martes, 31 de enero de 2012

Capítulo 26.

El Yellow de Coldplay lo invadía todo en aquel momento. La canción me recordaba a ella, no sólo porque el amarillo fuera su color preferido, también por su letra.
Look at the stars, look how they shine for you and everything you do. They were all yellow. I came along, I wrote a song for you and all the things you do, and it was called “Yellow”. So then I took my turn, what a thing to have done and it was all “Yellow”. Your skin, your skin and bones, turn into something beautiful. You know, you know I love you so.
Y era cierto, las estrellas brillaban por ella y por todo lo que ella hace. Con una sola sonrisa, de esas tímidas que sólo ella sabe poner, es capaz de convertir el día más gris en el más soleado. Con una sola caricia, de esas suaves en la espalda, puede paralizar el tiempo. Con un solo beso, de esos lentos, podría mover el mundo entero. ¡Si es que hasta la palabra amor se le quedaba corta!
Con ella era distinto, no había prisa, podíamos tomarnos todo el tiempo del mundo si eso significaba que sería para siempre.
-Señores y señoras, les informamos que nuestro avión está a punto de despegar. Por seguridad abróchense los cinturones. Gracias.- dijo el altavoz del avión.
Hacía a penas dos días que no la veía y ya la echaba de menos. El fin de semana en Alemania no había estado mal, incluso la tarde del viernes. La había pasado en el hotel ya que mis padres tenían que asistir a una reunión. Aguanté quince minutos cronometrados encerrado en la habitación y cansado decidí salir a dar una vuelta por el hotel. Abrí de golpe la puerta y fue entonces cuando conocí a Janika, una alemana realmente guapa: rubia, ojos azules y facciones rectas pero, al contrario de lo que se puede pensar de una alemana, era más bien bajita. Le había dado con la puerta en toda la nariz, y por la sangre que salía de ella no demasiado despacio. Le pedí perdón mil veces, en inglés porque yo no tenía ni idea de alemán pero pareció entenderme. Después de insistirle en que fuera al médico y ella negarse, su nariz paró de sangrar y pasamos la tarde juntos. Me enseñó el hotel, que conocía a la perfección, nos tomamos algo en la cafetería y acabamos en la piscina, yo con el bañador de su padre. Había sido todo un descuido no traerme un bañador a Alemania en marzo.                                                         El sábado mis padres ya estaban completamente libres y decidimos dedicarnos al turismo. La puerta de Brandemburgo, el Potsdamer Platz, la Iglesia Memorial, el Holocaust Mahnmal, el Castillo de Charlottenburg y algún que otro museo. Pero lo que más me gustó de toda la sesión de turismo fue la East Side Gallery, un tramo del muro de Berlín lleno de verdaderas obras de arte. Llegamos al hotel completamente exhaustos. Para colmo hoy nos tocó madrugar, hicimos la maleta a toda velocidad y antes de ir al aeropuerto volví a ver a Janika, insistió en intercambiar nuestros números, pero no creo que mantengamos el contacto durante mucho más tiempo.
Me saqué los sacos, apagué el iPod, lo guardé en el bolsillo de mi pantalón y me preparé para aterrizar.
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-¿Ya has llegado?- preguntó Ariana desde el teléfono.
-Sí, ahora mismo estoy deshaciendo la maleta.- dije mientras sacaba uno de los vaqueros.
-¿Te parece que vaya hasta allá?
-Te esperó.- y colgó. ¿Tanta prisa tenía por verme?
Seguí deshaciendo la maleta, la ropa la que no me había puesto la eché también a lavar, estaba cansado y no me apetecía colocarla en el armario.
-¡Dani!- me llamó mi madre.
-¿Qué?
-Lleva las maletas al desván, anda.
Y como pude, cogí las tres maletas, salí de casa y subí al desván. Allí dentro había un montón de trastos inservibles: cajas y cajas de juguetes, ropa vieja, sábanas y algún que otro mueble antiguo y medio roto. Busqué un sitio para las maletas y cuando lo encontré, aliviado, las dejé. Bajé las escaleras con calma y cuando llegué al rellano Ariana estaba esperando a que alguien le abriera.
-Hola.- dije.
-¡Eh, hola! ¿Qué haces aquí?- se giró hacía mí y pude ver que el colgante con la diminuta torre Eiffel todavía adornaba su cuello, no se lo había sacado desde aquel maravilloso catorce de febrero. Verlo ahí, donde yo mismo lo había puesto, me sacó una sonrisa.
-Subí a guardar las maletas, te abriría pero voy sin llaves.- sonrió.
Había intentado dibujarla cientos de veces, pero ninguno de mis dibujos le hacía justicia ni a sus ojos ni a su sonrisa y, ante la imperfección de aquellas líneas, no tenía más opciones que tirar las láminas y comenzar de nuevo. Pero, a pesar de todo, aquellos bocetos eran mis mejores obras. Simplemente por aparecer ella.
-Hola Ariana.- dijo mi padre sonriente.
-Hola.- contestó ella con sus encantadoras mejillas rojas.
Entramos y la llevé, como siempre, al salón.  Se sacó la cazadora y la dejó en el sofá.
-¿Y qué tal en Alemania?- preguntó mientras se sentaba  con las piernas cruzadas, como tenía por costumbre.- Menuda suerte que tienes.
-Pues normal.- me miró con cara de incredulidad.- ¡Vale! ¿La verdad? Ha estado genial, hemos visto un montón de museos, monumentos… ¡y eso que sólo estuvimos dos días!
-Seguro que ha sido alucinante.
-No vas desencaminada.
Y nos quedamos un par de minutos en silencio, cada uno pensando en sus cosas, pero no fue un silencio incómodo, más bien todo lo contrario.
-¿Y tú qué tal de Carnaval?- primero lanzó un suspiro, luego dirigió la mirada hacía todas las direcciones excepto a la mía y finalmente la bajó, eso la delató demasiado.- ¿Qué ha pasado?
-Es… demasiado largo.
-Tengo tiempo de sobra.
-No te va a gustar.- y aquello hizo que todos mis sentidos se pusieran alerta.
-Entonces es mejor que lo sueltes cuanto antes.- tomó una fuerte bocanada de aire y comenzó.
-Verás, hace un par de meses, antes de empezar a salir juntos, justo el día de mi cumpleaños conocí a alguien. Fue todo muy rápido, aún no se muy bien que paso pero me ilusioné un montón con él, creí estar completamente enamorada o al menos obsesionada. Pero al cabo de unos días empezó a salir con otra. Lo pasé mal, traté de olvidarme de él por todas las formas posibles pero no podía, era imposible, incluso se me aparecía en sueños. Entonces Erica, ideo una especie de plan…
-Y ahí entro yo, ¿no?
-Sí, ahí entras tú.
-Así que nunca quisiste estar conmigo, fue todo cosa de Erica.- dije ligeramente enfadado.
-No, bueno ¡sí!
-Decídete.- “Dani, contrólate y relájate.” Me dijo a mí mismo.
-Ella ideó todo, pero yo fui quien dijo que sí. Así que en el fondo sí quería, ¿no?- esperó a que yo asintiera, o la animara con la mirada pero no lo hice. Sólo quería acabar de escuchar la historia y, cuando antes, mejor.- Al principio la idea no me convencía pero poco a poco empecé a conocerte mejor y las cosas cambiaron… De verdad pensaba que esto funcionaría, estaba feliz, a gusto contigo, sabías entenderme, había perdido toda la timidez, creí que realmente te quería.- se paró.- Pero ayer… ayer volvió a aparecer él. ¡Y nada de esto entraba en mis planes! Traté de evitarlo y de ignorarlo toda la noche, pero fue imposible él estuvo detrás de mi todo el tiempo. Así que decidí irme a casa, me paré un momento a sacarme los zapatos y ahí volvía a estar él, sentado en el mismo banco que yo. Discutimos me explicó todo lo que había pasado y luego…
-¿Y luego?
-Me besó.
-Pero te apartaste, ¿verdad?- pregunté desesperado, esperando que me diera la razón.- Lo rechazaste, y ahora todo sigue igual que antes, ¿no es así?
-No.- dijo entre lágrimas.- No hice nada para apartarle. Que…-tartamudeó.-quería que pasara.
Sentí que algo se quebraba en mi interior. La sensación era parecida a caer en picado y sin protección desde un precipicio, el más alto de los precipicios. Sabes que te vas a caer, por que lo estas viendo, pero no sabes cuando y cuando el momento llega no puedes hacer nada para impedirlo. Sólo caer. Y yo sabía perfectamente lo que iba a ocurrir a continuación.
-Esto significa que…- no me atreví a pronunciar lo que estaba pensando.
-Sí,- dijo entre lágrimas.- es lo mejor.
Y asentí mientras le acariciaba la mano, le temblaba. Yo era el peor parado en toda esta historia, y sin embargo era ella quien necesitaba consuelo y no soportaba ni podía verla llorar. Yo no lo hice, todo lo que sentía iba por dentro, era incapaz de exteriorizarlo, pero en mi interior había una intensa tormenta que tardaría demasiado tiempo en escampar.
-Pues entonces…- cogí la bocanada de aire más grande que pude, antes de pronunciar las palabras más duras de toda mi vida.- lo dejamos.
Tantísimo tiempo ansiando conocerla, viéndola desde los pasillos y deseando tener una excusa para hablar con ella. Después de conocerla tantos días intentando acercarme a ella, hacernos amigos, cualquier cosa con tal de estar a su lado. Y ahora, ahora que había conseguido todo aquello tenía que decirle adiós sin a penas haber empezado.
-Creo que será mejor que te lo dé.- dijo sacándose el colgante que hacía a penas unos minutos me había sacado una sonrisa. ¡Cómo habían cambiado las cosas!
Lo tendió hacía mí, pero lo rechacé y le cerré la mano.
-Es tuyo, quédatelo.
-Pero…
-En serio, me gustaría que te lo quedaras.
-Bueno…- se lo guardó en el bolsillo de su vaquero.- Creo que será mejor que me vaya.
-Te acompaño.
Y fuimos en silencio hasta la puerta, pero esta vez el silencio sí que era incómodo, incómodo y doloroso. Le abrí la puerta, salió y llamó al ascensor. Continuamos en silencio, no había nada más que decir, ya estaba todo dicho. El ascensor se abrió y ella entró. Su cara delataba que nada de lo ocurrido había sido fácil y sin embargo, en sus ojos había un brillo casi imperceptible. En el fondo estaba feliz, era lo que quería y eso hizo que todavía me doliera más. Cuando el ascensor estaba cerrándose me giré en dirección a mi casa.
-Dani.- dijo en voz muy baja.- no quiero perderte.
-No lo harás, siempre estaré ahí para lo que necesites.
-Me alegra que podamos ser amigos.- respondió con una media sonrisa  mientras se enjugaba las nuevas lágrimas que asomaban a sus ojos.
-Sí, yo también.- y mientras las puertas del ascensor se cerraban a mí me sacudió una enorme punzada de dolor. Amigos. ¿Cómo se es amigo de la chica a la que quieres?
Bueno, ya se había ido. No sólo ella, si no cualquier esperanza de seguir juntos. Dicen que los adolescentes no se enamoran, entonces ¿qué era ese dolor en mi pecho, si no amor?                      Entré en mi casa y cerré de un portazo. Volví a descargar toda mi ira y mi frustración en esa puerta en forma de puñetazos. Cuando mis nudillos ya estaban rojos me dejé caer al suelo y apoyado en la puerta esta vez una lágrima asomó a mis ojos. Y lloré, lloré como no lo había hecho en años. Probablemente mis padres habían oído toda nuestra conversación y probablemente estarían oyendo ahora como lloraba, pero nadie vino a mi lado, nadie me pidió ninguna explicación a los golpes y lo agradecí, ahora sólo necesitaba estar solo. Y tiempo, mucho tiempo para olvidar y cicatrizar. Y eso sería una tarea realmente difícil.
Estúpidamente entre todo el montón de pensamientos que ahora mismo rondaban mi cabeza vino una frase de una de las obras de Juan Valera que había estudiado en cursos anteriores.
“¿Cómo decirle que yo no era para ella, ni ella para mí?”




5 comentarios:

  1. me ha gustado mucho, sigue así =)

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  2. ayyy! ahora me da penita dani:: :'(

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  3. Es genial y precioso pero me da pena por Dani, me había enamorado de él :'(

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  4. Muchas gracias por vuestros comentarios, de verdad, y me alegro un montón de que le hayáis cogido tanto cariño a Dani porque es uno de mis personajes favoritos :)

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