerte siempre ponía primero el pie derecho en la alfombra. Lo había convertido prácticamente un ritual, todas las mañanas lo mismo: despertador, sábanas, pie derecho. Y aunque su madre lo consideraba una estupidez ella lo hacía cada mañana. Hasta el momento no le había ido tan mal, se podría decir que era bastante efectivo. En cuanto su pie rozó el suelo notó el suave contacto de la alfombra en los dedos de los pies y se quedó así un par de segundos. La relajaba aquella sensación de saber que tenía los pies sobre la tierra, que todo estaba bajo su control. Se calzó y se dirigió a la cocina pensando, "¿qué habrá hecho mamá para desayunar?"

En el piso de abajo, en la cocina, Lucía rebusca entre cajas y cajas de cereales hasta dar con los de su hija. Los encuentra en el mismo momento en que ella, bostezando, cruza la puerta.

-Ari, ahí tienes los cereales, la leche está en la nevera.- dice a la vez que deja los cereales en la mesa.

Para decepción de su hija hoy no se había esmerado mucho con el desayuno, a pesar de que se le daba muy bien la cocina. Simplemente había días en los que le apetecía aprovechar su talento culinario y otros, éste era un claro ejemplo, se dejaba llevar por la vagancia y hacía cosas digamos, menos elaboradas. La mujer que acaba de posar los cereales sobre la mesa es realmente atractiva. Sus ojos, de un color verde jade, son capaces de decir lo que sus palabras no pueden. Su piel es más bien bronceada lo que hace que todavía resalten más sus ojos y, si a eso le sumas su melena castaña oscura todavía destacan más. Es fuerte, luchadora y de ideas fijas. Esto quedó más que demostrado cuando se quedó embarazada a los veinte años, y eso no le impidió que continuara la carrera, la terminara con buenas notas y sacara adelante a su hija. Se dedica al diseño de vestidos de novia, por lo que no es de extrañar que todo le relacionado con la moda la vuelva loca y eso explica el porqué de que la habitación de Ariana, al igual que todas las demás de la casa, tenga un armario enorme a rebosar de ropa que es la envidia de todas sus amigas. Esta pasión por la moda se la ha inculcado a su hija a lo largo de los años. De hecho, en alguna que otra ocasión Ariana ha pensado que era como una muñeca barbie para su madre. Le encanta ir de compras con ella y cada vez que tiene un hueco le compra cosas nuevas, pero una cosa es ayudarle a elegir y comprarle la ropa y otra muy diferente es que algunas mañanas le elija ella lo que debe llevar para ir a clases y se enfade si no le hace caso, y cuando se madre se enfada puede ser demasiado irritante.

- Mis dos chicas ya están levantadas, - dice Alberto mientras le da un beso en la frente a su hija y otro rápido, pero intenso a su mujer en los labios - pero me falta una, ¿dónde está Nerea?

-Todavía está en la cama, tiene que estar realmente cansada para no estar dando ya guerra - responde Lucía.

Alberto, es dos años mayor que Lucía, lo que lo deja en treinta y nueve años. No es su padre, al menos no biológico, pero para ella es como si lo fuera. Lo recuerda ahí desde siempre. Es alto, y en sus años locos debió de haber sido uno chico realmente guapo y agraciado físicamente. Todavía lo sigue siendo, pero de joven tendría que haber sido el Don Juan de su clase. Alberto también tiene los ojos verdes, pero mucho más oscuros que los de Lucía, y sin embargo el tono de pelo es más o menos el mismo .Siempre tiene un chiste para todo. Su mujer tiene parte de la culpa de esto ya que ella consiguió contagiarle todo su optimismo. Trabaja en una oficina, hace sus ocho horas diarias y vuelve a casa deseando pasar su tiempo libre con su familia. Su mujer, sin embargo, se trae muchas veces el trabajo a casa bajo la atenta mirada de Ariana a la que le encanta ver como hace sus bocetos para las nuevas colecciones.

-Mami, no estoy en cama, y yo no doy guerra - dice una niña con un tono de voz ligeramente ofendido.

Nerea es la más pequeña de la casa, tiene cinco años y es adorable, realmente es adorable. Por ejemplo, cuando Ariana se enfada con su madre o su Alberto y se encierra en su habitación ella va a junto de su hermana, se sienta en su cama, le da un abrazo y le pide que le lea un cuento, y para cuando ha terminado de leerle el libro el cabreo se le ha pasado. Sin duda ha heredado el físico de su madre, es prácticamente una copia de ella pero en pequeña. Si le preguntas que quiere ser de mayor esperando una respuesta típica como "veterinaria", "médico" o "astronauta" te llevarás una decepción ya que su mayor ilusión es convertirse en fotógrafa, claro está que aún es una niña y puede cambiar de opinión un montón de veces pero, realmente tiene talento. A veces cuando nadie la vigilaba cogía la cámara de fotos y empezaba a sacar a fotos a todo lo que veía, después se las mostraba a todo el que pasaba y eran fotografías bastante buenas para una niña de cinco años. Al final sus padres decidieron comprarle una cámara para ella y no la suelta ni para irse a la cama.

-No cariño, claro que no das guerra, - dice su madre a la vez que le da un beso en la frente. La niña se queda satisfecha y parece habérsele olvidado el comentario que habían hecho antes sobre ella. - y ahora a desayunar. - y Nerea, obediente se sienta y se pone a desayunar.

Cuando Ariana acaba de desayunar se cepilla los dientes y va a vestirse. Como todavía estamos en enero fuera hace demasiado frío así que opta por unos vaqueros, las All Star rosas y una sudadera rosa de Universitá Roma, que había comprado el verano pasado cuando viajaron a Italia. Se hace un moño medio deshecho, ya sabes, que no parezca demasiado arreglado, coge un abrigo y la mochila y se mira en el espejo como cada mañana. En él, se ve el reflejo de una chica de un metro sesenta y ocho, más o menos, delgada y con alguna que otra curva en los sitios adecuados. Su pelo, ahora liso por las planchas, es castaño pero más bien claro. De hecho a veces le decían que era medio rubia y eso, por tonto que parezca, la ofendía bastante. Lo que más le gustaba eran sus ojos, tan expresivos, de un color indefinido entre el azul y el verde. Había llegado a esa conclusión una vez en la que sus padres discutían sobre el color de éstos:

-Los tiene verdes, como yo – decía Lucía.

-No, los tiene más bien azules – replicaba Alberto.

-Pero ¿cómo los va a tener azules? Ni yo ni su padre los tenemos azules.

Su padre, tema tabú en su casa. Nunca se hablaba de él. Ariana sólo sabía lo justo y necesario. Se llamaba Óscar y murió en un accidente de moto al poco de que naciera ella. No recuerda nada de él, era demasiado pequeña cuando todo sucedió. Por lo que tampoco lo echa de menos.

A pesar de no ser una chica creída le gustaba lo que veía en el espejo. Se hace la raya del ojo, se coloca bien la chaqueta y sale hacia la parada del autobús sin demasiada prisa, le sobraba el tiempo. Todo volvía a estar bajo su control.

Allí fuera, en la calle, estaban como cada mañana el señor de traje, corbata y maletín que va al trabajo en bicicleta; la madre soltera (así se lo imaginaba ella) de la mano de su hija que lleva en la espalda su mochila de Hello Kity; la pareja de ancianos que pasean tranquilamente de la mano o el chico solitario de la camiseta de Nirvana que camina sin rumbo fijo. Resulta tan increíble el hecho de compartir un segundo de tu vida con personas desconocidas, personas que pueden ser exactamente iguales a ti o un polo opuesto y, sin embargo no lo averiguarás... Personas que podrían ser ese alguien que te entiende perfectamente y podrían ayudarte a superar todo el dolor que estás pasando, y no tienes ni idea. Porque la vida está hecha de casualidades, tu propia vida es una casualidad. La casualidad de que tu padre conociera a tu madre. Y la casualidad de que justamente ese espermatozoide, entre miles, llegara a ese óvulo. ¿Así qué por qué no la casualidad de que aquel chico que corre apresuradamente, porque su metro está a punto de salir, sea el amor de tu vida? ¿O la de que aquella señora regordeta que saca a pasear a su perro cada mañana te ayude a llegar a tu casa después de una noche de desfase? ¿Y si aquella china de enfrente es tu futura compañera de piso? Pero Ariana no cree en las casualidades. Ella es de las que piensan que las cosas ocurren por algún motivo. Que la vida está perfectamente milimetrada.
Su parada está casi enfrente del instituto, solo tiene que cruzar un paso de cebra y caminar unos cincuenta metros. Cuando llega a la entrada del instituto ve a una chica vestida con una chaqueta vaquera, unos pantalones blancos y unos botines estilo militar grises, Erica. Erica es su mejor amiga desde el primer curso de infantil, aún recuerda ese día como si fuera hoy.

En la clase de Primero de Infantil reina la felicidad. Se escuchan carcajadas por todas las esquinas. El primer día de clase había sido todo un éxito. "Ni una sola lágrima" piensa la profesora con una sonrisa. Todos los niños están jugando con todo lo que tienen a mano, las Barbies, los Nenucos o sus Action Man. Todos, menos una niña de ojos entre verde y azul que ha sido demasiado lenta y no ha podido coger ninguno. Está sola en una esquina, es demasiado orgullosa para llorar y demasiado tímida para pedir un juguete. Entonces una niña rubia de profundos ojos azules se le acerca y le tiende su muñeca. La niña de los ojos verdes no es capaz de recordar su nombre, pero le agradece el gesto con una tímida sonrisa y ambas empiezan a jugar juntas. Desde ese momento las dos niñas se volvieron inseparables.
Erica no es guapa, es lo siguiente. Rubia, de ojos azules celestes y piel pálida. Probablemente te suene demasiado a un tópico de perfección pero ella es realmente así, perfecta. Perfecta de los pies a la cabeza, por dentro y por fuera. Es de esa clase de personas que anteponen la felicidad de los demás a la suya y a Ariana se lo había demostrado millones de veces, definitivamente, no la cambiaría por nada. Y a pesar de su belleza y de lo agradable que era no había salido con demasiados chicos, y eso era algo que nadie entendía. Aun así ya no era virgen, hacía cosa de seis meses que la había perdido con su novio, más bien ex novio ahora, con el que estuviera casi medio año.
Las dos chicas se saludan y empezan a hablar de cosas sin demasiada importancia, "¿Has visto el estado de..?, ¿Has leído la entrada de no sé quién?,¿Y esa foto que subió…?"

-¡Chicaaaaas! – grita alguien al fondo de la calle y las dos se giran.
La alborotadora es una chica alta, de ojos negros como el carbón y mirada penetrante. Lleva la raya de los ojos negra bien marcada. Su melena riza, de un rizo que parece salido de peluquería, también es negra y su piel bastante morena. De no haber tenido la piel bronceada podría parecer un fantasma. A pesar del frío de enero llevaba una minifalda y una camiseta con demasiado escote, ella bromeaba con que tenía que aprovechar lo que Dios le había regalado sabiendo que su talla 95 no estaba nada mal, unas medias y una cazadora. Vero, la más extrovertida y atrevida del grupo, cualquiera apostaría a que no tiene vergüenza de nada y naturalmente con los chicos es todo lo contrario a Erica. Se podría decir que cada semana tiene un novio distinto y la verdad es que nadie sabe de dónde los saca pero son a cada cual más guapo. A los quince años dio a sus amigas la noticia de que había conocido al hombre su vida y que estaba segura de que sería para siempre, tan segura que se entregó a él completamente, y cuando digo completamente, es completamente. Se llamaba Enrique aunque todo el mundo le llama Quique, dos días después de arrebatarle su virginidad dejó de contestarle las llamadas. Vero lo pasó muy mal, pero logró superarlo, ahora se ha convertido en una máquina de romper corazones. Era su pequeña venganza. Vero se había unido a Erica y a Ariana al empezar la ESO. Había repetido curso y todo la clase se alegraba de ver alguna cara nueva. Así que siempre estaba rodeada de gente ya que era la chica mayor, y además, las hormonas de los chicos comenzaban a aflorar y se arrimaban a la chica que más buena estaba. Era el centro de todas las miradas una vez más. Un día se acercó a Ariana y Erica y, así, de repente, sin venir a cuento les soltó:

-A partir de ahora me acoplaré a vosotras. Sois las más normales de esta clase.

Y sorprendidas por el hecho de que la niña que debía ir en segundo y estaba llena de amigos les hubiera reclamado un hueco entre ellas aceptaron, aunque tampoco les quedaron muchas más alternativas. ¡Ya eran tres!

- ¿No tienes algo de frío? – pregunta Erica
.
- ¿Desde cuándo tengo yo frío? – responde Vero guiñándole un ojo y todas se echan a reír.

-¿Empezando la fiesta sin mí? – pregunta una voz lejana.

Todas la reconocieron al momento, Laura. Laura es la chica lista del grupo, un genio de las matemáticas para ser concretos. No tenía pinta de empollona ni nada de eso. Es guapa, pero no posee ni la belleza dulce de Erica, ni la sensualidad ni las curvas de Vero. Tiene el pelo castaño largo, aunque suele llevarlo recogido en un moño, un tanto flojo ya que al final del día varios mechones ondulados están siempre fuera de su sitio, y los ojos castaños. Laura había llegado al empezar segundo de ESO, y al principio no se acercaban demasiado a ella, sólo era la chica lista de la clase que les había tocado en su grupo para hacer un trabajo y poco a poco se fueron uniendo hasta llegar a ser cuatro. Llevaba saliendo con un chico dos años (era su primer y único novio), pero aún no se había visto preparada para dar el paso, y Jorge, así se llama él, también era virgen así que no tenía demasiada prisa.

En cuanto a Ariana y los chicos, bueno no le iba mal del todo, había salido con más chicos que Erica y Laura, pero su excesiva timidez le impedía que fuesen relaciones demasiado serias o largas. En resumen, o conseguía la suficiente confianza con un chico; lo que le llevaría el mismo tiempo que al chico cansarse de esperar; o se cortaba y no decía nada (Ariana siempre seguía la teoría de que si lo que vas a decir es un tontería, es mejor estar callada) y al final, después de algún que otro beso se cansaban de ella y de sus silencios y se acababa todo. Nunca le había importado demasiado, todavía no conocía lo que era sufrir por amor. En cuanto al sexo, también era virgen y no le importaba demasiado el hecho de serlo. En cuanto a ese tema era un tanto clásica, no hasta el punto de llevar un anillo de castidad y esperar al matrimonio, pero sí quería que fuese con un chico al que quisiera de verdad, algo especial, y visto el panorama eso iba a tardar bastante.
Sin embargo con sus amigas, estas tres chicas, no se sentía tímida ni cortada, podía ser ella misma y expresar todo lo que pensaba y sentía, y eso le encantaba.

-La fiesta nunca empieza sin ti, guapa – dice Vero.

Y así risueñas, felices, cómplices aquellas cuatro amigas entran en clase.

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