viernes, 9 de diciembre de 2011

Capítulo 18.

Era la segundo hora de la mañana y tenía el examen de literatura. Recorrí los pasillos a toda velocidad, no era plan de llegar tarde. Llegué antes que el profesor, me senté al lado de Laura y saqué el libro tratando de aprovechar aquellos últimos minutos para repasar el tema. A penas había acabado de leer la primera página cuando llegó el profesor, nos entregó el examen y el tiempo empezó a correr.
Primera pregunta, características del Romanticismo. Bueno, esa me la sabía. Empecé a rellenar el examen con todo lo que sabía y lo que me podía ir inventando. Cuando llegué a la última me quedé paralizada. Gustavo Adolfo Bécquer. Era incapaz de recordar algo que no fuera a Dani, Dani leyendo su poesía, Dani besándome y por más que me esforzaba mi cabeza sólo tenía espacio para Dani. Quedaban sólo diez minutos de clase y no podía contestar la última pregunta, noté la mirada de Laura puesta sobre mí.
-Dime la diez.- susurré.
-Es un poco larga…
-Resume, que yo ya añado.
Y así con su ayuda pude, en menos de diez minutos, contestar medianamente bien la pregunta. Sonó el timbre.
-Bolígrafos encima de la mesa.- dijo el profesor mientras empezaba a recoger los exámenes.- ¡Silencio!
Cuando toda la clase estuvo sin examen pudimos salir.
-¡No me puedo creer que no te estudiaras a Bécquer! – dijo Laura.
-Lo estudié con Dani, pero me quedé en blanco.
-Me debes una.
-Te debo una.
Y nos separamos, cada una para su clase. La hora de francés se pasó más o menos rápido. Perdimos bastante tiempo intentando que Adrián Iglesias consiguiera pronunciar adecuadamente una frase, ya que por mucho que la profesora se lo repitiera él era incapaz de reproducirlo. Finalmente la profesora lo dio por imposible. Sonó el timbre, cogí mis cosas y salí acompañada de Leire, una chica de mi clase de francés que me caía bastante bien.
-¿Al final, para cuando queda el examen?- preguntó.
-Para el lunes.
-Sin fallo, es bastante fácil.
Entonces escuchamos una serie de gritos en el pasillo.
-¿Qué ha sido eso?- pregunté yo esta vez.
-Ni idea.
Seguimos avanzando por el pasillo y los gritos se intensificaron.
-…no por favor.
-¡Déjalo ya!
Y por fin llegamos a la fuente de los gritos, Laura y Jorge.
-¡No ves que no puedo dejarlo!
-¡Pues déjame a mí!
Poco a poco se fue formando un corrillo a su alrededor y los ojos de ella humedeciéndose. Podía escuchar como se decía a si misma “No llores, no llores” y notaba lo difícil que ahora mismo se le hacía conseguirlo.
-¡Es que tampoco puedo, joder! ¿No puedes ver que lo siento? ¿No puedes ver que me arrepiento?
-Puedo verlo pero eso no cambia nada.
-Pero yo te quiero.- se le quebró la voz.
-Pero yo he empezado a dudarlo.
Y se fue, dejándola allí sola, destrozada y completamente paralizada. El corrillo empezó a disolverse aunque aún quedaban unos pocos curiosos, yo me acerqué a mi amiga. La abracé y al acercarla a mí noté que estaba sollozando.
-Eh, ya está ¿vale?
-¿Lo has visto? – dijo tratando de vocalizar, pero le temblaba la voz.
-Sí.
-¿Todo?
-Más o menos.
-Soy tonta, ¿verdad?
-No digas eso.
-Pero es verdad, no debería haberlo intentado. Está claro que no hay nada que hacer.
Y tras decir esto se apretó más a mí y nuestro abrazo se intensificó y se le formó una sonrisa, diminuta pero era una sonrisa, en la cara. Eso me recordó a esta frase: “Un día el amor le preguntó a la amistad: ¿Para que existes tú si estoy yo? La amistad le respondió: Para dejar una sonrisa donde tú dejaste una lágrima”
Se enjugó las lágrimas.
-Menos mal que no me he puesto rímel.
Y tras otro abrazo y un “Ahora sólo puedes empezar a subir” nos despedimos y nos fuimos a nuestra siguiente clase pero mi cabeza estaba en todo menos en los libros. Si Dani estuviera aquí ahora sabría hacerme sentir bien, sabría calmarme e incluso sabría sacarme una sonrisa. Un “No te preocupes, todo se arreglará” de su boca sería suficiente, y aunque realmente no me lo creyera bastaría para olvidarlo. Dani era así.
Al final de la mañana todo el instituto se había enterado de lo ocurrido, aunque la mayoría lo había hecho con pequeñas modificaciones de la versión real. Así eran el boca a boca y los rumores pero a Laura no parecía importarle demasiado.
-¡Ya me he enterado de todo! – dijo Erica cuando salió de clase.
-¿Qué viene siendo ese todo?
-De lo de Laura.
-Ah.- contestó la aludida.
-¿Es verdad que te pusiste de rodillas suplicándole?
-¿Qué? ¡No!
-Pues es lo que me acaban de contar.
-¿Quién? – dijo Vero.
-Marta, esa de allí.- señaló a la tal Marta.
-Se va a enterar esa.- dijo Vero entre dientes a la vez que se acercaba a ella.
Con los dedos de las manos cerrados en puños salvó la distancia que nos separaba y de su boca no paraban de salir maldiciones mezcladas con palabrotas. Cuando se colocó detrás de ella carraspeó y con el dedo índice le dio dos leves toquecitos en el hombro, suficientes para que ella se girara.
-¿Qué quieres?- dijo con una soberbia impresionante lo que hizo que me callera mal sin conocerla. Llevaba unos pantalones pitillo rosas con una horrible chaqueta roja que impedía que se viera su camiseta. “Fijo que también es horrible” pensé. Por último para completarlo llevaba unas francesitas rojas a juego con la chaqueta. “¿Quién coño lleva rosa con rojo?”
-¿Te importaría repetirme lo que le has contado a todo el mundo sobre mi amiga- recalcó esas palabras- Laura?- pidió muy amablemente pero su cara era todo lo contrario a amabilidad.
-Pues…- la soberbia había sido intercambiada por una especie de nerviosismo.- pues…
-¡Oh, vamos que no tengo todo el día!
-Pues me contaron que…- la interrumpió.
-¿Ah qué no lo viste tú?- se apresuró a negar con la cabeza.-Sigue por favor.
Para entonces ya había un montón de gente pendiente de ellas.
-Me contaron que se había arrodillado delante de Jorge- los ojos le brillaron al decir su nombre- y le había suplicado que no la dejara pero no le sirvió de nada.
-¿Y si te dijera que todo es mentira?
-¿Todo?- su cara se ensombreció.
-Sí, todo.
-Vaya…- dijo en un susurro pero Vero la escuchó.
-¿Qué has dicho?
-No, nada.
-Bien, pues yo ya me voy. Espero que hayas aprendido algo.- asintió.- ¿Y qué has aprendido?
A su grupo de amigas se les escapó alguna risilla que otra.
-Que los rumores no son buenos.
-¿Y…?
-Que no debo continuarlos.
-Veo que aprendes rápido.- estuvo a punto de agitarle el flequillo pero se contuvo, ya la había humillado demasiado.- ¡Hasta luego!
Supe por la cara de susto que se le había quedado a Marta que esperaba que fuera un adiós para siempre y no un hasta luego. Pero cuando creía que todo había pasado a Vero le apeteció darse la vuelta y añadir una última cosa a grito pelado.
-¡Por cierto, el rojo y el rosa no pegan!- no, no la había humillado suficiente y todos los espectadores, incluidas sus amigas aunque de forma más silenciosa, echaron a reír.
-Reconozco que en ciertos momentos he sentido miedo por esa chica.- dijo Erica cuando Vero llegó.
-¿Y qué? Se lo tenía merecido, con Laura ni Dios.
-¿Tú has visto que nerviosa estaba?- volvió a preocuparse Erica.
-¡Normal, con esta delante!- repuse.
-Yo diría, Laura, que te ha salido una competidora.- comentó Vero.
-¿Cómo?
-Cuando le he dicho que absolutamente todo era mentira se puso triste y cuando habló de Jorge demasiado contenta. Yo lo veo claro.
-Yo también veo claro que puede seguir soñando. Jorge sólo tiene ojos para ti.- dijo Erica.
-Pues me acaba de decir que ha empezado a dudarlo.
Vi a Dani salir del instituto.
-Me tengo que ir, nos vemos.
-Adiós.
Y eché a andar hacia él, ¡cómo me apetecía darle un abrazo! Así que aceleré más el paso y casi me lo llevó por delante en un intento de combinar el freno y el abrazo.
-¡Qué efusividad!
-Efusividad es mi segundo nombre.
-Es un nombre algo raro, ¿no crees?
-No es raro, es especial.
-Entonces me gusta para ti.- sonreí y lo solté.
-¿Qué haces hoy?
-Pues no demasiado ¿por?
-Te timbro a las cinco y me llevas a dar una vuelta, ¿vale?
-Eso está hecho.- y sonrío con solamente él podía hacerlo.
Le agarré de la chaqueta y lo atraje hacía mí. Me puse de puntillas, acerqué mi cara a la suya y tras un interminable segundo lo besé. Por primera vez era yo quien tomaba la iniciativa, no la que simplemente aceptaba propuestas, no la que recibía los besos. ¡Ahora era yo quien los daba! Tal vez el darme cuenta, a partir de Laura y Jorge, de que nada es para siempre me hiciera ver que si quiero conservar algo debo cuidarlo, no esperar que él lo haga de mí. Tal vez simplemente fuera que mis sentimientos hacía Dani habían cambiado, que ahora lo quería como tenía que quererlo.
-No sé que has hecho con la vieja Ariana,- dijo al terminar el beso.- pero la nueva me encanta.
Y volví a ser yo quien besaba y él quien recibía.

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