viernes, 9 de marzo de 2012

Capítulo 29.

-Creía que ibas a llegar antes de la cena.- dijo mi madre mientras ponía la mesa.
-Técnicamente he llegado antes de la cena.
Mi madre sonrío. “Tiene una sonrisa bonita” pensé.
-Es que me he encontrado a Dani cuando volvía, me ha acompañado y hemos estado hablando un rato abajo.
-¿Y por qué no le has invitado a subir?
-Porque tiene que cenar.
-Pero le podías haber invitado a cenar.
Evidentemente, no le había contado a mi madre que ya no salía con él. Creo que ella se entristecería todavía más que yo.
-Ya lo sé, pero había quedado con sus padres para cenar.- mentí.
-Ah bueno, pero para la próxima ya sabes.
-Vale, para la próxima lo invito.- “Si hay próxima” pensé.-Voy a guardar la cazadora.
-Pero no tardes mucho, que vamos a cenar.
Fui a mi habitación y guardé la cazadora en el armario. Saqué el móvil del bolso y lo miré. Nada. Ni un mensaje, ni una llamada perdida. Nada. Lo dejé encima de la cama y me fui a cenar.
-Sabes que odio la merluza, no me sabe a nada.- reproché enfadada.
-Pero a mí me gusta mucho.- dijo Nerea devorando la suya.
-Pues es lo que hay.- sentenció mi madre sentándose.
-Pero…- refunfuñé.
-Es sólo una rodaja mujer.- trató de animarme mi padre.
-Pues pásame la mayonesa, voy a necesitar mucha.
Y cuando acabé de comerme mi mayonesa con merluza, porque no era más que un trozo de merluza debajo de una rodaja de merluza, salí disparada a mi habitación esperando ver ese mensaje que había estado esperando. Nada.
-¿Ari, me acompañas a cama?- preguntó Nerea desde la puerta.
-Claro pequeña, vamos.
-Me vas a leer este cuento, ¿vale?- dijo enseñándome uno de mis viejos libros de Gerónimo Stilton, de esos que tienen olores.
-Venga, para cama.
Se tumbó, se tapó y me dio el libro.
-Empieza.- dijo enseñando sus diminutos dientes.
-Pues todo empezó así, exactamente así, exactamente así… -apenas cinco páginas bastaron para dormirla. Dejé en libro en la mesa, apagué la lámpara y cerré la puerta con cuidado de no hacer ruido.
Desesperada volví a mi habitación. Miré el móvil. Otra vez, nada. Y allí me quede un par de minutos mirando fijamente a la pantalla, convenciéndome de que llegaría. Finalmente fui a ducharme, para relajarme o al menos dejar de pensar en esa llamada que no parecía llegar nunca. La ducha duró demasiado pero había cumplido su misión, al menos durante el tiempo que había durado. Pero ahora, lo que menos me apetecía era secarme el pelo, así que tampoco podría alisarlo. Eso significaría ir a clase con el pelo recogido, por nada del mundo llevaría al descubierto mi pelo rizo. Me puse mi pijama de Chip y Chop y me metí en la cama con el pelo mojado. Di cuatro mil vueltas antes de encontrar una postura que me valiera y aun así no estaba del todo cómoda. Entonces me acordé del móvil y volví a mirarlo. Antes de hacerlo ya conocía la respuesta. Volver a encontrar la posición me llevó otras cinco mil vueltas, pero mis ojos no se querían cerrar. Y como no tenía nada que hacer empecé a revisar mi día y eso me llevó a recordar Paranormal Activity. Perfecto, antes no tenía sueño y ahora tenía miedo a dormirme. Eso supuso sólo mil vueltas más. En una de estas vueltas vi encendida la lucecita de la Blackberry. Mi corazón ya se había saltado todos los límites de velocidad. La cogí y otra vez no había nada, era la batería. ¿Cómo podía el corazón latir tan fuerte y ahora tan lento? Me levanté y la puse a cargar.
Volví a tumbarme y perdí la cuenta de las vueltas que di. Ahora estaba mirando a una foto mía y de Erica. ¿Sería la última foto que vería de nosotras dos juntas? ¿Habría sido aquella discusión decisiva? ¿Qué le iba a decir mañana? ¿Cómo iba a actuar? ¿Qué pensaba hacer ella? ¿Cómo nos íbamos a mirar? O peor aún, ¿nos íbamos a mirar? ¿Sería un frío “hasta mañana” lo último que oiría de su boca? Eran preguntas demasiado difíciles de contestar. Su respuesta podría ser demasiado difícil de afrontar. Sólo esperaba que todo aquello acabara bien, porque si no mi vida podría hacerse una continua cuesta arriba.
El pensar que todo podía acabar, hizo que diera aproximadamente dos mil vueltas más. Esta vez estaba boca abajo, y algo me molestaba en el cuello. El colgante de Dani. Ya tenía algo nuevo en lo que pensar, pero ahora era potencialmente bueno. Ojalá los avances de hoy no hagan más que progresar.
Di dos vueltas más y me quedé mirando hacia el reloj. Marcaba lo dos y media. Y aquí estaba yo, incapaz de dormir e intentando batir el récord de vueltas en la cama. Volví a levantarme y sin desenchufarla, cogí la Blackberry y los cascos. Mi último recurso era escuchar música. Le di a reproducción aleatoria, a ver con que me sorprendía. Every time we touch de Cascada.
“Still hear your voice when you sleep next to me. I still feel your touch in my dreams. Forgive me my weakness but I don't know why. Without you it's hard to survive.”
Poco a poco mis ojos empezaron a cerrarse, pero nunca del todo. Siempre había algo que me despertaba, desde la propia música hasta el ruido de los coches.
“Duérmete, duérmete, duérmete” me repetía constantemente. Hora: las tres. “Duérmete, duérmete, duérmete”  Y entonces , de repente, volvió a sonar la primera canción que había escuchado esa noche. ¿La tenía por duplicado? Ni idea, pero para las últimas notas ya había conseguido dormirme y en mi Blacberry no había ningún mensaje nuevo.
“And every time we kiss I swear I can fly. Can't you feel my heart beat fast? I want this to last. Need you by my side.”
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