jueves, 5 de enero de 2012

Capítulo 21.

La cara todavía me ardía, debía de estar igualita que un tomate. Carmen, la madre de Dani, era súper simpática pero aún así… ¡Dios qué vergüenza!

-Encantada.- había dicho con una sonrisa idéntica a la de su hijo.

-Igualmente.- contesté tratando de calmar mis nervios.

-Bonito jersey.- supuse que intentaba romper el hielo.

-Gracias.- contesté tímidamente con las mejillas ya enrojecidas.

Después de esto, Dani se metió en la conversación y evitó que pudiera hablar demasiado. Aún así el color de mis mejillas seguía siendo demasiado intenso. Por lo visto su madre había llegado de Londres esta misma mañana pero como Dani todavía estaba en clase decidió ir a visitar a su hermano, es decir, el tío de Dani. Comió con ellos y al llegar a casa se dio cuenta de que se había dejado allí las llaves. “¡Menos mal, un poco más y…!” me dije a mi misma.

Ahora iba de camino a mi casa esperando que el aire frío le devolviera a mis mejillas su color habitual. Aún no era completamente capaz de asimilar lo ocurrido a lo largo de la tarde. Por tercera vez había estado tan cerca… La primera había sido el día de San Valentín, aunque ciertamente perder mi virginidad en un coche no era exactamente lo que había esperado de un día así. Luego estaba el día en el que fui a estudiar, no sé si fueron los poemas, la tensión o el color de aquel sofá que nos dejamos llevar demasiado. Entonces algo se encendió en mi cabeza y me dijo “para”.
Y ahora otra tercera vez, quizás la más cerca pero por casualidad, destino, un ser superior o sabe Dios qué no quiso que pasara y envió a su madre para evitar que sucediera. Está claro que eso de que a la tercera va la vencida no es del todo cierto, al menos no para mí.

-Dani, que despeinado estas. ¡A saber que harías!- dijo Carmen en una ocasión y Dani se apresuró a peinarse como pudo con las manos.
Lo dijo de forma inocente, sin ningún tipo de doble sentido. Sólo espero que nuestras risitas nerviosas no nos delataran.

Una ráfaga de viento me sacó de mis pensamientos y me apreté contra mi abrigo. Todavía olía a él y casi sin esfuerzo podía sentir los miles de besos que nos habíamos dado, y los miles de besos que faltaron por darse. Me estremecí al recordar cada una de sus caricias y sonreí al saber que nada de aquello era un sueño, era simple y llanamente la pura realidad. ¿Quién habría dicho que la felicidad no dura para siempre?
¿Alguna vez has oído eso de que cuando estás enamorado sientes mariposas en el estómago? Bien, pues yo debía tener millones de mariposas dentro de mi estómago porque sentía que en cualquier momento podría echar a volar.

-Me ha encantado conocerte.- añadió junto con una sonrisa cuando ya me iba.- Mi hijo se ha echado una novia muy guapa.

-Muchas gracias,- contesté sonriendo y completamente roja.- e igualmente.

Era extraño como días atrás mi cabeza solo tenía espacio para las dudas, las preguntas y montones de sensaciones negativas y ahora estaba tan segura…
El cielo aquella noche estaba gris, nublado y no se veía ni una sola estrella. Y sin embargo a mí se me antojó como la noche más bonita de todas.

**********************************************************************

Después de cenar me encerré en mi habitación y cumplí mi promesa de continuar leyendo The Host, no me faltaba mucho así que me dije que hasta que no lo terminara no podía parar. Y así lo hice, llegué hasta el final y desee poder seguir leyendo aquellas páginas pero el libro había llegado a su fin. Cuando fui a dejarlo sobre la mesita de noche mis dedos se rozaron con la esquina de una lámina, la cogí y vi que se trataba del dibujo de Dani. Decidí que tenía que enmarcarlo para colgarlo en la pared. Y con esa idea en la cabeza me quedé dormida, después de un día cargado de emociones.

Al día siguiente, tal y como me había prometido enmarqué el dibujo y lo colgué en mi habitación. Elegir el marco fue fácil. Dani se había ofrecido voluntario para venir conmigo, no se lo pude negar ya que al fin y al cabo era su dibujo. Entramos en la tienda y miramos varios marcos.

-¡Este!- dijimos los dos a la vez provocando la risa del dependiente.

Aquello me recordó por un momento a Cristian, en el mismo momento en que lo había visto sabía que era exactamente lo que quería. La única diferencia era que el marco sí lo podía tener, a él no. Y me sentí mal por haber pensado eso, ya tenía exactamente lo que quería ¿no?. Deseché esa idea de mi mente y pagué el marco. Cuando llegué a casa le mandé a mi padre que me lo colgara. Probamos a colocarlo en diferentes sitios pero ninguno me convencía.

-¿Qué tal aquí?- preguntaba mi padre cada dos minutos y sólo conseguía una negativa por mi parte. Cuando por fin el dibujo estuvo en la pared de mi habitación, exactamente donde quería, respiré contenta.

Poco después mi madre me rogó y me suplicó para que le presentara a los padres de Dani pero yo no estaba por la labor, bastante vergüenza había pasado ya. Pero tras días enteros dándome la paliza no me quedo más remedio que ceder.

-Venga Ariana, ¿qué te cuesta? Seguro que lo pasaremos genial.

-Sí, va a ser una fiesta…- respondí irónica.

-Por favor, por favor, por favor.

-Mamá, ¿enserio acabas de hacer eso?

-Para que veas cuanto quiero conocerlos.

-Pero, ¿para qué?

-Por favor…- dijo poniendo esa mirada que te impide decir que no.

-¡Está bien!

 Cuando se lo conté a Dani parecía más feliz que mi madre por el futuro encuentro. En cuanto los padres de Dani regresaron de uno de sus múltiples viajes nos juntamos todos en su casa para comer. Llegué esperando una comida incómoda, tal vez tensa y un tanto fría pero resultó ser que desde el primer momento congeniaron perfectamente y con las ocurrencias de mi hermana por el medio la comida fue realmente llevadera. Se pasaron toda la comida hablando, riendo y recordando viejos tiempos que si el instituto, la universidad... Ni se dieron cuenta cuando desaparecimos de la mesa. Aquella comida hizo que volviera  a darme cuenta de que Dani era el chico perfecto para mí y para mis padres.
                                                                                                                                                                

Y a medida que pasaron los días más segura estaba de que todo aquello era lo que quería, lo que necesitaba, lo que siempre había buscado encontrar. Alguien en quien confiar, establecer un vínculo tan fuerte y poder sonreír sin miedo a absolutamente nada, sin ningún tipo de cohibición o coerción. Sin duda no podía pedir nada más, estaba rozando con la punta de los dedos eso a lo que llaman “Felicidad”. En aquellos momentos mi vida era como un puzzle en el que todas las piezas encajaban a la perfección, no faltaba ni sobraba ninguna, todo era perfecto tal y como estaba.

3 comentarios:

  1. Ya te sigo, sígueme tu en : http://quieremehastaqueteduela.blogspot.com/ (:

    ResponderEliminar
  2. Vaya! me encanta tu forma de escribir, de verdad. Espero ansiosa el próximo capítulo :)
    Un beso!

    ResponderEliminar