martes, 15 de noviembre de 2011

Capítulo 14.

-Despierta, - dijo alguien a la vez que me zarandeaba, ¿por qué me molestaban?- ya es muy tarde.
Poco a poco empecé a abrir los ojos, me costaba, estaba muy cansada y además me encontraba fatal. Hacía mucho frío en la habitación, ah no, ahora hacía calor.
-Me siento fatal, - dije tratando de despegar la lengua a la vez que abría totalmente los ojos para ver con quién hablaba.- mamá.
-Claro, llegando tan tarde.-lo dejo caer con cierta ironía ya que la noche anterior había llegado a las dos, aunque la hora marcada había sido la una.
-No, te lo digo de verdad, - empecé a toser- no me siento nada bien.- más tos.
Mi madre, como todas las madres, me puso la mano en la frente y se concentró en ver si tenía fiebre. “¿Y si me traes un termómetro?” pensé, pero no se lo dije ¿para qué discutir?
-Mmm… - ¿Es que tenía algún tipo de poder mágico en aquella mano?- iré a por el termómetro.- ¡Menos mal!
Al final resultó que sí que tenía fiebre, treinta y ocho, y supuse que se debía a la “ducha” que me había dado por la noche.
-Cariño voy  llevar a Nerea al cole y después a trabajar, ¿estás segura de que estarás bien?
-Sin problema.- sentí que algo me desgarraba la garganta y tosí sin parar.
-Cualquier cosa llámame.- me dio un beso.- Adiós.
Oí cerrarse la puerta y supe que estaba oficialmente sola, pero no pude disfrutar demasiado de esa soledad ya que mis párpados comenzaron a cerrarse hasta que me perdí en mi propio sueño…
En el sueño yo era una espectadora, la espectadora de mi propia vida en los últimos meses. Mientras engullía a montones las palomitas, podía ver que mi ser había sido una montaña rusa de sentimientos. A veces tan arriba, a veces tan abajo. Aparecía Dani que conseguía estabilizar mi viaje por aquella atracción que era mi vida, pero ni de lejos podía hacerme subir tan alto como Cristián. Cristián, que desde el primer momento que le vi disparó mi corazón. Cristián, que desde que se fue había dejado un vacío que no se podía llenar con nada ni con nadie. Y ahí estaba yo y mi estúpida costumbre de sentir que pierdo lo que ni siquiera es mío.
Me desperté empapada en sudor, con un montón de calor, la fiebre había vuelto a subir. Fui a la cocina a por algo para bajármela y me volví a la cama. Seguía recordando el sueño como si lo estuviera viviendo ahora mismo. Lo odiaba: al sueño, a Cristián y a mí. Al sueño por recordarme día tras día lo imperfecta que era mi vida, lo imperfecta que era yo. A Cristián por hacerme creer algo que no era, por darme ilusiones. A mí por creer todo aquello, por pensar que tal vez podría funcionar algo que nunca llegó a empezar.
Pasé el resto de la mañana tumbada en la cama sin hacer nada. Miraba el Tuenti de vez en cuando pero sacada la primera vez ya no había novedades. Desesperada me levanté y me planté en frente a la estantería de los libros, ¿cuál no habría leído?
Empecé a pasar los dedos por cada uno, intentando decidirme. Saga Crepúsculo, Saga Vampire Academy, Crónicas Vampíricas Federico Moccia, Blue Jeans,  Si no despierto, El mañana empieza hoy, Harry Potter,  Cazadores de Sombras,  Juntos,  Saga Traición, El club de los corazones solitarios, Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea… ¡Todos leídos! Entonces me di cuenta que en el estante de abajo había uno de mis libros. Tenía un marcador que indicaba que había empezado a leerlo, pero aún faltaba mucho para acabarlo, ¿por qué lo habría dejado? Lo cogí y observé la portada, The Host, de Stephanie Meyer. Lo abrí por la primera página y empecé a leer.
“El sanador se llamaba Fords Deep Waters…”
Poco a poco me fui metiendo de lleno en la lectura, en aquella peculiar historia que hablaba de alienígenas que llegan a la Tierra y se hospedan  los cuerpos de los humanos, al principio de forma más lenta pero a medida que avanzaba los minutos se me pasaron volando y mi cabeza dejó de pensar en algo distinto a lo que estaba leyendo. Devoraba las páginas como si de aquello dependiera mi existencia, pasa página tras página sin cansarme. Tan concentrada estaba que ni me enteré de que mi madre había llegado con Nerea.
-¿Cómo estás enfermita? -  preguntó Nerea abalanzándose sobre mí.
-Bueno, ahí estamos.- contesté sin despegar la vista del libro.
-¿Qué lees?- inquirió curiosa.
-Un libro.
-¡Eso ya lo sabía! – Echó a reír.- ¿Has leído todo eso hoy?
-Ajá.
-¡Jo, pues sí que lees!
-¿Qué tal estás? – preguntó mi madre que acababa de entrar en mi habitación.
-Algo mejor.- dije otra vez sin apartar los ojos del libro.
-Mira mami, ha leído todo eso.- interrumpió Nerea realmente fascinada.
-¡Ya está!- había acabado el capítulo y ahora sí que podía mantener una conversación normal.
-¿Y ese colgante? – inquirió mamá que hasta ahora no se había dado cuenta de él.
-Un regalo.- contesté tocándolo y al sentir la pequeña torre en mis dedos recordé lo increíble que, a pesar de todo, había sido la noche anterior.
-Es precioso.- supe por el tono de su voz que intuía quien podía haber sido la persona que me lo había regalado.
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A penas comí nada y antes de volver a la cama volví  tomar algo para bajar la fiebre.  Estaba deseosa por volver a coger el libro y no podía creer lo mucho que me había enganchado.
“Transcurrieron una, o tal vez dos semanas, no lo sé con exactitud…”
Seguí leyendo toda la tarde, interesándome por cada palabra deseando poder acabarlo para ver qué pasaba y a la vez no queriendo acabar nunca.
-Tienes visita.- dijo Erica feliz.
-¡Hola! – dijeron Vero y Erica.
-Hola chicas.- entraron y yo esperaba que también lo hiciera una tercera, pero no apareció por ninguna parte.- ¿Y Laura?
Suspiraron a la vez, algo malo había pasado.
-Verás,- comenzó a decir Erica.- ya sabes que ha estado rara estos días y tal…
-Sí.- interrumpí para que se dejara de rodeos.
-Pues hoy nos han dado el examen de Matemáticas, el que estudiamos solas, por cierto has sacado un seis,- sonrió y yo con ella, no me esperaba el seis.- yo un cinco y medio…
-Yo un cuatro y medio.- Vero parecía feliz con su nota.
-…Laura un tres, creo que no le ha sentado muy bien.
-¿¡Y no viene por haber suspendido un puto examen!? ¡Qué fuerte me parece!
-No, no creo que sea por eso, solo digo que el suspenso es tan raro o más que todo lo que ha pasado esta semana.
-Es raro pero… ¿habéis intentado hablar con ella?- pregunté y vi que Erica dudó.
-Le hemos dicho que veníamos, - se decidió a decir Vero.- ha pasado de nosotras y por aquí no la veo.
-¿Y tú cómo estás? – cambió Erica de tema.
-Bueno, sin mucho que hacer. Me he entregado por completo a la lectura.- enseñé el libro.
-¡Qué tochazo! – comentó Vero.
-No está mal.
-Ya veo que no, te has fundido casi medio libro en una mañana.- echamos a reír.
Seguimos hablando de cosas sin importancia y el tema Laura no se volvió a tocar, aunque yo seguía dándole vueltas en mi cabeza.  Después Erica sacó de su mochila la Canon y nos sacamos un montón de fotos, yo con mi pijama.
-Hola.- entró Nerea sonriendo en la habitación.
-Hola princesa.- dijo Erica que adoraba a mi hermana, y Nerea se tiró encima de mi amiga. El cariño era mutuo.
-Hola enana.- a Vero le encantaba hacerla rabiar.
-No soy enana.- echó la lengua.
-¿Qué querías?- pregunté.
-Tienes más visita.- sonrió.
-¿Quién? – se fue corriendo y cuando volvió a entrar lo hizo de la mano de Dani.
-Él.- contestó señalándole.
-Hola.- dijo tímidamente, ¿desde cuándo era tímido?
-Hola.- dijimos mis amigas y yo a la vez y eso hizo que todos nos riéramos y la tensión disminuyera.
-¿Foto grupal? – preguntó Erica, Dani se hizo un poco de rogar pero al final cedió.- Y ahora que ya tengo la foto me voy tranquila.
-¡Espera que me voy contigo!- Vero cogió su mochila.- Pónteme buena pronto, ¿vale?
-Se intentará.
-Te dejo todos los deberes que non han puesto.- le dediqué a Erica una mirada asesina.- ¿Qué? No venimos sólo a darte buenas noticias.
Se despidieron de todos y se fueron.
-Lo prometido es deuda,- dijo Dani sacando de su mochila un bloc de dibujo.- toma.
Cogí el cuaderno y observé cada perfecta línea de cada perfecto dibujo, cada color, cada figura, cada forma. Allí donde mirara podía ver belleza, en esa farola dibujada en aquella calle, en las diminutas flores de un campo, en los brillantes ojos de un rostro,  en una copa de vino medio llena, en ese cielo estrellado, en un mar infinito, en la puesta de sol. Todos aquellos trazos eran pura harmonía.
-Guau.- suspiré a la vez que me detenía en el último de sus dibujos. En el dibujo había un inmenso mar que lo ocupaba prácticamente todo. Jugando con los colores y las olas conseguía crear una perfecta ilusión de profundidad. En el mar había un joven de espaldas y en sus brazos llevaba a una chica preciosa, una chica feliz en brazos de la persona a la que quiere. El cielo estaba plagado de estrellas, tan pequeñas y brillantes como las de anoche.
-¿Te gusta?
-Me encanta.
-Lo hice ayer a la noche, después de dejarte. Si quieres es tuyo.
-¿Me lo regalarías?
- Me encantaría poder hacerlo.- me acerqué poco a poco a él y cuando nuestros labios estaban a escasos milímetros de rozarse…
-Ari…- entró mi madre y automáticamente nos separamos.-… ana. Lo siento, pensé que estabas sola.
-No pasa nada.- mis mejillas estaban rojas sí o sí.- Mamá ese es Dani. Dani esta es Lucía, mi madre.
-Hola.- dijo mi madre muy sonriente.
-Hola.- contestó él algo cohibido.
-¿Qué tienes ahí? – preguntó mi madre apuntando a sus dibujos.
-Son mis bocetos.
-¿Puedo?
-Claro.- y se los dio.
Mi madre tardó incluso más que yo en verlos todos, supe por la forma en que los miraba que le gustaban y estaba en cierto.
-Son muy buenos.
-Gracias.- contestó pasándose la mano por él pelo.
Tras esto se embarcaron en una profunda conversación de la cual perdí el hilo antes de la mitad. Mi madre le decía que siguiera dibujando, que tenía talento. Él le contaba sus proyectos de futuro. Descubrieron que aparte del dibujo tenían más cosas en común. Juro que llego un momento en el que se olvidaron de que yo también estaba allí. Finalmente Dani se fue.
-Ariana, me encanta este chico para ti.

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