Cuando acabaron de cenar
pidieron la cuenta que no tardó en llegar. Dani empezó a sacar la cartera de su
bolsillo cuando la mano de ella detuvo su mano.
-Ni pienses que vas a pagar
tú solo.
-¿De quién fue la idea de
venir, tuya o mía?
-Tuya, pero…
-Ni pero ni nada, pago yo y
no se hable más.
Pudieron pasar más de diez
minutos discutiendo inútilmente y al final pago todo él.
-Ya tendrás tiempo para
invitarme tú.- dijo para sacarle el enfado de encima, no lo consiguió.
-Eso no me consuela.-
contestó Ariana poniendo morritos y me beso, eso hizo que todo el enfado se le
pasara de golpe.- ¡Eso no vale!
-¿A qué ya no sigues de
malas? – Negó con la cabeza.- Entonces sí que vale.
Y dicho esto salieron del
restaurante cogidos de la mano. Fuera hacía frío, demasiado frío, y Ariana se
esforzó para evitar tiritar. Para presumir hay que sufrir, habría dicho su
madre, pero una chaqueta más gruesa no habría estado mal en aquel momento y
seguro que habría encontrado una bien bonita. Eran cerca de las doce y ya
estaba todo completamente oscuro, lo único que iluminaba la calle eran alguna
que otra farola. El cielo estaba precioso, lleno de estrellas que brillaban
como diminutos diamantes y acompañaban a la luna llena esa noche.
-¿Tienes frío?
-No, sólo algo de fresco. –
mintió.
-Ten.- dijo sacándose la
chaqueta.
-Un truco muy típico, ¿no?
-Puede pero, ¿a qué nadie te
lo había hecho?-eso hizo que ella se riera..
-La verdad es que tienes
razón.- y le puso su chaqueta en los hombros.- Y ahora desaparecerás
misteriosamente y tendré que volver a verte, cosa que odiaría, para devolverte
la chaqueta ¿no?
-Me has pillado,- contestó
en una media sonrisa.- pero nunca pensé que odiarías verme.
-Pues ahora ya lo sabes.
-Supongo que ahora es cuando “desaparezco
misteriosamente”
-Ni se te ocurra hacerlo.
-Creía que odiabas verme.
-Por eso, así te la devuelvo
hoy y no te tendré que volver a ver nunca más.- y ambos se juntaron en una risa
infinita.- Una pregunta tonta que se me ocurre a mí.
-Dispara.
-¿Ahora no tienes tú frío?
-Nada que no pueda soportar,
soy fuerte.- hizo ademán de remangarse el jersey, pero lo detuvo.
-Si te remangas tendrás más
frío aún.
-Y tú no quieres que me
constipe ¿no?
-Exacto.- sonrió.
-Entonces no te importara
que haga esto.- la agarró por la cintura y se pegó a ella.- Yo lo llamo calor
humano, ¿qué te parece?
-Que si sigues así tendré
que devolverte la chaqueta.
Siguieron andando así, sin
despegarse ni un milímetro y, probablemente acercándose todavía más a cada paso
que daban. Ariana lo notaba tan cerca que podía oler su perfume, tan dulce como
él, sentía el latido de su corazón casi como si fuera el suyo, notaba su
respiración en sus oídos. Y en su cabeza comenzaron a aparecer aquellas
preguntas que tanto la atormentaban: ¿Por qué no podía ser él? ¿Por qué su
corazón se negaba a quererlo? Vale, sí, le había cogido un montón de cariño en
todo este tiempo pero el amor no entiende de cariño, entiende de pasión. No
entiende de esperas ni de cosas a medias, entiende de todo y ahora.
- Te recuerdo que todavía me
debes algo.- dijo ella de repente, sin venir demasiado a cuento. Simplemente se
acordó y lo soltó para no olvidarlo otra vez.
-¿El qué? ¿Un beso?
-Buen intento.
-Podría dártelo igualmente.
-Tal vez.- contestó
haciéndose la indiferente y fue justamente esa “indiferencia” lo que lo animó
aún más a hacerlo.
-Ya no te debo nada.- dijo
sonriendo.
-Yo creo que sí.
-¿Te has quedado con ganas
de más?- preguntó acercándose a ella.
-Quieto,- le puso la mano en
la boca- que si no te lo digo ahora se me va a olvidar.
-Está bien.- sonrió y le dio
un beso en la mano que estaba sobre su boca.- ¿Qué te debo?
-Prometiste enseñarme tus
dibujos, y aún no los he visto.
-¿Era eso? – Ariana asintió.-
Mañana mismo te los enseño.
-Estupendo.- y ambos sonrieron.-
Ahora ya puedes hacer lo que querías hacer.
En cuanto acabó de decirlo
ya sentía su boca sobre la suya y su cabeza se volvía a preguntar: ¿Por qué no
puede ser él?
Siguieron andando, otra vez
cogidos de la mano, hasta llegar al paseo marítimo. El mar, teñido de un color
negro noche, estaba en calma aunque de vez en cuando podías oír el chocar de
las olas contra las rocas. En aquella inmensa masa de agua estaban reflejados
todos aquellos diminutos diamantes que, si levantabas la cabeza podrías ver en
su hogar habitual.
-¿Bajamos a la playa? –
propuso ella.
Nadie se negó así que se
sacó los tacones, para no hundirse en la arena, y fueron hasta la playa.
-Venga te echó una carrera.-
dijo Dani.
-¡Eso no vale, tengo que
cargar con los zapatos!
-Trae.- se los cogió.- ¿Así
estamos en igualdad de condiciones?
-No, soy muy lenta.- y se
rió.
-Te doy cinco segundos de
ventaja. ¿Lista?- y sin responder echó a correr aprovechando aquella ventaja.-
¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno, voy!
Esta vez fue Dani quien
empezó a correr, con lo rápido que él iba y lo torpe que ella era corriendo en
la arena no tardaría en alcanzarla y no lo hizo. Llegó corriendo hacia ella y
cuando estaba detrás la cogió y la llevó en volandas. En ese momento Ariana
soltó un grito por la sorpresa.
-Así nadie tiene que perder,
¿no?
Ahora él iba andando y ella
encima de él, cuando estaban muy cerca del mar se paró y la dejó en el suelo.
Se quitó las Kawasaki, los calcetines
y se subió un poco los pantalones.
-¿Qué piensas hacer?
-Ya lo verás.- contestó
sonriendo pícaramente y volvió a cogerla pero esta vez de forma menos delicada,
más bien como si fuera un saco.
Al igual que al inicio de la
noche Dani tenía muy claro a donde ir y que hacer. Pero entonces ella tuvo una
ligera idea de las intenciones del chico.
-¡No lo hagas, ni se te
ocurra!- gritó dándole golpes en la espalda con las manos.
-Oh si.- pero ya estaban en
el agua, los pies de Dani mojados y Ariana rezando para que no la tirara.
-Haré lo que quieres pero,
¡no me tires!
-¿Lo qué quiera?
-Sí, pero bájame de aquí.
-¿Qué se dice?
-Suenas como mi madre con mi
hermana.
-¿Estás segura? Sería muy
fácil para mí librarme del peso que llevo en la espalda.
-¡No, no, no! PORFAVOR, -
dijo recalcando el por favor- no me tires.
-Está bien,- la dejó en la
arena.- ahora la que debe algo eres tú.
-¿No deberías decidir tú lo
que quieres?
-No, sorpréndeme.
-Como tú mandes.- hundió su
mano en el agua y le tiré toda la que pude.- ¡Sorpresa!
-Eso no era precisamente lo
que quería.
-¿Ah no? Yo tampoco quería
caerme en el agua.
-Y todavía no lo has hecho.-
entendió por ese todavía que esta vez sí que tenía intención de hacerlo y echó
a correr y a reir, otra vez. La seguía cerca, casi logró atraparla en varias
ocasiones pero extrañamente conseguía esquivarlo. Pero esa suerte no duró
eternamente y al final la atrapó, la cogió y la zarandeó en el aire. Ella,
entre risas, hizo todo lo posible por zafarse pero no lo consiguió.
-Ni lo sueñes.- dijo, pero ella
no lo escuchó ya que comenzó a notar gotas de agua en sus piernas e
instantáneamente empezó a patalear.- No te vas a librar.
Los pantalones de Dani
empezaban a estar mojados y en cualquier momento ella también lo estaría pero
de pies a cabeza. Entonces, casi como una medida desesperada, le agarró la cara
entre sus manos y lo besó, él en medio del agua y ella sujeta por él, y aquel
inocente beso comenzó a madurar y empezó a ser de todo, menos inocente. Ambos
estaban completamente seguros de que si no hubieran estado en medio del agua
ahora mismo estarían sobre una cama y con menos ropa encima. Siguieron
besándose sin importar el tiempo y de repente se puso a llover.
-Vaya,- masculló.- te ha
salido mal el plan, ahora te mojarás igual. Aunque reconozco que habías
conseguido convencerme.
Ella sonrió, su plan había
funcionado, y haciendo caso omiso a la lluvia volvieron a fundirse en un beso
mojado y más intenso que el anterior.
-Vamos.- dijo dejándola en
la arena agarrándola de la mano. Juntos echaron a correr en dirección al coche.
Cuando consiguieron entrar ambos estaban empapados pero eso no pareció importar
ya que volvieron a besarse y cada beso era mejor que el anterior, tenía más
fuerza, más sabor. Las chaquetas empezaron a volar, su jersey desapareció, la camisa
de ella se perdió y entonces…
-¡Atchiiiis! – estornudó.
-La lluvia no ha sido una
gran idea, ¿no?
-Me parece que no.
-Te llevaré a casa.
Y mientras él encendía el
coche, ella cogió su camisa y se vistió. No tenía claro si aquel estornudo
había sido su salvación o su perdición.
Pero que bien escribes!! :) me encanta
ResponderEliminarMuchisimas gracias cielo!
EliminarMe he enamorado :D deberías seguir haciendo esto linda! me suscribo por si decides volver a escribirte otro capitulo! un beso y felicidades! ;)
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Sí, claro que seguiré subiendo capítulos pero estoy liadísima con las clases y todo eso así que cuando mtenga un hueco me pondré a ello :)
Eliminar¡Muchísimas gracias, de verdad!
ResponderEliminarAhora mismito me paso :)
Por fin he podido pasarme a comentar, no creas que tenía tu historia olvidada. Cada vez me gusta más, me engancha más, me enamora más!! Qué bonito el momento en la playa, me gusta que se piquen así. Y lo del coche... ui, ui, yo tampoco podría decir si ese estornudo le vino bien o no. A lo mejor habría sido una locura dejarse llevar... o todo lo contrario.
ResponderEliminarPor favor, sube pronto el siguiente que me tienes en ascuas!! Y no te olvides de avisarme, porfiis. Tengo tu blog en favoritos :D Pero aún así... desde que vea el aviso vendré corriendo a leerte.
Un besote enorme cariño, y no dejes de escribir nunca de los nuncas!! ^-^ <3
¡Muchísimas gracias, guapa!
Eliminarme gusta muchisimo, yo ya te sigo, me encantan este tipo de blogs un beso
ResponderEliminarhttp://abbiegold007.blogspot.com.es/
¡Muchísimas gracias, ahora mismo te sigo! :)
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