viernes, 10 de febrero de 2012

Capítulo 27.

Abrí la puerta temblorosa y con las mejillas mojadas, fuera me esperaba Vero. En cuanto me vio salir, se acercó a mí. Cuando vio que lo hacía llorando, lo hizo más rápido.
-Eh, no pasa nada.- dijo dulcemente mientras me secaba las lágrimas.- Es lo que querías, así que, tiene que estar bien.
Por dentro estaba completamente rota y sin embargo había una chispa. Una chispa que se iba avivando conforme pasaba el tiempo, y eso me hacía sentir mal. ¡Pero es que no podía apagarla! Supongo que conseguir lo que deseas tiene un precio, que debes renunciar algo. Yo había renunciado a Dani para tener a Cristian. ¿Y si era lo que quería por qué dolía?
-Tendrías que haberlo visto… Ha sido horrible.
Todavía recuerdo como me pedía que dijera que no, que no le había besado, y como hice desaparecer esa diminuta esperanza al decir que sí lo había hecho. Recuerdo haber visto asomar a sus ojos un ligero brillo de ira, que tan pronto como vino se fue. Recuerdo como se hundieron sus ojos al decir “lo dejamos”. Pero, sobretodo, recuerdo como se pagó su sonrisa al pronunciar la palabra “amigos”.
-Imagino que no habrá sido fácil, pero piensa en lo que te espera ahora.- me animó con una sonrisa.- Te aseguro que cuando menos te lo esperes cambiaras las lágrimas por una gran sonrisa. Y si no, pues sabes que me tienes a mí para hacer que eso ocurra.
-Sí…- su abrazo se anticipó a mis nuevas lágrimas.-Gracias, de verdad.
-Sabes que aquí, las gracias, sobran.- aquello me hizo sonreír.
-¿Lo ves? Acabas de sonreír.- otra nueva sonrisa.
-Debería ir a contárselo a Erica, ¿no? Me parece que va a ser a la que menos gracia le haga.
-Si Laura, que estaba ligando con él, le ha parecido bien… A Erica tiene que aceptarlo, ya lo verás.
-No estaría tan segura, creo que le odia.
-Odiar es un poco fuerte, sólo está un poco recelosa.
“No hagas tonterías” me había dicho. ¿Desde cuando apostar por lo que quieres es una tontería?
-No sé yo…
-Que sí. Te acompaño, ¿quieres? Y así te doy conversación.
-Vale.- sonreí.
Y echamos a andar. Hacía frío, demasiado para ser marzo. Las nubes, al igual que yo misma, tampoco parecían demasiado alegres. Tal vez, se estuvieran solidarizando conmigo. Lo agradecí, no me habría gustado ver un sol radiante burlándose de mí. Prefería la lluvia ya que, bajo ella, podría ocultar las nuevas lágrimas que asomaban a mis ojos.
-Y el otro día…- Vero no paraba de parlotear, yo a penas la escuchaba. Esperaba que no se diera cuenta.
Tengo la certeza de que soy una persona frágil, demasiado sentimental. Me hundo y me encierro en mí misma miles de veces. Probablemente llore más veces de las que sonrío y mi llanto se escuche más que mi risa. Me asusta la facilidad con la que espero lo mejor de todo el mundo y aún más, lo pronto que esas expectativas se rompen. Creo que en ocasiones sufro de bipolaridad, sí bipolaridad, tan pronto digo que sí como que no, ahora mismo puedo estar perfectamente y en cuestión de segundos ser la persona más infeliz del mundo. A la hora de hacer las cosas dudo demasiado, supongo que no soy muy echada para delante. Si me paro a analizar mi vida, no estoy segura de que los buenos momentos compensen a los malos. Y todavía no sé muy bien quien soy, pero estoy en proceso de conocerme.
-Sí.- asentí sin saber a qué.
-Y entonces…
-Vero, no me entiendo.- la corte.
-¿Cómo?
-Que no me entiendo, antes sólo quería estar con Cristian y ahora que puedo estarlo… bueno, simplemente mírame.
-Pero, eso es sólo porque te preocupas por él y no te gusta verlo mal, y menos por ti.
-El pensar que he hecho daño a alguien no me hace sentir mejor.
-¡No es el fin del mundo! Se le ve experimentado, así que seguro que no es su primera vez. Además fijo, que él también habrá roto algún que otro corazón.
-Pero…
-Ya verás que cuando veas a Cristian se te pasan todas las dudas.
Y ella siguió con su historia, y yo inmersa en mis pensamientos. Esperaba que Vero tuviera razón y que mis dudas se aclararan de una vez, porque ya estaba demasiado harta de ellas. Antes de darme cuenta, ya habíamos llegado.
-Bueno, me voy.
-¿Por qué? Puedes venir conmigo si quieres.
-Si hubieras escuchado lo que te dije sabrías porqué.- al final, resultó que sí se había dado cuenta.
-Lo siento…- me disculpé poniendo la mejor de mis sonrisas.
-Por esta vez, te lo perdonaré.
-¡Eres la mejor!
-¡Ya lo sé!
-Que poco modesta eres…
-Eso también lo sé.
-¡Vero!- dije sonriendo.
-¿Qué? Es cierto, ¿no?
-¡Cómo eres!
-¡Gracias!- contestó prolongando la “a”.-Y que sepas que he quedado con un chico guapísimo.
-Pues diviértete.
-Tranquila, lo haré. ¡Suerte!
-Me hará falta.
Timbré y me abrió la puerta su madre, acompañada de su perra Luna, tan rubia como el resto de la familia.
-Hola Ariana.
-Hola, ¿está Erica?- pregunté mientras acariciaba a la perra.
-Sí, en su habitación.
-Muchas gracias.
Entré a la casa, atravesé el salón donde estaba su hermano pequeño, Mateo, y Cristina, su otra hermana pequeña. Nos saludamos y fui directa hasta su habitación, golpeé la puerta y la abrí. Estaba tumbada en su cama, con el móvil en las manos.
-Hola.
-Hola, ¿y tú por aquí?- dijo mientras dejaba el móvil en la cama y se sentaba.
-Tenía que hablar contigo, y me pillaba de camino.
-Pues ya sabes.
-He dejado a Dani.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Por Cristian.
-¿Pero no le habías ignorado?
-Sí, pero cuando me fui…- y le conté toda la historia.
-¡No puedo creerlo! Te dije que…
-Sí, que no hiciera tonterías.-la interrumpí.- Pero esto no es ninguna tontería.
-¿Cómo que no? Tuvo su oportunidad, y la dejó pasar. ¿Es qué no lo ves? Sólo te está utilizando.
-¿A caso Yago no hace lo mismo contigo?
-Yago no me utiliza.- contestó rotunda.
-¿Entonces como explicas todas vuestras idas y venidas?
-No sé de que me hablas.
-Lo sabes perfectamente.
-No, no lo sé.
-¿Cuántas veces te ha dejado desde que empezasteis a salir?
-No sé, pocas.
-Entonces tenemos diferentes conceptos de la palabra poco.
-Yo ya sé que Yago no te gusta, pero…
-No se trata de que me guste o no, si no de lo que creo que es mejor para ti.
-Eso lo decido yo, no tú.
-Pero tú estás demasiado ciega.
-¡Dios! Eres incapaz de entenderlo.
-¿Entender el qué?
-Pues que él, que me confunde con su sí y su no, con sus constantes idas y venidas, que me hace tocar el cielo con la punta de los dedos y a la vez me deja caer. Él, que con un simple susurro me hace temblar y quedarme sin palabras, pero también consigue hacerme llorar. Él, que con sólo decir mi nombre me hace sentir la persona más especial del mundo. Él, que con una simple mirada hace que mi corazón se descontrole, y también sabe como paralizarlo. Él, que con su sonrisa consigue parar el tiempo. Él, que hace que cada día sea especial. Es la persona a quién yo quiero Ariana, ¿no puedes entenderlo?
-Entonces, tú también deberías entender que apueste por Cristian.
-Pero no es lo mismo.
-¡Es exactamente igual!
-Yo no lo veo así.
-Da igual, yo pienso intentarlo. Sí me equivoco, te daré toda la razón y te pediré perdón tantas veces como quieras. Pero merezco poder elegir, y equivocarme.
-¡Al igual que yo!
-La diferencia es que tú ya te has equivocado y eres incapaz de admitir tu error.
Toda la habitación se quedó en silencio. La tensión podía cortarse con un cuchillo. Hacía tiempo que tendríamos que haber tenido esta conversación. Quizás ahora ya era demasiado tarde.
-Será mejor que dejemos esto así,- dijo finalmente, rompiendo el silencio.- y nos olvidemos de todo lo que hemos dicho antes de que esto acabe peor, y ya no tenga arreglo.
-Está bien, pero pienso seguir adelante con mi decisión.
-Yo también con la mía.
-Hasta mañana.- dije.
-Hasta mañana.- contestó.
Cerré la puerta y me fui, esperando y deseando que mañana las cosas no hubieran cambiando, ya que habíamos marcado un punto de inflexión.
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