sábado, 7 de enero de 2012

Capítulo 22.

Faltaba casi una semana para Carnavales y aún no habíamos encontrado disfraz, en realidad ni habíamos empezado a buscarlo. A pesar de eso ninguna estábamos preocupadas, todos los años hacíamos lo mismo. Aquella tarde de finales de febrero nos entró la prisa.
-¿Tenéis alguna idea para el disfraz?- preguntó Laura.
-Ni la más mínima.- respondí.
-Pues no vamos sobadas de tiempo.- repuso Erica.
-Hagamos una lluvia de ideas, aunque sean tonterías.- propuso Vero y enseguida nos pusimos manos a la obra. Salieron ideas de todo tipo, desde los típicos disfraces de egipcia o bruja hasta cosas impensables como los chicos Actimel. Aún así ninguno nos acababa de convencer. ¡Qué difícil era esto!
-Pues yo no pienso ir sin disfraz.- concluyó Vero cruzándose de brazos.- Aunque tenga que usar el del año pasado, no pienso ser la única que no va disfrazada.
Y tras esto seguimos mirando más disfraces, esta vez en la revista de disfraces que mi hermana había guardado.
-Este me gusta.- dijo Laura.
-Esta muy visto, pero no está mal.- coincidí.
-Pero le daremos nuestro toque, no pienso comprarlo en el todo cien. – señaló Vero.
-¡Pues ya tenemos disfraz!- finalizó Erica.
La revista llamaba a aquel disfraz Charleston, no estaba mal ahora habría que esperar a ver que ideaba Vero. Al final acabamos todas con vestidos de flecos, unas de color negro y otras de color blanco, un poco por encima de la rodilla. Taconazos y guantes hasta los codos y una boa, cada uno de un color diferente. En la cabeza, una pluma ridícula que lo único que hacía era molestarme. Pero en general el conjunto no estaba mal.
-¿Bromeas? ¡Estamos buenísimas! – dijo Vero.
-Pero el vestido…- protestó Laura, supongo que por lo corto que era.
-Si eso dependiera de mí sería aún más corto.
-¿Es que quieres que parezcamos…?- se cortó.
-¿Putas? Tranquila, para eso tendría que ser más corto de lo que lo quiero yo.
Aquello hizo que todas nos echáramos a reír y se aliviara la tensión.
-Por cierto, pintalabios rojo ¡eh! – añadió Vero, que estaba muy emocionada con el disfraz.- Ya verás, ¡vamos a arrasar! Bueno, tú Ariana, vas a tener que controlarte.
-Ya me vigilarás tú.- contesté.
-¡Si hombre! No tengo más que hacer que vigilarte.
Y de nuevo volvieron las risas y era tan reconfortante poder juntar mi risa con la suya…
Cuando se lo conté a Dani lo primero que hizo fue reírse.
-Tú ríete, pero ya verás que sexy voy a estar.
-Eso no lo dudo, además me muero de ganas de verte.
-Ya falta menos, porque… ¿vendrás conmigo no?
-Pues… en realidad no creo que esté aquí.
-¿Cómo que no?
-Creo que me voy de viaje con mis padres.
-¿A dónde?
-Alemania.
-Qué suerte tienes.
-Lo sé, pero no te podré ver con tu súper disfraz.
-Si te vale foto verás unas cuantas.
-Tendrá que valerme, ¿no?
-Pues sí, ¿cuándo te vas?
-El día anterior a Carnaval.
-¿Te veré, no?
-No lo dudes.
Y tras despedirnos colgamos, con una extraña mezcla agridulce entre desilusión y tristeza. Estaría sin él en Carnaval, y ahora mismo estar sin él se me hacía tan raro… Me había acostumbrado a verlo  cada día, a hablar con él cada instante. Me había acostumbrado a sus besos a diario, a sus miles de sonrisas por segundo. Me había acostumbrado a las caricias matinales, vespertinas o nocturnas. En definitiva me había acostumbrado a él.                                                        Y ahora, estaría a penas tres días sin verlo y ya me sentía vacía. ¿Extraño no? Meses atrás no quería ni verlo, de echo lo evitaba, y ahora sólo el pensar en no verlo tres días hacía que respirar se me hiciera difícil. Es curioso ver como el amor puede llegar y revolucionarlo todo.
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El día anterior a Carnaval, el día en que se iba se me ocurrió una idea disparatada. Después de vestirme y prepararme para salir, cogí una mochila y metí dentro el disfraz. ¿Para qué una foto pudiendo verlo en directo? Estaba segura de que luego me arrepentiría de haberlo hecho, pero ahora ya había salido de casa y no había vuelta atrás.
La puerta me la abrió Carmen.
-Hola Ariana, pasa.- dijo con su deslumbrante sonrisa.
-Hola.- contesté devolviéndole la sonrisa y entrando al salón.
-Siento el desorden pero estamos muy apurados con lo de hacer las maletas.
-No pasa nada.
Pero era cierto, por primera vez vi el deslumbrante salón completamente desordenado. Había una maleta abierta a medio llenar tirada en el suelo y en sofá lleno de un montón de prendas de ropa. En la impecable cocina, los platos aún estaban encima de la mesa sin recoger.
-Está en su habitación, sube si quieres.
-Muchas gracias.- y subí.
Estaba de espaldas a la puerta, concentrado en meter la ropa de su armario en un maleta que estaba sobre la cama. Golpee la puerta con los nudillos.
-Hola.- dije sonriendo ampliamente.
-Hola, ¿Cuál prefieres?- preguntó enseñándome dos polos. El primero todo azul, con el símbolo de Ralph Lauren en negro. El segundo blanco, con el número 3 en la espalda de color azul marino y el símbolo del mismo.
-El blanco.
-Lo sabía.
-Si hubiera sabido que estaríais tan ocupados no habría venido a molestar.
-Por eso no te lo dije y tú nunca molestas.- se acercó y me dio un rápido beso en los labios.- Además siempre puedes ayudarme.
-¿Te cuento una tontería?
-Venga.- dijo mientras doblaba el polo y lo metía en la maleta.
-Me he traído el disfraz en la maleta.
-¿¡No jodas!? Te lo tienes que poner sí o sí.
-Pero…
-Mira ahí tienes un baño, no salgas hasta que lo tengas puesto.- lo fulminé con la mirada.- Por favor…
Obedecí y me metí en el baño. ¡Qué idea más estúpida! ¿Por qué lo habría hecho? En fin…                                                 Cinco minutos después estaba vestida, pero me daba demasiada vergüenza salir. Abrí despacio la puerta y me aseguré de que nadie anduviera por ahí, cuando estuve completamente segura salí a hurtadillas. Entré en la habitación y cerré la puerta.
-¿Y bien?- dije toda sonrojada.
-Guau…
-¿Eso es bueno?
-Eso es que estás preciosa.
-Pues antes te reías de lo que llevo puesto.
-Eso es porque no lo había visto puesto.- reí. -¿Y vais a ir las cuatro así?
-Más o menos, ¿por?
-Miedo me dais.- y aquello hizo que me riera otra vez.
-Tranquilo, me portaré bien.
-Espero que no te vayas con otro.- bromeó y metió en la maleta un pantalón.
-No te preocupes,- dije cogiéndole la mano, tal vez demasiado seria.- eso no pasará.
-Ya sé que no,-metió una chaqueta.- confío en ti.
Y entonces conseguí pronunciar aquellas dos palabras con las que, tiempo atrás, me trababa la lengua.
-Te quiero.
-Y no sabes como me encanta oírtelo decir.- y me besó, mientras yo acariciaba sus manos.
-Bueno, voy a cambiarme.
-¿Por? ¡Estabas genial!
-Es que me da vergüenza y, además, no pienso ir así a casa.
Volví al baño y me cambié, estaba mucho mejor con mi vestido marrón que con el disfraz. Me peiné como pude el pelo con las manos y salí.
-Listo.
-Estás preciosa igualmente.
-Tú, que me ves con buenos ojos.- sonrió.- Bueno, me iré y os dejaré seguir.
-¿Ya?
-Sí, ya son cerca de las nueve. Además no quiero molestar.
-Ya sabes que…
-Que no molesto, lo sé.- le interrumpí.- Pero tengo que irme.
-Como quieras, te acompaño a la puerta.
-Ya me conozco el camino.
-Pero así descanso un poco.
-Siempre buscando excusas para no trabajar.- sonrió.
-Empiezas a conocerme.
Bajamos las escaleras hasta el salón, que ya estaba más organizado.
-¿Ya te vas Ariana?- me preguntó Luis, su padre.
-Sí, ya es tarde. Pasadlo muy bien por Alemania.
-Muchas gracias. Adiós.
-Adiós Ariana.- gritó Carmen desde la cocina.
-Adiós.
-Ya estás integrada en la familia.- comentó Dani.
-Parece que sí.- llamé al ascensor.
-Ya casi no te pones roja.- le lancé otra de esas miradas que matan.- ¿Qué? Es verdad.
-Pero no hace falta que me lo recuerdes, que entonces me pongo aún más roja.- y la sangre empezó a fluirme rápidamente hasta las mejillas.
-Ya estás roja otra vez.- se le escapó una carcajada.
-Eres malo.
-No, que va.
-Sí.-  respondí tajante, y ante eso él se acercó a mí y me abrazó.- Bueno, puede que no lo seas tanto…
-¿Lo ves?
El abrazo era Dani en estado puro, cálido, reconfortante, dulce y me encantaba.
-Bueno, ahora sí que me voy.- el ascensor acababa de llegar.
-Hasta dentro de tres días.- dijo acercándose a mí.
Me puse de puntillas y me adelanté a sus intenciones. Para evitar perder el ascensor levanté un pie para tapar el sensor.
-Adiós.- se despidió.
-Te echaré de menos.
Y la puerta del ascensor comenzó a cerrarse.

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