martes, 20 de diciembre de 2011

Capítulo 19.

Puse la contraseña de mi tuenti y le di a entrar. Misteriosamente no se quedó trabado al cargar ni fue demasiado lento. Una petición de amistad y una foto con comentarios. Primero la foto. Era la que nos habíamos sacado en mi casa con Dani, cuando estaba enferma. El comentario era de Vero: “Aunque sólo sea por lo bien que sale Dani y la gracia que me hacen nuestros caretos va de principal” Tenía razón todas habíamos salido horribles: los ojos de Vero daban la impresión de que acaba de fumarse un buen porro, Erica estaba a punto de decir algo cuando se hizo la foto por lo que salió con la boca abierta y yo, dejando a un lado mi cara de enferma, salía muriéndome de la risa. Y ahí, en el medio de semejante cuadro, estaba Dani con su sonrisa resplandeciente.
Le di a Inicio y miré la petición de amistad: Marta Núñez. ¿Quién era esa? Ni idea. Entre en su perfil para ver si me podía hacer una idea de quien era y en su principal reconocí una horrible chaqueta roja. ¡No había duda de quien era esa Marta! Acepté y le mandé un privado: “¿Para qué me agregas?”
Diez minutos después ya tenía la respuesta, pero en lugar de por privado por el chat.

-Te agregué porque necesito tu ayuda.

-¿Qué te hace pensar que quiero ayudarte?

-Por favor, es importante. Necesito que me ayudes a vestir bien.

-¿Qué?

-Sí, es que hay un chico…

-Si es Jorge olvídate.

-¿Cómo lo sabes?

-Lo noté.

Seguimos hablando, principalmente de Jorge y no sabía si es que detrás de un ordenador se los bajaban los humos o la había juzgado en una primera impresión, pero no parecía la chica de aquella mañana. A pesar de que comenzaba a caerme casi bien no cedí ni un momento a su petición. ¿Cómo podía pensar que iba a ayudarla si a cambio fastidiaba a mi amiga? No, de ninguna manera.

-Pues aunque sólo sea por cambiar la imagen que todo tienen de mí gracias a tu amiga.- Tocada y hundida.

-¿Sólo será pasara eso?

-Sólo.

-Está bien, ¿cuándo nos vemos?

-¿Hoy te parece bien?

-Vale, lleva mucho dinero. ¡Nos vamos de compras!

Me sentía como la presentadora de ese programa de la MTV, Plain Jane. En él una superexperta en moda ayuda a chicas del montón, como dice ella, a cambiar física y mentalmente para conseguir gustarle al chico del que están enamoradas. Si le sacamos el objetivo final, y el cambio de mentalidad era exactamente lo mismo.
Me puse los primeros vaqueros que encontré, un camisa blanca, un jersey rojo con coderas y las All Star blancas. Si íbamos a estar caminando toda la tarde mejor ir cómoda. Cogí algo de dinero, por si acaso me caía algo a mi también y salí en dirección hacia donde habíamos quedado.

Cuando llegué la reconocía por su chaqueta roja. ¿Había dicho que era horrible no? Pues por si acaso lo repito: una horrible chaqueta roja. Me saludó y nos encaminamos hacia la primera tienda. Fueron unos minutos incómodos, se podía sentir, tocar y cortar la tensión. Nadie dijo nada para romper el hielo. Entramos en la primera tienda y decidimos que cada una eligiera un par de prendas, y en media hora nos reuníamos en el probador. Cogí un par de vestidos, una falda, un pantalón, y montones de camisetas y camisas. Y entonces vi el vestido perfecto para mí, de gasa y amarillo. Corrí a cogerlo, no fuera a ser que alguien se me adelantara, después me reuní con Marta.

-Pruébate lo tuyo primero.- le dije y obedeció. Nada de lo que veía me gustaba, sólo se salvaron un vaquero y un jersey amplio marrón. Ahora era mi turno. Justo cuando le estaba dando la ropa que había escogido para ELLA vio MI vestido.

-¡Es precioso!- y yo dije para mí “Lo sé pero es mío.”

-Ya…

-¡Muchas gracias por elegirlo para mí?- ¿¡Qué!?

-En realidad… - cuando vi la cara que se le estaba quedando no pude decir más que: - he pensado que podría quedarte bien.

Entró en el probador y mi vestido entró con ella. Cuando salió no podía creer lo que veía.

-Estás genial.

-Gracias.- contestó mirándose al espejo.

-A esto le falta algo, vengo ahora.- recorrí rápidamente la tienda buscando los zapatos que había visto antes.- Póntelos.

-Soy un poco altos, ¿no?

-Póntelos.

Me obedeció y se puso los tacones negros que le había llevado.

-Guau…- dijo y empezó a caminar hacía mí, pero le tambalearon los pies y se cayó tirándome a mí también al suelo. Seguido de la caída estallamos en carcajadas.

**********************************************************************

Cargadas hasta arriba de bolsas, Marta con las suyas y yo con las de Marta, decidimos parar a tomar algo antes de volver a casa. La caída en la tienda había sido lo que había roto el hielo y ahora parecíamos amigas de toda la vida.

-Creo que me tomaré un chocolate caliente.- comentó mientras se tiraba en el sillón y suspiraba.

-Estoy de acuerdo contigo.

Pedimos y enseguida nos sirvieron.

-Ahora,- comencé a decir- el siguiente paso es cambiar el abrigo que llevas ahora por éste.

Y saqué de la bolsa un abrigo cruzado, color crema con un par de rallas grises al fondo. Ella me obedeció y se cambió el abrigo.

-Mucho mejor.- y sonreí.

Seguimos hablando un buen rato, no sé de donde sacábamos los temas porque hasta hacía unas horas ni hablábamos, pero en cierto modo era agradable. Todo eso me había enseñado que no debía juzgar a las personas por la primera apariencia, y la aparente soberbia de Marta no había vuelto a aparecer. Estábamos riendo cuando me llegó un mensaje. Cogí el móvil y lo miré.

-¡Yo quiero tu móvil! – dijo Marta.

-Lo mío me ha costado tenerlo.

Abrí el mensaje, era de Dani:
 “Hace tiempo que no te veo, ¿cuándo lo volveré a hacer?”
Sonreí y Marta se dio cuenta.

-Fijo que es tu novio.- y mi nueva sonrisa me delató.- Va en segundo, ¿no? Se llama… ¡ah, si! Dani. ¡Está buenísimo!

-Sigo aquí, ¿sabes?

-Perdona,- dijo toda roja- es que hacéis muy buena pareja.

La que se puso roja ahora, fui yo. Le di a responder y escribí:

“¡Pero si aún nos vimos a la mañana! Aunque da igual, ¿dónde estás?”

Lo envié y no tardo nada en responder.

“En mi casa”

“En una rato estoy allí” respondí.

-Lo siento pero me tengo que ir.

-Tu novio te reclama ¿eh?

-Algo así.

-Bueno, pues muchísimas gracias y a ver si volvemos a hablar. Lo he pasado muy bien contigo.

-Yo también y, por cierto, acuérdate de tu promesa.

-Lo sé, lo sé. Nada de esto es por Jorge.

-Espero que lo digas enserio.

Y tras haberle advertido que mantuviera su promesa me fui, dando por terminada aquella extraña tarde de compras, sin saber la de cosas que iban a pasar a continuación.

5 comentarios: