sábado, 5 de noviembre de 2011

Capítulo 13.

Cuando acabamos de cenar pedimos la cuenta, Dani empezó a sacar la cartera de su bolsillo cuando detuve su mano.
-Ni pienses que vas a pagar tú solo.
-¿De quién fue la idea de venir, tuya o mía?
-Tuya, pero…
-Ni pero ni nada, pago yo y no se hable más.
Pudimos pasar más de diez minutos discutiendo inútilmente y al final pago todo él.
-Ya tendrás tiempo para invitarme tú.- dijo para sacarme el enfado de encima, no lo consiguió.
-Eso no me consuela.- dije poniendo morritos y me beso, eso hizo que todo el enfado se me pasara de golpe.- ¡Eso no vale!
-¿A qué ya no sigues de malas? – Negué con la cabeza.- Entonces sí que vale.
Y dicho esto salimos del restaurante. Fuera hacía frío, demasiado frío, y me esforcé para evitar tiritar. Para presumir hay que sufrir, habría dicho mi madre, pero una chaqueta más gruesa no habría estado mal en aquel momento y seguro que habría encontrado una bien bonita. Eran cerca de las doce y ya estaba todo completamente oscuro, lo único que iluminaba la calle eran alguna que otra farola. El cielo estaba precioso, lleno de estrellas que brillaban como diminutos diamantes y acompañaban a la luna llena esa noche.
-¿Tienes frío?
-No, sólo algo de fresco. – mentí.
-Ten.- dijo sacándose la chaqueta.
-Un truco muy típico, ¿no?
-Puede pero, ¿a qué nadie te lo había hecho?-reí.
-La verdad es que tienes razón.- y me puso su chaqueta en los hombros.- Y ahora desaparecerás misteriosamente y tendré que volver a verte, cosa que odiaría, para devolverte la chaqueta ¿no?
-Me has pillado,- contestó en una media sonrisa.- pero nunca pensé que odiarías verme.
-Pues ahora ya lo sabes.
 -Supongo que ahora es cuando “desaparezco misteriosamente”
-Ni se te ocurra hacerlo.
-Creía que odiabas verme.
-Por eso, así te la devuelvo hoy y no te tendré que volver a ver nunca más.- y ambos nos juntamos en una risa infinita.- Una pregunta tonta que se me ocurre a mí.
-Dispara.
-¿Ahora no tienes tú frío?
-Nada que no pueda soportar, soy fuerte.- hizo ademán de remangarse el jersey, pero lo detuve.
-Si te remangas tendrás más frío aún.
-Y tú no quieres que me constipe ¿no?
-Exacto.- sonreí.
-Entonces no te importara que haga esto.- me agarró por la cintura y se pegó a mí.- Yo lo llamo calor humano, ¿qué te parece?
-Que si sigues así tendré que devolverte la chaqueta.
Seguimos andando así, sin despegarnos ni un milímetro y, probablemente acercándonos todavía más a cada paso que dábamos. Podía oler su perfume, tan dulce como él, sentía el latido de su corazón casi como si fuera el mío, notaba su respiración en mis oídos. ¿Por qué no podía ser él? ¿Por qué mi corazón se negaba a quererlo? Vale, sí, le había cogido un montón de cariño en todo este tiempo pero el amor no entiende de cariño, entiende de pasión. No entiende de esperas ni de cosas a medias, entiende de todo y ahora.
- Te recuerdo que todavía me debes algo.- dije de repente, sin venir demasiado a cuento. Simplemente me acordé y lo solté para no olvidarlo otra vez.
-¿El qué? ¿Un beso?
-Buen intento.
-Podría dártelo igualmente.
-Tal vez.- contesté haciéndome la indiferente y fue justamente esa “indiferencia” lo que lo animó aún más a hacerlo.
-Ya no te debo nada.- dijo sonriendo.
-Yo creo que sí.
-¿Te has quedado con ganas de más?- preguntó acercándose a mí.
-Quieto,- le puse la mano en la boca- que si no te lo digo ahora se me va a olvidar.
-Está bien.- sonrió y me dio un beso en la mano.- ¿Qué te debo?
-Prometiste enseñarme tus dibujos, y aún no los he visto.
-¿Era eso? – Asentí.- Mañana mismo te los enseño.
-Estupendo.- y ambos sonreímos.- Ahora ya puedes hacer lo que querías hacer.
En cuanto acabé de decirlo ya sentía su boca sobre la mía y mi cabeza se volvía a preguntar “¿Por qué no puede ser él?”
Seguimos andando, esta vez cogidos de la mano, hasta llegar al paseo marítimo. El mar, teñido de un color negro noche, estaba en calma aunque de vez en cuando podías oír el chocar de las olas contra las rocas. En aquella inmensa masa de agua estaban reflejados todos aquellos diminutos diamantes que, si levantabas la cabeza podrías ver en su hogar habitual.
-¿Bajamos a la playa? – propuse.
Nadie se negó así que me saqué los tacones, para no hundirme en la arena, y fuimos hasta la playa.
-Venga te echó una carrera.- dijo Dani.
-¡Eso no vale, tengo que cargar con los zapatos!
-Trae.- me los cogió.- ¿Así estamos en igualdad de condiciones?
-No, soy muy lenta.- y se rió.
-Te doy cinco segundos de ventaja. ¿Lista?- eché a correr.- ¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno, voy!
Esta vez fue Dani quien empezó a correr, con lo rápido que él iba y lo torpe que yo era corriendo en la arena no tardaría en cogerme y no lo hizo. Llegó corriendo hacia mí y cuando estaba detrás me cogió y me llevó en volandas, yo solté un grito por la sorpresa.
-Así nadie tiene que perder, ¿no?
Ahora él iba andando y yo encima de él, cuando estábamos muy cerca del mar se paró y me dejó en el suelo. Se quitó las Kawasaki, los calcetines y se subió un poco los pantalones.
-¿Qué piensas hacer?
-Ya lo verás.- contestó sonriendo pícaramente y volvió a cogerme pero esta vez menos delicado, más bien como si fuera un saco.
-¡No lo hagas, ni se te ocurra!- grité dándole golpes en la espalda con mis manos.
-Oh si.- ya estábamos en el agua, los pies de Dani mojados y yo rezando para que no me tirara.
-Haré lo que quieres pero, ¡no me tires!
-¿Lo qué quiera?
-Sí, pero bájame de aquí.
-¿Qué se dice?
-Suenas como mi madre con mi hermana.
-¿Estás segura? Sería muy fácil para mí librarme del peso que llevo en la espalda.
-¡No, no, no! PORFAVOR, - dije recalcando el por favor- no me tires.
-Está bien,- me dejó en la arena.- ahora la que debe algo eres tú.
-¿No deberías decidir tú lo que quieres?
-No, sorpréndeme.
-Como tú mandes.- hundí mi mano en el agua y le tiré toda la que pude.- ¡Sorpresa!
-Eso no era precisamente lo que quería.
-¿Ah no? Yo tampoco quería caerme en el agua.
-Y TODAVÍA no lo has hecho.- entendí por ese todavía que esta vez sí que tenía intención de hacerlo y eché a correr, otra vez. Me seguía cerca, casi logró atraparme en varias ocasiones pero extrañamente conseguía esquivarlo. Pero esa suerte no duró eternamente y al final me atrapó, me cogió y me zarandeó en el aire. Hice todo lo posible por zafarme pero no lo conseguí.
-Ni lo sueñes.- empecé a notar gotas de agua en mis piernas y comencé a dar pataletas.- No te vas a librar.
Los pantalones de Dani empezaban a estar mojados y en cualquier momento yo lo estaría pero de pies a cabeza, entonces la agarré la cara entre mis manos y lo besé, él en medio del agua y yo sujeta por él, y aquel inocente beso comenzó a madurar y empezó a ser de todo, menos inocente. Tenía la certeza de que si no hubiéramos estado en medio del agua ahora mismo estaríamos sobre una cama y con menos ropa encima. Seguimos besándonos sin importar el tiempo y de repente se puso a llover.
-Vaya,- masculló.- te ha salido mal el plan, ahora te mojarás igual. Aunque reconozco que habías conseguido convencerme.
Reí y volvimos a fundirnos en un beso mojado por la lluvia y más intenso que el anterior.
-Vamos.- dijo agarrándome de la mano y fuimos hasta el coche. Cuando conseguimos entrar ambos estábamos empapados pero eso no pareció importar ya que volvimos a besarnos y cada beso era mejor que el anterior, tenía más fuerza, más sabor. Las chaquetas empezaron a volar, su camiseta desapareció, la mía se perdió y entonces…
-¡Atchiiiis! – estornudé.
-La lluvia no ha sido una gran idea, ¿no?
-Me parece que no.
-Te llevaré a casa.
Cogí mi ropa y me vestí. No tenía claro si aquel estornudo había sido mi salvación o mi perdición.

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